domingo, 17 de mayo de 2015

Ignacio Sotelo - Populismos

Mientras el populismo de derechas apela al bien común y el de izquierdas demanda justicia social, ninguno de los dos se esfuerza en sacar estos conceptos de la niebla espesa que los rodea porque lo único que buscan es alcanzar el poder

No sé si la noción de clase ha dejado de ser pertinente en la sociedad actual, o más bien solo ha disminuido la conciencia de pertenecer a una determinada. En cualquier caso, de clase antagónica y del objetivo de caminar hacia una sociedad sin clases que marcaron a la izquierda en su día no quedan más que restos en sectores cada vez más minoritarios. También se ha esfumado de nuestro horizonte cualquier visión de futuro, distinta del capitalismo financiero, la última etapa a la que hemos arribado, partiendo del capitalismo comercial en el siglo XV y del industrial a comienzos del XIX. A diferencia de la tendencia que se impuso en la segunda mitad del XIX, tampoco se vislumbra un orden social alternativo. Es la innovación más importante que distingue a la vieja izquierda de la actual.







Robert Graves - El grito

Robert Graves  (1895 - 1985)

El grito

Cuando llegamos con nuestras bolsas al campo de criquet del manicomio, el médico jefe, a quien había conocido en la casa donde me hospedaba, se acercó para estrecharme la mano. Le dije que aquel día yo sólo venía a llevar el tanteo para el equipo de Lampton (me había roto un dedo la semana anterior, jugando en la arriesgada posición de guardar el wicket sobre un terreno irregular).

—Ah, entonces tendrá usted a un compañero interesante —me dijo.

—¿El otro tanteador? —le pregunté yo.

—Crossley es el hombre más inteligente del hospital —respondió el médico—, gran lector, jugador de ajedrez de primera, etcétera. Parece ser que ha viajado por todo el mundo. Le han mandado aquí por sus manías. La más grave es que es un asesino y, según él, ha matado a tres hombres y a una mujer en Sydney, Australia. La otra manía, que es más cómica, es que su alma está rota en pedazos, y vaya usted a saber qué querrá decir con eso. Edita nuestra revista mensual, nos dirige las obras teatrales navideñas, y el otro día nos hizo una demostración de juegos de manos muy original. Le gustará.

Me presentó. Crossley, un hombre corpulento de cuarenta o cincuenta años, tenía un rostro extraño, pero no desagradable. No obstante, me sentí un poco incómodo sentado en la cabina donde se llevaba el tanteo, con sus manos cubiertas de pelos negros tan cerca de las mías. No es que temiera algún acto de violencia física, pero sí tenía la sensación de estar en presencia de un hombre de fuerza poco corriente, e incluso tal vez, no sé por qué se me ocurriría, poseedor de poderes ocultos. Hacía calor en la cabina a pesar de la amplia ventana.