Mario Benedetti ( 1920 - 2009 ) |
Bolso de viajes cortos
Querida: cuando me fui, cuando por fin decidí irme, porque ya no me era posible convivir con los antídotos del miedo, y sentía que de a poco iba odiando mis esquinas predilectas o los árboles cabeceadores, y ya no tenía ni tiempo ni ganas de guarecerme bajo la glorieta del barrio Flores, y los amigos de siempre comenzaron a ser de nunca, y había más cadáveres en los basurales que en las funerarias, entonces abrí el bolso de los viajes cortos (aunque sabía que este iba a ser largo) y empecé a meter en él recuerdos al azar, objetos insignificantes pero entrañables, imágenes sintéticas de lo feliz, letras que juntándose narraban sufrimientos, últimos abrazos en la primera frontera, atardeceres sin ángelus y con tableteos, sonrisas que habían sido muecas y viceversa, desvanecimientos y corajes, en fin, una antología de la hojarasca que el viento de la costumbre no había conseguido borrar de la faz de la guerra.
Con ese bolso de los viajes cortos anduve por allá y más allá, por acá y más acá. De vez en cuando trabajaba con las manos ágiles y los ojos secos, para ganarme el pan, el vino, el techo y el colchón. Sin embargo, con el bolso de los viajes cortos no tenía una relación estrecha. Yo era consciente de que dormía en el fondo de un armario, desvencijado por el tiempo y las polillas. Pero, ¿a qué enfrentarme con un pasado en píldoras, unas nutrientes y otras envenenadas?