miércoles, 28 de marzo de 2012

Sergio Aguayo - Agravios del PRD

Las elecciones se han convertido en motivo de frustración y agravio. ¿Cómo reaccionar ante la avalancha de falsas promesas? 

Hay una dosis de humor negro en sus peleas por la cuota. En una sesión reciente del PRD capitalino una turba irrumpió en una sesión de compañeras y compañeros vociferando: "¡Vamos a pasar todos, güey!" y "¡Muera Bejarano!". Según Ernesto Osorio, reportero de Reforma, Bejarano y su esposa pegaron carrera hacia las puertas traseras. En otra anécdota de la agitada jornada, Manuel Oropeza, presidente del PRD capitalino, acusó a Lourdes Amaya de agredirlo y arrebatarle el micrófono. Todo servía para tumbar a competidores: a la Red por la Unidad Nacional de las Izquierdas (Runi) le quitaron posiciones para compensar que su dirigente, Alejandra Barrales, se había llevado una valiosa senaduría.

Para construir una sociología de la cuota tenemos las versiones estenográficas de los cónclaves partidistas. Leo las 120 cuartillas del Pleno del Consejo Nacional del PRD realizado en febrero pasado y encuentro dos partes claramente diferenciadas. En la primera reina la concordia: todos aprueban por unanimidad las posiciones propuestas en torno a Cuba, el Medio Oriente o las tarifas eléctricas. El mismo consenso aparece cuando aprueban la "Plataforma Electoral 2012", un documento antaño utilizado para el lucimiento de doctos tribunos que salpicaban sus arengas con citas tomadas del Olimpo intelectual de las izquierdas. En esta ocasión nadie refutó y un solo consejero se abstuvo.

El silencio era el preámbulo para las pasiones desencadenadas cuando se discutieron las listas de candidatos y candidatas. La doctrina se doblegó ante un pragmatismo ramplón. Tomo como ejemplo la entusiasta recepción de la flamante candidata al gobierno de Chiapas, María Elena Orantes, una ex priista que ahí mismo comprometió su "gratitud, [...] lealtad y compromiso", elogió a Dolores Padierna y se despidió anunciando que "[mi] corazón late del lado izquierdo de mi ser".

La adoración del cargo alcanzó el momento culminante cuando salía el sol aquel lunes 20 de febrero. En ese momento, la mesa informó que las diferentes "expresiones políticas" (otra forma de llamar a las "tribus") habían llegado a un arreglo privado que terminaría con el desvelo: se repartirían los lugares de las listas tomando como criterio el número de consejeros de cada "corriente". Así, en la "primera circunscripción el espacio número uno será propuesto por Nueva Izquierda... el espacio número tres [por] Izquierda Democrática Nacional... el cinco [por] Foro Nuevo Sol", etcétera.

De los 267 integrantes del Consejo Nacional que se habían inscrito al principio del Pleno -ignoro cuántos estaban en el salón en el momento- sólo hubo tres votos en contra y una abstención. La inmensa mayoría estuvo de acuerdo en repartirse los cargos. En ese momento brilló con luz propia el apotegma acuñado por Armando Quintero, dirigente de una tribu capitalina, "el respeto al territorio ajeno es la paz".

Tan se les pasó la mano que el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador condenó el proceso y los calificó de hipócritas que sólo buscaban acomodarse en las listas de aspirantes, sin pensar en los demás. La crítica fue ignorada. Situaciones parecidas fueron vividas por el PAN, el PRI y el resto de los partidos. Se sostiene la tesis de que el sistema de partidos mexicano vive una crisissistémica.

Dediqué tanta atención al PRD porque el DF es una entidad mayoritariamente de izquierda en donde hay una mayor acumulación de capital social. ¿Qué les habremos hecho para que nos ofendan de esa manera? Algunos dirigentes perredistas reconocen la severidad de la crisis, pero ninguno pareciera interesado en la regeneración del partido. Es obvio que la incongruencia los debilita ante un sector del electorado porque es difícil creer en sus promesas de cambiar el país cuando son incapaces de reformarse a sí mismos.

Este viernes empezarán las campañas y una forma de bloquearlas es decidir desde ahora. En el DF votaré por Miguel Ángel Mancera para jefe de Gobierno porque es quien mejor garantiza los avances logrados pero anularé mi voto para asambleísta y delegado. Pronto decidiré qué hacer en la elección federal.

Entretanto dedicaré mi tiempo a acciones ciudadanas tan gratificantes como limpiar nuestras calles de propaganda política colgada en lugares ilegales o recolectar firmas para reducir el presupuesto público entregado a partidos empeñados en agraviarnos con su frivolidad, mediocridad y mezquindad.

 
Información citada en esta columna: Reforma y versión estenográfica del Primer Pleno Ordinario del VIII Consejo Nacional del PRD (18-20 de febrero de 2012), pp. 9-10 y 116-120.

 
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www.sergioaguayo.org; Twitter: @sergioaguayo; Facebook: SergioAguayoQuezada
 
Colaboraron: Rodrigo Peña González y Maura Roldán Álvarez.


Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/651/1300830/

Marín - Petición de pasados de lanza



Los integrantes de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados lograron ayer un punto de acuerdo para solicitar a la procuradora general de la República, Marisela Morales Ibáñez, “informar a esta soberanía sobre los procedimientos penales y administrativos seguidos en contra de servidores y ex servidores públicos que ordenaron, participaron y ejecutaron la escenificación ajena a la realidad del lugar de la investigación y violaron las garantías del debido proceso…” en el caso Cassez.
Su petición denota ignorancia tanto del expediente procesal como de lo discutido y resuelto hace una semana por la primera sala de la Suprema Corte. Tampoco saben, por lo visto, que la propia PGR, a través del subprocurador Alejandro Ramos, anticipó que sólo hasta cuando se produzca el fallo definitivo realizarán las diligencias que correspondan.
Ahora que, si lo que quieren es asomarse a una indagación formal, desconocen además que piden violar el sigilo en que se debe mantener cualquier averiguación previa.

Gómez L - Le llegó la hora de la verdad a Josefina



Podrán darse las explicaciones que se quieran, pero Josefina Vázquez Mota arrancará el viernes la campaña 15 puntos atrás de Enrique Peña Nieto.
El 30 de marzo, pero de hace seis años, Felipe Calderón rebasaba por un punto a Andrés Manuel López Obrador en la encuesta GEA/ISA. Como ahora, faltaban 90 días para los comicios. Así es que no caben ya las comparaciones optimistas. Lo propuse ayer con López Obrador, lo repito con Josefina: si se aplica la lógica, su victoria es improbable.
No tiene sentido seguir preguntando qué hicieron mal ella y su equipo para frenar el impulso que les dio el triunfo en la interna del PAN. Josefina luce desde entonces, 5 de febrero, sin centro de gravedad, suena vaga, no sorprende, no emociona. El tiempo está corriendo. Si no hace algo extraordinario, el destino lógico será la derrota: la primera desde Diego Fernández de Cevallos, en 1994.
Su situación parece más complicada que la de López Obrador. Le guste o no, es la candidata del partido en el poder. Por lo visto en las encuestas, la gente no tiene ganas de darle una tercera oportunidad al PAN. Pero si se aleja, o comienza a criticar la gestión del presidente Calderón, qué podría proponer que no proponga Peña Nieto. ¿Eficacia? ¿Firmeza? ¿Experiencia? ¿Ajustar la lucha contra el crimen? ¿Mejores llaves para abrir las puertas del empleo?
Le quedan las promesas de disciplina y honestidad en la actividad pública, que no parecen ser las grandes preocupaciones del electorado 2012. Le queda un 30 por ciento de indecisos. Para dar la pelea, tendría que seducir a dos de cada tres de ellos. Y para eso requeriría de una campaña fantástica y un talento deslumbrante.
Veremos. Le quedan 90 días para hacer un milagro.

Riva Palacio - La brújula de Josefina


Josefina Vázquez Mota lleva más dos semanas con la brújula electoral perdida. Comenzó con el desastre del Estadio Azul en su toma de protesta y avanza con una forma muy peculiar de tomar distancia del gobierno de Felipe Calderón: lo acusó deespiar a políticos. No lo dijo de esa manera, pero así resultó tras la manera como le dio salida a la grabación de una plática que tuvo con su coordinador de redes sociales, donde se mofa del secretario de Seguridad Pública Federal, Genaro García Luna, por espiarla, y de la directora de Comunicación Social de Los Pinos, Alejandra Sota, por difundirlos.

Vázquez Mota se volvió la víctima del espionaje político del gobierno federal, aunque el vocero del PAN, Javier Lozano, quiso desviar la acusación hacia el PRI. Pero, ¿por qué razón el equipo del candidato Enrique Peña Nieto, que en el promedio de las encuestas de preferencia electoral la aventaja por 20 puntos, se preocuparía de ella? Si cada punto porcentual suma aproximadamente 500 mil electores, 10 millones de votos de diferencia se antojan demasiados para que Vázquez Mota les signifique una preocupación real en este momento.

El argumento de Lozano tiene, por encima de todo, la misma debilidad de la afirmación del equipo de Vázquez Mota al afirmar que García Luna no es adversario de la candidata: no desmiente el contenido. Las grabaciones telefónicas han sido un factor perverso en la política mexicana desde que tomaron carta de identidad hace más de 10 años cuando se difundieron unas embarazosas de la maestra Elba Esther Gordillo. Desde entonces, lejos de atacarlas por ilegales, se han utilizado como extensión de estrategias electorales, aprovechando el hambre insaciable de los medios por los escándalos fáciles.

En estas reglas del juego, Vázquez Mota está ahora en el centro de una polémica donde lo relevante no es el hecho ilegal en sí mismo, sino sus dichos. Bajo esa lógica, el contenido debería de haber sido desacreditado, salvo que el objetivo real sea distinto al que se muestra. Es decir:

1.- Ni Vázquez Mota ni su equipo de campaña negaron en ningún momento que la grabación fuera auténtica, o que sucontenido fuera alterado. El que su coordinador de redes sociales, Agustín Torres, su interlocutor en esa grabación, dijera que presentarán una denuncia de hechos ante la PGR sin tampoco mencionar la veracidad del contenido, sugiere que es cierto lo que ahí se dice.

2.- Ni Vázquez Mota ni su equipo de campaña son tontos. Por tanto, como hipótesis de trabajo se puede plantear que no negaron el contenido porque se saben culpables de ese tipo de expresiones y temen que haya más grabaciones que puedan encontrar una salida pública; o que deliberadamente dejaron correr la especie en una retorcida y arriesgada estrategia de establecer un deslinde del gobierno en García Luna, el secretario al que políticamente es muy correcto hostigar, como respuesta a las presiones internas que tiene para distanciarse de Calderón y buscar el voto de castigo al Presidente.

En cualquier caso, sin importar que en el primer impacto mediático ella sea la única ganadora al cambiar el spin del hundimiento de su campaña presidencial por el de víctima, ella pierde al abrir un hoyo enorme al Presidente. Afirmar que García Luna la espió es tanto como decir que Plataforma México, la maravilla tecnológica de la policía, es utilizada también con fines políticos, como dicen los adversarios más enconados del gobierno federal. Como ex secretaria de Educación, ese tipo de imputación tiene una carga política distinta al ir supuestamente acompañada de conocimiento de primera mano. Por tanto, es verosímil su acusación de espionaje político.

Hacia fuera del PAN, esa imputación difícilmente le dará puntos electorales o será interpretado como un deslinde del Presidente. Más bien parece un suicidio político, al enfrentarse directamente al Presidente, a Los Pinos y al aparato de seguridad federal. No hay control de daños posible a largo plazo, ni tampoco se aprecia una administración de crisis. Está peor que en el fiasco del Estadio Azul, lo que habla que la brújula terminó de descomponérsele.

Rocha - Florence: expediente abierto

Quien crea que el caso Cassez está cerrado, se equivoca. En lo jurídico, son varias las instancias que restan a la defensa. En lo mediático hay una percepción creciente de que es absolutamente necesario investigar no sólo la naturaleza del montaje sino sus orígenes y los términos en que fue pactado.

En ese sentido el proyecto de sentencia del ministro Arturo Zaldívar logró un significativo avance en materia de opinión pública: la percepción de que la escenificación fue sustancial y no una mera anécdota como lograron posicionar durante años el Gobierno y sus medios. Incluso habemos cada vez más que estamos convencidos de que el tristemente célebre montaje era el objetivo fundamental y que lo que hicieron las huestes de Genaro García Luna –entonces director de la AFI– fue buscar un caso que sirviera para ese propósito. Testimonios recientes dan cuenta de que incluso tenía el objetivo de desviar la opinión pública de actos de corrupción de la familia de la copresidenta Marta Sahagún. O sea, un triple delito: el montaje mismo, el encubrimiento y la fabricación de una culpable. 

A propósito, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se ha ido por el lado de la versión oficial condenatoria de Florence so pretexto de los derechos de las víctimas. Pero ha guardado un sospechoso silencio sobre el montaje y su relevancia. Por ello causal y no casualmente el presidente de la Comisión de Derechos Humanos del DF Luis González Placencia acaba de establecer que: “La exhibición de detenidos en medios es contraria a la presunción de inocencia; implica un juicio paralelo de orden mediático; vulnera el derecho a la defensa adecuada; constituye un trato cruel, inhumano y degradante; además de estigmatizar a las personas”. Eso exactamente es lo que ocurrió en el caso de Florence Cassez. Desde el primer momento el Gobierno y los medios la estigmatizaron como “la pinche francesa secuestradora”.

Por eso me parece una total aberración lo ocurrido este 21 de marzo en la Primera Sala de nuestra Corte Suprema: cuatro de cinco ministros reconocieron violaciones flagrantes a los derechos de Florence, pero una mayoría de tres a dos decidió dejarla presa. En resumen y en un episodio marcado por la contradicción, nuestra Corte se sujeto a los dictados de los poderes fácticos. Por la mañana de ese mismo día, su presidente Juan Silva Meza dijo que la única sumisión a la que se debía la Corte era a la Constitución. Ya vimos que no fue cierto. Pudieron más las exigencias oficiales como las del mismísimo presidente Calderón que la lógica y la ética más elementales. De nada valieron las pruebas irrefutables del vergonzante montaje televisivo inculpatorio. Pudieron más los chantajes desde fuera y los consecuentes temores de quienes se supone debieran ser nuestros valientes garantes de justicia. 

La única buena nueva de ese día fue que el caso ha sido turnado a la ministra Olga Sánchez Cordero con bien ganada fama de liberal; sobre todo en los casos de injusticias contra mujeres, como ocurrió con las indígenas Jacinta, Alberta y Teresa, acusadas –aunque usted no lo crea– del secuestro de seis agentes de la AFI en el Gobierno federal anterior ¿Qué casualidad, no?


Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/florence-expediente-abierto

Alemán - Tirar y patear a Josefina



En los meses recientes, intramuros del PAN se produce una peculiar metamorfosis política que, en rigor, deja en calidad de juego de niños al clásico de Kafka, ya que confirma que el partido azul de hoy, es igual que el PRI, al que prometió combatir.

Y es que tanto líderes como gobernantes y dirigentes, pasaron del “apostolado democrático” al cochinero propio de la cultura política del PRD y el PRI. Y si tienen dudas, basta ver cómo se llevó a cabo la elección de su candidata presidencial.

De los respetados grupos políticos –en donde la divisa eran las ideas y la doctrina–, hoy el PAN mudó a “las tribus”, propias de PRD, en donde la divisa fundamental no es sólo ganar, sino destruir al adversario. Es decir, lo importante es tirarlo y patearlo en el suelo, hasta aniquilarlo.

Y de la concepción clásica del presidencialismo democrático –bandera azul fundamental–, el PAN pasó al presidencialismo despótico; el que hace campaña abierta a favor de su candidato presidencial. O si se quiere, que el gobierno de Calderón actúa hoy en forma idéntica a como actuaron los gobiernos del PRI.

Y viene a cuento porque resulta que “las tribus” del PAN parecen empeñadas no sólo en tumbar la candidatura presidencial a la señora Vázquez Mota, sino que, ya en el suelo, la patean con peculiar gusto y hacen todo por destruirla. ¿Las pruebas?

Las campañas que desde el PAN enderezaron desde distintos frentes, al exhibir fragmentos de artículos donde habla del gobierno de Pinochet; extractos de su tesis en los que califica a la UNAM de “monstruo”; la difusión masiva e insidiosa del juego verbal de que “nadie es perfecto”, al estudiar en la Ibero. Claro, sin contar con el Estadio Azul en fuga y, apenas hace horas, la difusión de una escucha con la que se pretende confrontar a la candidata presidencial del PAN, con Felipe Calderón.

Todos saben que detrás de esas filtraciones, tropiezos y golpeteos, están “las tribus” de Ernesto Cordero, Santiago Creel y “el Grupo Pinos” –incluyendo a los ultra conservadores del CEN del PAN, que convirtieron la visita papal en divisa del Gobierno y contra la candidata–, que lejos de la mística de antaño del PAN, de sumarse al proyecto del ganador, hoy le apuestan a destruirlo.

Pero, a pesar de que todos saben que en México se espía, y la guerra sucia contra la señora candidata azul viene desde las tribus del PAN, ayer Josefina calmó los tambores de guerra y juró y perjuró que “los enemigos no están en casa”.

Sin embargo, sigue en pie la pregunta: ¿Quién está empeñado en tirar y patear a Josefina Vázquez Mota?

En realidad, son nimiedades las supuestas “revelaciones” que se han convertido en obuses mediáticos contra la señora Vázquez Mota. En el fondo, lo importante no es que la señora Vázquez Mota sea espiada. ¿Por qué? Porque en México prolifera el espionaje. Tampoco es importante lo que dijo que la grabación difundida. ¿Por qué? Porque está claro que todos decimos muchas cosas, sin pensar o sin querer, cuando hablamos por teléfono. Eso sin tomar en cuenta que los señalamientos y las “maldiciones” no son nada como para cortarse las venas.

No, lo verdaderamente preocupante es el fondo. ¿Y qué hay de fondo? ¿Quién hizo pública la evidencia del espionaje? Y claro, ¿para qué, con cuál finalidad?

La respuesta a la primera interrogante ya se sabe. Es más, la gente de la señora candidata ya sabe que salió de una mano vinculada a Santiago Creel. Sólo falta saber ¿por qué y para qué?

En ese caso, es evidente que se intenta generar no un choque entre Vázquez Mota y Genaro García Luna. Tampoco la intención es enfrentar a la candidata presidencial y la “pinche Sota”. No, la idea es generar un conflicto mayor entre la señora candidata y el señor Presidente; entre Josefina y Felipe Calderón. ¿Por qué?

Porque abundan los panistas, neopanistas o dizque panistas, que apuestan a la derrota de Vázquez Mota. ¿Y por qué algún panista pudiera estar empeñado en que el PAN no retenga el poder? Las razones son tantas como la misma condición humana, el miedo a una venganza o, incluso, que algunos azules tienen una larga cola que les pisen. ¿Hasta cuándo? Al tiempo.

EN EL CAMINO

Otro éxito de la CFE. El presidente Calderón inauguró ayer la terminal de gas licuado Manzanillo, y el Gasoducto Manzanillo–Guadalajara. En el proceso se invirtieron 34 mil millones de pesos y es –según Calderón–, el proyecto de infraestructura más importante del sexenio. Con la producción de gas en esa región se garantiza la llegada de industria de gran escala a Colima y los estados vecinos.


Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/tirar-y-patear-a-josefina

EL ARTE DE LA OBSERVACIÓN.





El discípulo llegó hasta el maestro y le dijo:

-Guruji, por favor, te ruego que me impartas una instrucción para aproximarme a la verdad. Tal vez tú dispongas de alguna enseñanza secreta.

Después de mirarle unos instantes, el maestro declaró:

- El gran secreto está en la observación. Nada escapa a una mente observadora y perceptiva. Ella misma se convierte en la enseñanza.

- ¿Qué me aconsejas hacer?

- Observa -dijo el gurú-. Siéntate en la playa, a la orilla del mar, y observa cómo el sol se refleja en sus aguas. Permanece observando tanto tiempo como te sea necesario, tanto tiempo como te exija la apertura de tu comprensión.

Durante días, el discípulo se mantuvo en completa observación, sentado a la orilla del mar. Observó el sol reflejándose sobre las aguas del océano, unas veces tranquilas, otras encrespadas. Observó las leves ondulaciones de sus aguas cuando la mar estaba en calma y las olas gigantescas cuando llegaba la tempestad.  Observó y observó, atento y ecuánime, meditativo y alerta. Y así, paulatinamente, se fue desarrollando su comprensión. Su mente comenzó a modificarse y su consciencia a hallar otro modo mucho más rico de percibir.

El discípulo, muy agradecido, regresó junto al maestro.

- ¿Has comprendido a través de la observación? -preguntó el maestro.

- Sí -repuso satisfecho el discípulo-.

Llevaba años efectuando los ritos, asistiendo a las ceremonias más sagradas, leyendo las escrituras, pero no había comprendido. Unos días de observación me han hecho comprender. El sol es nuestro ser interior, siempre brillante, autoluminoso, inafectado. Las aguas no le mojan y las olas no le alcanzan; es ajeno a la calma y la tempestad aparentes. Siempre permanece, inalterable, en sí mismo.

– Ésa es una enseñanza sublime -declaró el gurú-, la enseñanza que se desprende del arte de la observación.

 *El Maestro dice: Todos los grandes descubrimientos se han derivado de la observación diligente. No hay mayor descubrimiento que el del Ser. Observa y comprende.

 Tomado de “Cuentos Clásicos de la India” recopilados por Ramiro Calle.

Leído en: http://es.scribd.com/doc/64467643/101-cuentos-clasicos-de-la-India

Horacio Quiroga - La gallina Degollada (Uruguay).

Horacio Quiroga
(1878-1937)


LA GALLINA DEGOLLADA.

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.

 El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

 Otra veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.

El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

 Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?

Así lo sintieron Mazzini y Berta, y cuando el hijo llegó, a los catorce meses de matrimonio, creyeron cumplida su felicidad. La criatura creció bella y radiante, hasta que tuvo año y medio. Pero en el vigésimo mes sacudiéronlo una noche convulsiones terribles, y a la mañana siguiente no conocía más a sus padres. El médico lo examinó con esa atención profesional que está visiblemente buscando las causas del mal en las enfermedades de los padres.

 Después de algunos días los miembros paralizados recobraron el movimiento; pero la inteligencia, el alma, aun el instinto, se habían ido del todo; había quedado profundamente idiota, baboso, colgante, muerto para siempre sobre las rodillas de su madre.

 —¡Hijo, mi hijo querido! —sollozaba ésta, sobre aquella espantosa ruina de su primogénito.

 El padre, desolado, acompañó al médico afuera.

 —A usted se le puede decir: creo que es un caso perdido. Podrá mejorar, educarse en todo lo que le permita su idiotismo, pero no más allá.

 —¡Sí!... ¡Sí! —asentía Mazzini—. Pero dígame: ¿Usted cree que es herencia, que...?

 —En cuanto a la herencia paterna, ya le dije lo que creía cuando vi a su hijo. Respecto a la madre, hay allí un pulmón que no sopla bien. No veo nada más, pero hay un soplo un poco rudo. Hágala examinar detenidamente.

Con el alma destrozada de remordimiento, Mazzini redobló el amor a su hijo, el pequeño idiota que pagaba los excesos del abuelo. Tuvo asimismo que consolar, sostener sin tregua a Berta, herida en lo más profundo por aquel fracaso de su joven maternidad.

Como es natural, el matrimonio puso todo su amor en la esperanza de otro hijo. Nació éste, y su salud y limpidez de risa reencendieron el porvenir extinguido. Pero a los dieciocho meses las convulsiones del primogénito se repetían, y al día siguiente el segundo hijo amanecía idiota.

 Esta vez los padres cayeron en honda desesperación. ¡Luego su sangre, su amor estaban malditos! ¡Su amor, sobre todo! Veintiocho años él, veintidós ella, y toda su apasionada ternura no alcanzaba a crear un átomo de vida normal. Ya no pedían más belleza e inteligencia como en el primogénito; ¡pero un hijo, un hijo como todos!

 Del nuevo desastre brotaron nuevas llamaradas del dolorido amor, un loco anhelo de redimir de una vez para siempre la santidad de su ternura. Sobrevinieron mellizos, y punto por punto repitióse el proceso de los dos mayores.

Mas por encima de su inmensa amargura quedaba a Mazzini y Berta gran compasión por sus cuatro hijos. Hubo que arrancar del limbo de la más honda animalidad, no ya sus almas, sino el instinto mismo, abolido. No sabían deglutir, cambiar de sitio, ni aun sentarse. Aprendieron al fin a caminar, pero chocaban contra todo, por no darse cuenta de los obstáculos. Cuando los lavaban mugían hasta inyectarse de sangre el rostro. Animábanse sólo al comer, o cuando veían colores brillantes u oían truenos. Se reían entonces, echando afuera lengua y ríos de baba, radiantes de frenesí bestial. Tenían, en cambio, cierta facultad imitativa; pero no se pudo obtener nada más.

Con los mellizos pareció haber concluido la aterradora descendencia. Pero pasados tres años desearon de nuevo ardientemente otro hijo, confiando en que el largo tiempo transcurrido hubiera aplacado a la fatalidad.

 No satisfacían sus esperanzas. Y en ese ardiente anhelo que se exasperaba en razón de su infructuosidad, se agriaron. Hasta ese momento cada cual había tomado sobre sí la parte que le correspondía en la miseria de sus hijos; pero la desesperanza de redención ante las cuatro bestias que habían nacido de ellos echó afuera esa imperiosa necesidad de culpar a los otros, que es patrimonio específico de los corazones inferiores.

Iniciáronse con el cambio de pronombre: tus hijos. Y como a más del insulto había la insidia, la atmósfera se cargaba.

 —Me parece —díjole una noche Mazzini, que acababa de entrar y se lavaba las manos—que podrías tener más limpios a los muchachos.

Berta continuó leyendo como si no hubiera oído.

—Es la primera vez —repuso al rato— que te veo inquietarte por el estado de tus hijos.

 Mazzini volvió un poco la cara a ella con una sonrisa forzada:

—De nuestros hijos, ¿me parece?

—Bueno, de nuestros hijos. ¿Te gusta así? —alzó ella los ojos.

Esta vez Mazzini se expresó claramente:

—¿Creo que no vas a decir que yo tenga la culpa, no?

—¡Ah, no! —se sonrió Berta, muy pálida— ¡pero yo tampoco, supongo!... ¡No faltaba más!... —murmuró.

—¿Qué no faltaba más?

—¡Que si alguien tiene la culpa, no soy yo, entiéndelo bien! Eso es lo que te quería decir.

Su marido la miró un momento, con brutal deseo de insultarla.

—¡Dejemos! —articuló, secándose por fin las manos.

—Como quieras; pero si quieres decir... —¡Berta! —¡Como quieras!

Éste fue el primer choque y le sucedieron otros. Pero en las inevitables reconciliaciones, sus almas se unían con doble arrebato y locura por otro hijo.

Nació así una niña. Vivieron dos años con la angustia a flor de alma, esperando siempre otro desastre. Nada acaeció, sin embargo, y los padres pusieron en ella toda su complaciencia, que la pequeña llevaba a los más extremos límites del mimo y la mala crianza.

Si aún en los últimos tiempos Berta cuidaba siempre de sus hijos, al nacer Bertita olvidóse casi del todo de los otros. Su solo recuerdo la horrorizaba, como algo atroz que la hubieran obligado a cometer. A Mazzini, bien que en menor grado, pasábale lo mismo. No por eso la paz había llegado a sus almas. La menor indisposición de su hija echaba ahora afuera, con el terror de perderla, los rencores de su descendencia podrida. Habían acumulado hiel sobrado tiempo para que el vaso no quedara distendido, y al menor contacto el veneno se vertía afuera. Desde el primer disgusto emponzoñado habíanse perdido el respeto; y si hay algo a que el hombre se siente arrastrado con cruel fruición es, cuando ya se comenzó, a humillar del todo a una persona. Antes se contenían por la mutua falta de éxito; ahora que éste había llegado, cada cual, atribuyéndolo a sí mismo, sentía mayor la infamia de los cuatro engendros que el otro habíale forzado a crear.

Con estos sentimientos, no hubo ya para los cuatro hijos mayores afecto posible. La sirvienta los vestía, les daba de comer, los acostaba, con visible brutalidad. No los lavaban casi nunca. Pasaban todo el día sentados frente al cerco, abandonados de toda remota caricia. De este modo Bertita cumplió cuatro años, y esa noche, resultado de las golosinas que era a los padres absolutamente imposible negarle, la criatura tuvo algún escalofrío y fiebre. Y el temor a verla morir o quedar idiota, tornó a reabrir la eterna llaga.

Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fue, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini. 

—¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces...?

 —Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito.

Ella se sonrió, desdeñosa: —¡No, no te creo tanto!

 —Ni yo jamás te hubiera creído tanto a ti... ¡tisiquilla!

 —¡Qué! ¿Qué dijiste?...

 —¡Nada!

 —¡Sí, te oí algo! Mira: ¡no sé lo que dijiste; pero te juro que prefiero cualquier cosa a tener un padre como el que has tenido tú!

 Mazzini se puso pálido.

 —¡Al fin! —murmuró con los dientes apretados—. ¡Al fin, víbora, has dicho lo que querías!  —¡Sí, víbora, sí! Pero yo he tenido padres sanos, ¿oyes?, ¡sanos! ¡Mi padre no ha muerto de delirio! ¡Yo hubiera tenido hijos como los de todo el mundo! ¡Esos son hijos tuyos, los cuatro tuyos!

Mazzini explotó a su vez.

—¡Víbora tísica! ¡eso es lo que te dije, lo que te quiero decir! ¡Pregúntale, pregúntale al médico quién tiene la mayor culpa de la meningitis de tus hijos: mi padre o tu pulmón picado, víbora!

Continuaron cada vez con mayor violencia, hasta que un gemido de Bertita selló instantáneamente sus bocas. A la una de la mañana la ligera indigestión había desaparecido, y como pasa fatalmente con todos los matrimonios jóvenes que se han amado intensamente una vez siquiera, la reconciliación llegó, tanto más efusiva cuanto infames fueran los agravios.

Amaneció un espléndido día, y mientras Berta se levantaba escupió sangre. Las emociones y mala noche pasada tenían, sin duda, gran culpa. Mazzini la retuvo abrazada largo rato, y ella lloró desesperadamente, pero sin que ninguno se atreviera a decir una palabra.

A las diez decidieron salir, después de almorzar. Como apenas tenían tiempo, ordenaron a la sirvienta que matara una gallina.

El día radiante había arrancado a los idiotas de su banco. De modo que mientras la sirvienta degollaba en la cocina al animal, desangrándolo con parsimonia (Berta había aprendido de su madre este buen modo de conservar la frescura de la carne), creyó sentir algo como respiración tras ella. Volvióse, y vio a los cuatro idiotas, con los hombros pegados uno a otro, mirando estupefactos la operación... Rojo... rojo...

 —¡Señora! Los niños están aquí, en la cocina.

Berta llegó; no quería que jamás pisaran allí. ¡Y ni aun en esas horas de pleno perdón, olvido y felicidad reconquistada, podía evitarse esa horrible visión! Porque, naturalmente, cuando más intensos eran los raptos de amor a su marido e hija, más irritado era su humor con los monstruos.

—¡Que salgan, María! ¡Échelos! ¡Échelos, le digo!

Las cuatro pobres bestias, sacudidas, brutalmente empujadas, fueron a dar a su banco.

Después de almorzar salieron todos. La sirvienta fue a Buenos Aires y el matrimonio a pasear por las quintas. Al bajar el sol volvieron; pero Berta quiso saludar un momento a sus vecinas de enfrente. Su hija escapóse enseguida a casa.

Entretanto los idiotas no se habían movido en todo el día de su banco. El sol había traspuesto ya el cerco, comenzaba a hundirse, y ellos continuaban mirando los ladrillos, más inertes que nunca.

De pronto algo se interpuso entre su mirada y el cerco. Su hermana, cansada de cinco horas paternales, quería observar por su cuenta. Detenida al pie del cerco, miraba pensativa la cresta. Quería trepar, eso no ofrecía duda. Al fin decidióse por una silla desfondada, pero aun no alcanzaba. Recurrió entonces a un cajón de kerosene, y su instinto topográfico hízole colocar vertical el mueble, con lo cual triunfó.

Los cuatro idiotas, la mirada indiferente, vieron cómo su hermana lograba pacientemente dominar el equilibrio, y cómo en puntas de pie apoyaba la garganta sobre la cresta del cerco, entre sus manos tirantes. Viéronla mirar a todos lados, y buscar apoyo con el pie para alzarse más.

Pero la mirada de los idiotas se había animado; una misma luz insistente estaba fija en sus pupilas. No apartaban los ojos de su hermana mientras creciente sensación de gula bestial iba cambiando cada línea de sus rostros. Lentamente avanzaron hacia el cerco. La pequeña, que habiendo logrado calzar el pie iba ya a montar a horcajadas y a caerse del otro lado, seguramente sintióse cogida de la pierna. Debajo de ella, los ocho ojos clavados en los suyos le dieron miedo.

—¡Soltáme! ¡Déjame! —gritó sacudiendo la pierna. Pero fue atraída.

—¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! —lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó.

—Mamá, ¡ay! Ma. . . —No pudo gritar más. Uno de ellos le apretó el cuello, apartando los bucles como si fueran plumas, y los otros la arrastraron de una sola pierna hasta la cocina, donde esa mañana se había desangrado a la gallina, bien sujeta, arrancándole la vida segundo por segundo. 

Mazzini, en la casa de enfrente, creyó oír la voz de su hija.

—Me parece que te llama—le dijo a Berta.

Prestaron oído, inquietos, pero no oyeron más. Con todo, un momento después se despidieron, y mientras Berta iba dejar su sombrero, Mazzini avanzó en el patio.

—¡Bertita!

Nadie respondió.

—¡Bertita! —alzó más la voz, ya alterada.

Y el silencio fue tan fúnebre para su corazón siempre aterrado, que la espalda se le heló de horrible presentimiento.

—¡Mi hija, mi hija! —corrió ya desesperado hacia el fondo. Pero al pasar frente a la cocina vio en el piso un mar de sangre. Empujó violentamente la puerta entornada, y lanzó un grito de horror.

Berta, que ya se había lanzado corriendo a su vez al oír el angustioso llamado del padre, oyó el grito y respondió con otro. Pero al precipitarse en la cocina, Mazzini, lívido como la muerte, se interpuso, conteniéndola:

—¡No entres! ¡No entres!

Berta alcanzó a ver el piso inundado de sangre. Sólo pudo echar sus brazos sobre la cabeza y hundirse a lo largo de él con un ronco suspiro.

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