Agustín Basave Benítez |
Como politólogo, nunca ha dejado de sorprenderme la certeza con que algunos de mis colegas descifran el mandato de las urnas. Sin sombra de duda, ex cathedra, decretan qué le han ordenado a un gobernante millones de votantes que a menudo discurren su voto por muchas y muy distintas razones.
El caso de la reciente elección presidencial en México es sintomático. No faltan exégesis sobre la voluntad general manifestada el pasado 1 de julio con minuciosos instructivos que, dicen, el electorado le entregó a Enrique Peña Nieto. La verdad es que la única instrucción inequívoca que yo leo en el conjunto de votos emitidos en esos comicios es la de que EPN se alíe con alguno(s) de sus opositores para desahogar su agenda legislativa, puesto que su partido no obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso.