jueves, 18 de octubre de 2012

Lorenzo Meyer - Neopriismo e historia

Lorenzo Meyer
La ausencia de Miguel Ángel Granados Chapa es tan fuerte como al inicio

Conceptos

Si se acepta como útil el concepto de neopanismo, pues igual conviene introducir ya el de neopriismo. Puede ser conveniente para diferenciar al PRI que hoy retorna a la Presidencia del modelo original, pues hay diferencias entre ambos.

El término neopanismo hace referencia a quienes sin haberse formado en la militancia panista se apoderaron del PAN en los 1980 para convertirlo en el instrumento que les permitiera tomar el poder. Vicente Fox encarna a la perfección al neopanismo. Por otra parte, los priistas originales son los políticos formados en la tradición autoritaria ligada a la Revolución Mexicana que dominaron la vida política de México a través del PNR, luego del PRM y finalmente del PRI, hasta la crisis de 1982. En algún momento posterior –en el sexenio de Miguel de la Madrid-, la dirigencia priista desechó no los métodos sino el discurso y los objetivos que había mantenido hasta entonces –en nacionalismo revolucionario-, y surgió el neopriismo.



El discurso neopriista ya no se apoya en la concepción de la Revolución Mexicana que en el pasado le dio cierta coherencia y le sirvió de eficaz instrumento de legitimación. Y en la medida en que su idea de la historia ha variado, en particular la del siglo pasado, entonces también lo ha hecho su proyecto de futuro. 

Historia

Una de las razones originales del quehacer histórico fue cumplir una obligación con los que ya no viven, especialmente con aquellos individuos o grupos que hicieron un esfuerzo excepcional por darle un sentido profundo a la época en vivieron. El primer historiador de Occidente, Heródoto (484-425 a.C.), señaló que el objetivo de su tarea era evitar que el paso del tiempo hiciera olvidar las grandes acciones y razones del pasado. Niall Ferguson, historiador de nuestros días, asienta en el prefacio de su última obra que las razones del griego siguen siendo válidas: "He escrito este libro porque tengo la impresión de que en estos tiempos los vivos no están prestando suficiente atención a los que ya murieron", (Civilization, Penguin, 2012, p. XVIII). 

En contraste con ese temor al olvido, en el México actual y al examinar las opciones políticas a las que nos enfrentamos, hay quienes desde dentro y fuera, nos dicen que debemos dejar de recordar el pasado como lo hemos hecho, en particular el de las luchas revolucionarias, el cardenismo y el nacionalismo, para fijarnos en el lo que importa: el futuro o futuros posibles. Y el futuro es plural porque lo que vendrá nunca está escrito de antemano; siempre hay caminos alternativos y, según el punto de vista de los rupturistas, para México hoy lo mejor es cambiar la trayectoria heredada del pasado. Uno de los primeros en formular esta propuesta de manera clara fue Robert Pastor. En ese decisivo año de 1988, afirmó: "en México [la historia] es un bloque de granito que inhibe el movimiento. En Estados Unidos es una piedra rodante. En México, el pasado ´vive´. Los mexicanos están orgullosos de su herencia... pero pesimistas sobre su futuro. En contraste... en Estados Unidos el pasado motiva y no retrasa el futuro", (con Jorge Castañeda, Limits to frienship, Alfred A. Knopf, p. 47). Todo indica que Carlos Salinas le tomó la palabra a Pastor y empezó a dar forma al neopriismo para lanzarlo contra el bloque de granito histórico para despejar el camino al futuro neoliberal.

Pasados en lucha

Si en sentido estricto la historia no se puede cambiar y pasado hay sólo uno, en la práctica nadie nunca podrá recrear a plenitud todo lo que pasó ni las razones exactas por las cuales pasó. Lo que efectivamente sucede es que el historiador hace una recreación selectiva de hechos y razones de lo sucedido –guerras, revoluciones políticas o científicas, victorias, derrotas, etcétera. Es así que surge una pluralidad de pasados, pues mientras unos seleccionan unos hechos otros subrayan otros y, sobre todo, los interpretan de manera diferente, incluso opuesta. Esas diferencias son resultado de enfoques o intereses en conflicto, de choques ideológicos. Así un mismo fenómeno –la Revolución Mexicana, por ejemplo- ha sido recreado de varias maneras. En la práctica, por tanto, no hay un pasado sino varios y en conflicto. Toca a cada uno elegir de entre los enfoques disponibles o elaborar el propio.

Propuesta imposible

Quienes hoy sostienen que para decidir acertadamente entre las opciones de pasados, lo más prudente sería desprendernos de aquellas que si bien pudieran haber sido útiles, hoy ya son un lastre. Seguir insistiendo en la historia de agravios en relación con Estados Unidos –guerras y pérdidas territoriales, invasiones, reclamos, presiones, discriminaciones, etcétera- sólo sirve para mantener viva la desconfianza y desaprovechar las oportunidades de colaboración con el país vecino y de jugar un juego en que todos ganemos y nadie vuelva a perder. Desde la perspectiva anterior, es imperativo cambiar radicalmente la visión de una historia forjada por el régimen surgido de la Revolución Mexicana e institucionalizada bajo el PRI, para legitimar los cambios en la legislación y finalmente aprovechar a fondo las oportunidades de crecimiento material que entonces se presentaran.

Desde esta perspectiva, el nacionalismo petrolero forjado a lo largo de décadas y que desembocó en la expropiación petrolera de 1938 y en la intensa lucha que siguió para lograr la supervivencia de Pemex, ya no permite seguir el ejemplo de grandes empresas petroleras estatales como Statoil de Noruega o Petrobras de Brasil, que se abren a la participación del capital privado, interno y externo, y que por ello son hoy exitosas en tanto Pemex es una gran empresa pública ineficiente y cargada de corrupción. Esta posición es hoy la del Presidente electo Enrique Peña, que en sus recientes viajes al extranjero ya se ha comprometido a que, en cuanto asuma su cargo, propondrá modificaciones legales de fondo para abrir la industria petrolera al capital externo, exactamente lo opuesto al proyecto sostenido con éxito por uno de los priistas originales más encomiados por nuestra historia: el presidente Lázaro Cárdenas.

Urgente

Desde la perspectiva de quienes se proponen acabar con las "telarañas mentales" que arrastramos del pasado, es urgente elaborar y adherirnos a una nueva visión de nuestra historia, en particular a una que mande al "basurero de la historia" lo que aún queda del llamado "nacionalismo revolucionario" –anti imperialismo, latinoamericanismo, Estado activo e interventor en favor de los intereses de los grupos populares- por haber servido, finalmente, de mera pantalla para legitimar la ineficiencia del PRI anterior a la globalización y cuyos remanentes hoy impiden la plena apertura de la economía mexicana al necesario capital privado nacional y, sobre todo, extranjero. Se trata, en suma, de ver el presente y el futuro de manera que la idea que tengamos del pasado se asemeje a la que Pastor supone que es la norteamericana y que no siga siendo usada como justificación para no hacer las "reformas estructurales" y en cambio mantener intereses creados corruptos que impiden adecuar a los tiempos actuales de gran flexibilidad el marco legal que regula las relaciones obrero-patronales o introducir la competencia plena en el mercado de la energía eléctrica o las comunicaciones, entre otras cosas. En fin, que hay que desechar una concepción de la historia mexicana que impide abrir plenamente las anchas avenidas de la "destrucción creativa" de las fuerzas del mercado en esta época de capitalismo global y, sobre todo, dejar de ver a Estados Unidos como una amenaza y acomodarnos a él lo mejor que podamos dentro del subsistema internacional que domina: el de la América del Norte. Lo peor que podemos hacer, según esto es insistir en juzgar al presente y, sobre todo al futuro, en función del pasado.

Lucha de historias

¿Es posible y conveniente para todos los mexicanos mandar al sitio donde los recuerdos desaparecen esa visión del México donde alguna vez los sectores populares se enfrentaron con cierto éxito a los intereses oligárquicos y al imperialismo?

Mientras el neopriismo llega a darle forma a una nueva visión del pasado, tal y como lo han demandado Jorge Castañeda y Héctor Aguilar en su ensayo Regreso al futuro, (Santillana, 2010, pp. 94-101), la izquierda puede y debe seguir trabajando e insistiendo en la suya, en esa que los priistas ya desecharon: la propia de un nacionalismo defensivo y progresista que de sentido hoy al proyecto nacional de un País que es vecino de una gran potencia poseedora desde hace más de dos siglos de un nacionalismo muy vivo pero muy agresivo: Estados Unidos.

Leído en: http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104

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