Para problemas extraordinarios— como los que se viven en Michoacán y Guerrero— se requieren soluciones extraordinarias. Manejo extraordinario de recursos, extraordinaria claridad en las prioridades y, sobre todo, liderazgo extraordinario. Y no se vislumbran ni soluciones ni recursos extraordinarios. Sobre todo, no podemos esperar liderazgo extraordinario. De hecho podríamos afirmar que no hay liderazgo, ni estatal ni federal, que pueda ayudar a encontrar un camino rumbo a la solución a largo plazo de los problemas que aquejan a estas dos entidades.
Bloqueos, comunidades enteras tomadas por grupos armados, emboscadas a fuerzas federales, actividades económicas paralizadas, la población dispuesta a armarse ante la incompetencia del gobierno, la inexistencia de un gobierno estatal... Esta es la situación actual en Michoacán y Guerrero. En cualquier otro país, la situación de violencia en los últimos días en ambas entidades habría dado pie a alguna declaratoria de estado de excepción o de desaparición de poderes, amén de una movilización nacional y hasta internacional para encontrar una salida al problema.