Desde que Gabriel Quadri decidió ir como candidato presidencial del
Partido Nueva Alianza se han desatado interminables cuestionamientos
sobre su decisión de abanderar a un partido que le abre espacios
legislativos y de gobierno al SNTE. El ingeniero, académico, ex
funcionario público y ecologista ha pasado incomodísimos momentos en
entrevistas, intentando explicar lo que hasta hoy no tiene cuadratura.
Quadri sabe de antemano que no puede aspirar realmente a ganar la
Presidencia, así que su papel como candidato tiene por lo menos dos
posibles motivaciones: jalar los votos de algunos indecisos que apuntan
a votar por el individuo sin prestar mucha atención al partido político
que conservará el registro y atacar discursivamente a los contendientes
del PRI que resulten una amenaza ante la que pareciera ser una batalla
ganada.
Si tenemos en cuenta que no es políticamente correcto hacer explícitos
ninguno de estos dos objetivos, será interesante ver cómo se desenvuelve
Quadri en los debates que ha programado el Instituto Federal Electoral.
Mapear a sus contendientes para definir la estrategia de ataque no es
sencillo, sobre todo porque el partido que lo apuntala no tiene una
identidad propia con la que pueda manejarse de manera independiente y,
por lo tanto, no podrá presentarse con una actitud libre y confrontante
para abatir por igual a sus adversarios.
Basta echarle un ojo a las alianzas que el Panal ha cerrado en las
diferentes entidades de la república, para confirmar que la ruptura con
el Revolucionario Institucional no es más que una estrategia para
quitarle a la imagen de Peña Nieto la sombra de Elba Esther Gordillo. El
Panal en casi todos los estados se disuelve nuevamente en una misma
fórmula con el PRI y el Partido Verde. Ya se han registrado juntos por
lo pronto en Tabasco, Morelos, Colima, Hidalgo y además se cocinan
posibles alianzas en el Estado de México. En los procesos legislativos
tanto locales como federal, el Panal y el PRI siguen operando como una
sola fuerza. La excepción es Guanajuato, en donde Nueva Alianza ha
optado por aliarse con Acción Nacional para apuntalar la candidatura a
gobernador de Miguel Márquez.
Gabriel Quadri no ha presentado resistencia alguna para defender a un
partido en el que no ha militado, a pesar de que no comparte su
plataforma electoral, enfocada a posicionar políticamente al magisterio.
Se ha sometido disciplinadamente al grado de salir a la defensa de la
maestra Gordillo y de su partido después de las acusaciones de que el
ISSSTE destinó dinero de su presupuesto a Nueva Alianza.
Se debe tener templanza para soportar los embates que ha aguantado y los
que están por venir. Asumirse progresista, honesto e innovador y
paralelamente encabezar la candidatura presidencial de un partido que
coloca como candidatos plurinominales al Congreso a Fernando González,
Mónica Arriola y a René Fujiwara —yerno, hija y nieto de Elba Esther
Gordillo— puede ser resultado de un destello esquizofrénico. Pero quizá
sea menos espontáneo e incongruente de lo que se mira a simple vista.
En los debates podremos detectar si Quadri, junto con su partido juega
el papel de un segundo frente del Revolucionario Institucional, lo que
implicaría que se mueva hábilmente para no evidenciar las dificultades
argumentativas de Enrique Peña Nieto, cuando carece de apoyo externo.
Atacará de frente a Andrés Manuel López Obrador y será sigiloso pero
contundente con Josefina Vázquez Mota. Sería bueno preguntarle si
estaría dispuesto a ocupar alguna secretaría de Estado, como parte del
equipo de Peña Nieto, en caso de que éste resultara ganador. El rol que
asuma en ambos debates no sólo será fundamental para el posicionamiento
del Panal y la garantía de su registro, sino para elevar el costo de la
recompensa que deberá hacerle el PRI una vez que haya terminado este
proceso tan fastidioso.