Todo tiene un final. Incluso Andrés Manuel López Obrador.
El incombustible caudillo de la izquierda mexicana ha puesto fecha de
término a su carrera política: las elecciones presidenciales de 2018. Si
para entonces vuelve a ser derrotado, abandonará la política y se
retirará a su idílica quinta La Chingada, en Tabasco. “Si
desgraciadamente nos va mal en el 18 seguiré sembrando plantas e ideas
hasta que fallezca, pero no volvería nunca más a ser candidato de nada”,
afirma en un sabroso artículo de opinión publicado en Reforma.
Lo que en cualquier otro político sería normal, rompe los moldes con López Obrador. Si algo caracteriza su larga carrera política, primero en el PRI, luego en el PRD y ahora en Morena, es su tenaz resistencia a reconocer la derrota. Tanto en 2006 frente a Felipe Calderón como en 2012 ante Enrique Peña Nieto rechazó aceptar los resultados y llamó a la contestación civil.
Lo que en cualquier otro político sería normal, rompe los moldes con López Obrador. Si algo caracteriza su larga carrera política, primero en el PRI, luego en el PRD y ahora en Morena, es su tenaz resistencia a reconocer la derrota. Tanto en 2006 frente a Felipe Calderón como en 2012 ante Enrique Peña Nieto rechazó aceptar los resultados y llamó a la contestación civil.