PRIMER TIEMPO: El conspirador, víctima de la conspiración. Realmente son pocos quienes tienen dudas de que el ex presidente Felipe Calderón es quien provocó el conflicto entre Ernesto Cordero y el líder del PAN, Gustavo Madero, que ha llevado a su partido a un pozo que a veces parece no tener fondo. Hubo un temerario periodista que afirmó hace unos días que Calderón y Cordero habían acordado la estrategia de destrucción en Harvard, la universidad en la que pasará este año el ex presidente como investigador asociado, y muchos otros que sugieren que el senador es marioneta de su ex jefe. A Calderón, mientras tanto, se le vio en La Paz, Baja California, días después de haber estado en Mónaco primero y Montreal después, donde fue invitado a los grandes premios de la Fórmula Uno, de la cual es aficionado. Pero los arquitectos de la conspiración no se percataron de que también estuvo en la ciudad de México y que hace apenas una semana comió con algunos de sus ex colaboradores y amigos para reflexionar en voz alta qué sería lo más conveniente que hiciera: dejar que las dinámicas del partido siguieran su tala de demolición, o intervenir como mediador. Ni dudaron sus interlocutores. Que no se metiera, le dijeron que era lo más adecuado. Cualquier participación, por mejor interesada que fuera, podría provocar una crisis más profunda, pues daría elementos para que quienes quieren incendiar a Cordero, tuvieran su bala de plata para demostrar que, en efecto, responde a los intereses de Calderón. El ex presidente tomó la recomendación, comió, rio y ni siquiera le reclamó a su cuñado Juan Ignacio Zavala por qué lo había expuesto al pelearse en las redes sociales con Madero y otro senador, Javier Corral, espadachín actual del dirigente panista. Empacó sus cosas y se fue de la ciudad de México. Entre más lejos por ahora, mejor, aunque la autoría de ser el conspirador en jefe contra Madero no se la quitará jamás.
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