sábado, 22 de junio de 2013

Raymundo Riva Palacio - El sexo de los ángeles

PRIMER TIEMPO: El conspirador, víctima de la conspiración. Realmente son pocos quienes tienen dudas de que el ex presidente Felipe Calderón es quien provocó el conflicto entre Ernesto Cordero y el líder del PAN, Gustavo Madero, que ha llevado a su partido a un pozo que a veces parece no tener fondo. Hubo un temerario periodista que afirmó hace unos días que Calderón y Cordero habían acordado la estrategia de destrucción en Harvard, la universidad en la que pasará este año el ex presidente como investigador asociado, y muchos otros que sugieren que el senador es marioneta de su ex jefe. A Calderón, mientras tanto, se le vio en La Paz, Baja California, días después de haber estado en Mónaco primero y Montreal después, donde fue invitado a los grandes premios de la Fórmula Uno, de la cual es aficionado. Pero los arquitectos de la conspiración no se percataron de que también estuvo en la ciudad de México y que hace apenas una semana comió con algunos de sus ex colaboradores y amigos para reflexionar en voz alta qué sería lo más conveniente que hiciera: dejar que las dinámicas del partido siguieran su tala de demolición, o intervenir como mediador. Ni dudaron sus interlocutores. Que no se metiera, le dijeron que era lo más adecuado. Cualquier participación, por mejor interesada que fuera, podría provocar una crisis más profunda, pues daría elementos para que quienes quieren incendiar a Cordero, tuvieran su bala de plata para demostrar que, en efecto, responde a los intereses de Calderón. El ex presidente tomó la recomendación, comió, rio y ni siquiera le reclamó a su cuñado Juan Ignacio Zavala por qué lo había expuesto al pelearse en las redes sociales con Madero y otro senador, Javier Corral, espadachín actual del dirigente panista. Empacó sus cosas y se fue de la ciudad de México. Entre más lejos por ahora, mejor, aunque la autoría de ser el conspirador en jefe contra Madero no se la quitará jamás. -



SEGUNDO TIEMPO: Para todos aquellos que esperan su caída, siéntense. La feria de los rumores abrió su temporada de verano con una fila de gobernadores que, aseguran en la República de las Opiniones, serán destituidos —mediante el elegante proceso de solicitar licencia- para que se incorporen al gabinete. Es el Principio de Peter lo que plantean, o sea que en la gubernatura llegaron al límite de su incompetencia y se tienen que ir. Atraerlos al gabinete es la vieja solución priista para corregir sin lastimar mucho. El número uno en la lista es el mexiquense Eruviel Ávila, a quien le echan en cara que el crimen del narcotráfico inundó su estado —en realidad regresó por una mala estrategia de contención criminal del actual gobierno— y que está desbordado por la ingobernabilidad. Pero los republicanos traen la mira chueca, o piensan que las dos personas que más lo quieren en el gobierno federal no cuentan. Uno es el presidente Enrique Peña Nieto y otro es el secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Quizás habría que recordar a los republicanos que son los dos políticos más poderosos del país en este momento, por lo que Ávila no está tan desprotegido como parece. Peña Nieto no oculta su afecto por su sucesor. En lo semiótico siempre que hay actos públicos lo lleva junto a él o viaja con él. Pero en lo privado, que es donde las cosas toman su verdadero valor, es aún más cariñoso. Por ejemplo, en esta época donde a todos dentro y fuera del gobierno Videgaray les aplicó la deshidratación de sus recursos, Ávila no sólo obtuvo lo presupuestado dentro de su plan de desarrollo, sino que le dieron adicionales para más obras de infraestructura. Palomeado por el Presidente, el secretario de Hacienda, con quien sostiene una muy cercana amistad desde mediados del gobierno mexiquense de Peña Nieto, empujó el lápiz a su favor. O sea, si el planteamiento sobre Ávila es la caída, resultó para arriba. -


TERCER TIEMPO: Entre la gimnasia y la magnesia. A la crisis que vive el PAN sólo le hizo mella en el escándalo mediático de la semana la entrevista que concedió el presidente Enrique Peña Nieto al Financial Times, de Londres, en la cual dijo que buscaría reformas constitucionales para que se abra Pemex a la inversión extranjera. Como el lexicón político mexicano es bastante laxo y muchas veces arbitrario, el verbo de “abrir” Pemex se cambió milagrosamente por “privatizar” la empresa, con lo que inició formalmente el debate público sobre la reforma energética que se presentará en septiembre. El verbo se convirtió en el eje del forcejeo entre las fuerzas políticas, encabezadas por la izquierda reformista, representada por el dirigente del PRD, Jesús Zambrano, quien dijo que una privatización sería rechazada, y extrapoladas por la izquierda social, cuyo jefe, Andrés Manuel López Obrador, anticipó movilizaciones en todo el país para oponerse a ella. El Presidente fue atrapado en el fuego cruzado. Repitió que no dijo privatizar sino abrir, pero dio unos pasos para atrás al señalar que aún no se terminaba de analizar si se hacían cambios constitucionales o sólo reformas a las leyes secundarias. El fuego no se apaga, pero será sofocado la próxima semana cuando la izquierda acuda a su gurú en materia energética, Cuauhtémoc Cárdenas, quien dará la línea de lo que será la reforma que presentará el gobierno: no habrá ninguna privatización, por supuesto, pero tampoco se modificará el artículo 27 constitucional sobre la propiedad de los hidrocarburos. Lo demás, cuente con ello, entrará en la reforma energética, que será aprobada por tres cuartas partes de las cámaras, con o sin la participación de la izquierda. Pero el debate se pondrá intenso, y como empezó, será en torno del sexo de los ángeles, que nunca se encontrará, lo que no impide que existan en el imaginario y que se siga avanzando todos los días lejos del infierno.

 rrivapalacio@ejecentral.com.mx
Twitter: @rivapa

Leído en http://www.razon.com.mx/spip.php?page=columnista&id_article=177755

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