|
Rafael Loret de Mola |
El movimiento “pacifista” de Andrés Manuel López Obrador no toma en cuenta a sus extensiones, los grupos apoyados por el mismo o financiados desde las tinieblas por algunos de los dirigentes de sindicatos o fracciones de éstos en rebeldía. Según parece, para ellos, es mejor negocio estar desocupados que atendiendo sus cargos. Cuando menos, eso sí, ganan más candilejas y luego se quejan de inequidad. Porque nadie podrá negar que, durante las últimas semanas la figura más mediática ha sido la del tabasqueño provocador mientras pocas luces se conceden al candidato triunfador, Enrique Peña Nieto, cuya estrategia, al parecer, consiste que su adversario se desgaste sólo hasta extinguirse; pero, si la memoria no nos falla, en 2006 ocurrió todo lo contrario y el estigma del “espurio” recorrió todo el sexenio.
Hay riesgos por doquier. Uno de ellos es el hecho de que no están plenamente identificados los dirigentes del #Yo soy 132, de aires juveniles frescos convertido luego en una secuela amorfa con anarquistas incluidos por obra y gracia de los manipuladores de la izquierda –entre ellos, Manuel Camacho Solís, pionero la especialidad de formar grupos de choque integrados por muchachos en apariencia estudiantes, para mantener viva la flama de 1968-, y que constantemente se descalifican, unos a otros, tras determinadas acciones. Esto es: El uniforme es fácil de ponerse cuando no existe un liderazgo claro y con control de las distintas corrientes, como sí sucedió con el Consejo Nacional d Huelga hace ya 44 años. Tal es una diferencia que complica, enormemente, las cosas.
Otro peligro, acaso el de mayores contenidos, es la infiltración de personajes dispuestos a utilizar a los jóvenes como carnada y dirigirlos hacia la comisión de delitos generales que pudieran poner en serio riesgo no sólo la conclusión del proceso electoral, con un TRIFE copado y quizá sorprendido, sino incluso la estabilidad de la República. Por ejemplo, el llamado a ocupar plazas públicas y marchar hacia el Palacio de San Lázaro el primero de septiembre –señalado para la apertura de la próxima Legislatura y la presentación del último informe de Calderón-, es apenas el inicio de una serie de movilizaciones que podrían anclar, como anuncian, en la “toma de medios de comunicación en el Distrito Federal y de casetas de peaje por todo el país”. Lo anunciado es, en sí, un serio delito en etapa de incitación o tentativa, por lo que las autoridades correspondientes, cuando menos, debieran prevenir –y sancionar- las posibles ocupaciones obviamente ilegales. Nadie puede disponer de bienes de terceros y, mucho menos, buscar incidir en los criterios editoriales por la fuerza. Sólo, claro, que ya estemos en un estado fascista.
Por supuesto, Andrés Manuel tiene la habilidad de deslindarse de estos grupos, aduciendo que los partidos por cuyas siglas compitió “son ajenos” y, por ende, subrayar sus intenciones “pacifistas”. Pero, por desgracia, el propio personaje nos ha enseñado, desde su enajenación personal por ser llamado “presidente legítimo”, a leer al revés. ¡Qué distinto al político trabajador y honesto que nos fue mostrado al frente de la jefatura del Distrito Federal en 2000! Bien se dice, lo repito, que en nuestro país los antagonistas acaban por parecerse.
Insisto en una anécdota clave cuando Fernando Gutiérrez Barrios, ya extinto y considerado en la cúspide de su carrera “el hombre leyenda”, definió a quien había sido su jefe, Carlos Salinas de Gortari:
--Para equilibrarse emocionalmente, Salinas necesita el poder; si no lo ejerce se vuelve loco.
Así, igual, López Obrador. ¿Será por esta razón por la cual le ha sido imposible dar respuesta coherente –salvo la de que “eso” sucedió “hace mucho tiempo”-, sobre la cercana presencia de algunos de los ex salinistas más preclaros, entre ellos el mencionado Camacho, Ricardo Monreal e incluso Marcelo Ebrard quien ahora opta por guardar distancias-? Más vale callar al respecto para no entrar en un berenjenal sin salidas. Cuando no hay argumentos, suele la izquierda enterrar la cabeza como los avestruces cuyos criaderos, por cierto, se extienden desde que las mafias dominan el centro y norte del país. Las manera de lavar el dinero son cuantiosas como los intereses no claros del Citygroup y otros bancos, como el HSBC, señalados por proteger a los grandes capitales provenientes del narcotráfico. Lavanderías, para decirlo coloquialmente, como se ha denunciado desde hace años sin que nadie se atreva a desmantelar las poderosas estructuras.
De consumarse las advertencias de los grupos ligados al “antipeñismo”, furiosos porque no hay manera de corroborar que diecinueve millones de mexicanos optaron por esta opción –salvo culpar a cinco millones de pobres por venderse y corromperse por la tremenda desigualdad social, esto es como si el núcleo de la perversidad anidara en ellos, una tesis muy poco social por cierto-, caeríamos, sin remedio, en la anarquía y el descontrol, propicios para que México fuera considerado “estado fallido”, una condición que afanosamente han buscado los últimos tres embajadores de los Estados Unidos en nuestro país y que el actual, Earl Anthony Wayne, no descarta sino, más bien, trabaja soterradamente para lograrlo y posibilitar así la injerencia, o invasión disfrazada, de la poderosa nación del norte contra los últimos jirones de soberanía que nos quedan.
¿Es a esto a lo que quieren apostar los jóvenes azuzados por los extremistas? Estoy cierto que no. Pero tampoco han analizado los posibles efectos de sus actos. ¿La invalidez de las elecciones, por ejemplo? Ello traería serios argumentos en contra de nuestra democracia luego de que los observadores internacionales consideraron aleccionadora la jornada cívica del primero de julio, la única noticia positiva sobre México en largos años que fue enturbiada por una protesta sobredimensionada. ¿Excesos de gastos en las campañas? Los hubo en todos los partidos, con más intensidad en el PRI desde luego, lo que podría dar lugar, de acuerdo a la ley vigente, a una severa sanción pecuniaria sobre los partidos y candidatos a quienes se compruebe el derroche. Nada más: Ni inhabilitación de cargos, ni prisión ni, mucho menos, anulación de elecciones.
Éste es el punto medular: No se puede sancionar con exceso lo que en la ley ya está expresamente señalado con la coerción incluida.
Vuelvo a preguntar: ¿Por qué los legisladores, sobre todo perredistas, se negaron a actuar, durante seis años, para elevar sanciones, en su caso, o poner candados para repeler una costumbre, casi una tradición, que suele enturbiar todas las elecciones en México?¿Será porque quizá lo que ellos requieren es la confabulación de fraudes para elevar las presiones callejeras, su especialidad, y cooptar a quienes menos información tienen sobre el pasado de nuestro país? Es tan sencillo engañar, que López Obrador puede argüir que estuvo sólo “nueve meses en el PRI” cuando llegó a ser presidente estatal del mismo en su Tabasco natal. No es una acusación malsana, es un hecho cuya importancia crece en la medida en que el personaje niega sus orígenes y el de sus más cercanos consejeros.
Finalmente, en democracia, aunque gane el adversario, no se puede ni debe pedir la desaparición de un partido político. No estamos en la Alemania nazi ni en la Unión Soviética, ya extintas, sino en un México que quiere creer en la posibilidad de hacer valer el voto, nada más, sobre los montajes de las tarjetas de débito que no son garantía, de manera alguna, de compra-venta de sufragios: Al fin y al cabo, como bien dijo el propio López Obrador, se pueden aceptar... y después votar libremente. ¿Quién dice que no siguieron estas instrucciones los “cinco millones” de supuestos vendidos, pobres los más?
Debate
Más que por prudencia, la dirigencia del PRI no responde a las acusaciones de gastos excesivos –que los hubo a todas luces-, con otras similares contra sus adversarios del PRD y los susurros del PAN. El extraño hecho tiene su explicación: se aduce que buena parte de los fondos “extraordinarios” recibidos por Andrés Manuel y su equipo provinieron de las extensas arcas del mayor multimillonario del planeta, Carlos Slim. Y, desde luego, el PRI no quiere iniciar su andar en la Presidencia con tan grande enemigo. A ninguna de las partes convendría, menos al PRI, naturalmente, en fase de enfrentar los efectos de la crisis recesiva mundial –la segunda desde 2008-, ahora con los huracanes europeos de por medio y, en buena parte, herencia, por negligencia, de la administración de Felipe Calderón, el “simpático” inaugurador de obras de infraestructura que tanto benefician a los cargamentos ilegales. Tenemos la relación.
Con esta evidencia, ¿todavía queremos gastar más en unas elecciones extraordinarias que, casi con seguridad, arrojarían resultados similares si nos guiamos por los antecedentes? Tanto en los estados de Colima y Tabasco, así como recientemente en Morelia, los ganadores de la primera vuelta ganaron en los segundos comicios incluso con mayor margen. Pero más allá de esta evidencia el asunto tiene que ver con el derroche y los gastos subsecuentes de una parálisis gubernamental con un interinato de breve espacio... salvo si se da una reforma para extender el plazo. (Recuérdese el caso de Guanajuato, entre 1991 y 1995, cuando Carlos Medina Plascencia permaneció ¡cuatro años en la gubernatura contra todo mandato constitucional!)
Como el dictamen final del TRIFE, dados los alegatos y el supranatural número de expedientes a resolver, se espera para el 6 de septiembre, esto significa que, en caso de una invalidez de los comicios, el nuevo Congreso, que se estructuraría el primero del mismo mes, tendría que resolver lo conducente al mandatario interino y, desde luego, el PRI, con sus aliados –el Verde y PANAL-, harían por sí mayoría animando a los panistas suficientes para evitar el arribo de un izquierdista. Y en este nivel, sin duda, no habría “gallo” con más espolones que Manlio Fabio Beltrones, presunto líder de la bancada priísta en la Cámara baja. Insisto: ¿era esto lo que esperaba el calculador sonorense? Por lo pronto, Felipe Calderón ya privilegió a Sonora con puentes y carreteras largo tiempo esperados... en estos tiempos de la narcopolítica.
¿Nos van entendiendo los jóvenes inquietos en cuantos, la verdad, me veo retratado con aguda nostalgia? Este columnista vivió 1968 y 1971 y sus recuerdos distan mucho de ser gratos. Aprendimos a vivir con el dolor. Y no es recomendable. Seguiremos.
La Anécdota
Cuando le pregunté, en 2006, a Carlos Slim Helú si alguno de los candidatos presidenciales –entonces Calderón, López Obrador y Roberto Madrazo-, le habían visitado para “reforzarse”, el poderoso empresario esbozó una sonrisa y respondió:
--No tengo interés alguno en quien vaya a ganar. Yo estoy fuera de ese juego. Por eso les entregué recursos a todos por igual. Y se fueron muy contentos.
Pero ahora, la expectativa es distinta porque, de por medio, está el pulso entre el empresario más sagaz y afortunado de nuestra era y la poderosa Televisa.
loretdemola.rafael@yahoo.com.mx
Laído en:
http://www.vanguardia.com.mx/conjurascallejeras-1332137-columna.html