sábado, 28 de enero de 2012

Alfonso López - Democracia en decadencia.


Tres hechos marcan esta semana. Tres ejemplos de la decadencia de nuestra “democracia”: los debates que desató el semi-debate, el espionaje telefónico al Congreso y la dominación de los medios electrónicos sobre el interés público.
La versión de democracia que se ha impuesto en México es verdaderamente bizarra: se siembra en la conciencia colectiva la idea de que gobernantes y ciudadanos somos clases aparte. Lo digo porque quienes toman las decisiones públicas se van al rinconcito, allá hacen sus cuentas y sus arreglos, deciden y luego nos avisan cómo será la cosa de ahí en adelante, o ni nos avisan.

Supongo que a raíz del debate tan maquillado que ofrecieron los precandidatos del PAN hace días, a las críticas surgidas en ese sentido y sobre todo a que el PAN no dio muestras de querer repetir el experimento ya sin parapetos, varios medios invitaron a los aspirantes a repetir el ejercicio. Especial acento puso Primera Emisión de MVS, sobre todo cuando se topó con la indefinición: ¿Las recientes reformas a la legislación electoral prohiben o no debatir en los medios? Josefina Vázquez Mota no quiso tomar una posición hasta que lo hiciera la Comisión Nacional de Elecciones del PAN; Santiago Creel y Ernesto Cordero se dijeron dispuestos, el segundo con la condición de que el trío estuviera completo. Con precisión micrométrica se fueron eludiendo las posibilidades hasta que el debate se frustró y así, aunque la ley lo permita y la responsabilidad obligue, la democracia que nos han inventado les permitió negarse a debatir sin guión protector.

Evidentemente que eso tuvo la finalidad de evitarle a los tres el riesgo de cometer errores que les pusieran en evidencia, y ahí está lo grave: mediante esa ascéptica medida se busca llevarnos a contratar a ciegas al empleado principal del país. Además, lo obvio: si se esconden es porque algo tienen que esconder. Ya frustrada la posibilidad, entonces sí autoridades, precandidatos y partido, todos coincidieron en que debatir es fundamental en la democracia… pero la verdad es que cada quién hizo lo que quiso.

El espionaje al Congreso revive un asunto anovelado con maestría por Carlos Montemayor (Los informes secretos), pero ahora con un giro nuevo bien detectado por Carmen Aristegui (Reforma, 27 de enero): la incógnita de cuál de los súperpoderes es el que está espiando desde los trabajos hasta los acuerdos y las decisiones, vaya, incluso los asuntos privados de los legisladores. En tiempos de la “guerra sucia”, el entonces jefe de la Dirección Federal de Seguridad Miguel Nazar Haro (26-09 1924 / 26-01-2012) aplicaba estos métodos contra quien resultara incómodo para el régimen. El capítulo actual aporta la novedad de que es la clase dominante espiando a la clase dominante. El enemigo está en casa, pero hay fiesta y no es posible distinguirlo en la bola.

Quedó en evidencia el sometimiento de la clase política al poder de los medios, al ocultarnos también la decisión en el caso de la alianza Televisa – TV Azteca vía Iusacell, unión que anularía a cualquier competidor presente o futuro. No se conoce la decisión de la autoridad. Hay sospechas informadas de que ya fue tomada, y entonces cabe buscar la explicación del silencio oficial. Si se decidió negar la autorización para la alianza, entonces puede ser que se esté escondiendo la resolución para dar tiempo a que las televisoras “convenzan” de cambiar de opinión a quienes fallaron en ese sentido; pero si la autorizaron, entonces pudiera estar provocándose una pausa para que pase el furor de la noticia y luego la destapen ya sin llamar tanto la atención. La autoridad en la materia, la Cofetel, negó que esté retrasando su resolución y como argumentos mencionó varios que son completamente ajenos al caso; ya sabe usted, igual que sucede en las conversciones interpersonales, si la parte interpelada no quiere contestar simplemente responde algo que nada tiene que ver con el tema.

La influencia de los medios en la vida política es, sin rodeos, una amenaza nociva que pudiera sepultar nuestra democracia. El camino que conduce a tal final es el que estamos siguiendo: distorsionar u ocultar la realidad, a la vez que propagar una ilusión que esas voces tienen la fuerza para imponernos como realidad a conveniencia de sus propios intereses. Así es como se llega a controlar incluso a los gobiernos, qué decir de los gobernados.

Ocultar a los candidatos de la mirada pública, espiar el trabajo y hasta la vida privada de los congresistas (vaya usted a saber de quiénes más, quiénes espían y quiénes contraespían) y la imposición de los medios en la conciencia colectiva, todo conduce a la muerte de la democracia. Esto es una realidad dura de tragar, sí, pero es que si seguimos haciendo lo que hemos venido haciendo seguiremos consiguiendo lo que hemos venido consiguiendo.

Rosario Robles - No se pueden cambiar las reglas... aunque se mueran de hambre



Insólito. El coordinador nacional de Oportunidades reconoce que 20 mil rarámuris han sido excluidos de los programas de apoyos alimenticios, energéticos, becas escolares y atención sanitaria. La sorpresa es mayor cuando señala que les quitaron 950 pesos mensuales porque no cumplen con las reglas de operación establecidas. Porque no actúan con corresponsabilidad. Vaya declaración. A estos hombres y mujeres que viven en condiciones de extrema pobreza se les aplican los lineamientos con guillotina, cuando a los más poderosos de este país se les permite evadir impuestos y se les rescata sin reparo alguno con recursos públicos cada vez que su avaricia los lleva a una situación crítica. Pero en la base de la pirámide es otra la perspectiva. Ni siquiera en la lógica de las migajas que representan los esquemas de transferencias monetarias caben estos mexicanos que, por ser indígenas, sufren una discriminación mayor. Lo increíble es que ni siquiera para esto haya imaginación, capacidad, vocación, compromiso de los encargados de estas políticas. Se eliminó a estos 20 mil rarámuris de los listados —dice el funcionario— porque no podían acudir a consulta dos veces a la semana como lo requiere la entrega de estos apoyos por la sencilla razón de que el hospital más cercano les queda a 12 horas de camino. Aduce que viven en comunidades muy alejadas y dispersas y constantemente cambian de hogar, por lo que sus empleados tendrían que dedicar 36 horas de camino para llegar hasta ellos. Ni pensar en dejar el confort y la comodidad de una oficina para prevenir, atender y evitar una tragedia como la que hoy se vive en esa región del país.
Pero el asunto es más de fondo. Por un lado tiene que ver con los esquemas de transferencias monetarias cuestionados por sus muy relativos alcances y porque al final de cuentas, después de dos décadas de aplicarse, no han logrado revertir la pobreza y la desigualdad que caracteriza a nuestro país, entre otras cosas porque las estrategias de desarrollo social se han limitado a estos esquemas y carecen de un enfoque integral relacionado con una economía productiva, la única capaz de contrarrestar la pobreza, redistribuir el ingreso, disminuir desigualdades y generar políticas de seguridad social universal. El problema radica también en la mediocridad de quienes tienen que ver con estas políticas, con su incapacidad de entender que el Estado es socialmente responsable de que todos los mexicanos, sin excepción alguna, puedan ejercer su derecho a vivir con dignidad. No pueden concebir formas alternativas para hacer llegar esos recursos. No pueden ni siquiera echar mano del enorme ejército de reserva que representan los jóvenes sin trabajo ni educación para obtener de ahí una fuerza social dedicada a aplicar programas de atención que los acerque a las comunidades, que les otorgue la responsabilidad de hacerles llegar los apoyos, que los comprometa con su país al tiempo que obtienen un ingreso para vivir. En el fondo, el origen de esta desnutrición y pobreza crónica está relacionado con la exclusión y la marginación los pueblos indígenas. Víctor Quintana, dirigente social y político, ubica a la perfección el momento del quiebre. No es de ahora. Es una historia que arranca desde hace mucho. Desde que los indígenas de la sierra tarahumara fueron arrojados a las regiones inhóspitas para expropiarles las tierras en las que vivían y que se caracterizan por contar con enormes recursos forestales y mineros que ahora son explotados para el beneficio privado de unos cuantos, incluso extranjeros. Porque a pesar de que ahí, donde ahora viven, nacen los caudalosos ríos que riegan las fértiles zonas agrícolas de Sonora y Sinaloa, esto no les representa a ellos ningún ingreso por servicios ambientales como en justicia debería ser. De ahí la imperiosa necesidad de darle un vistazo otra vez a los acuerdos de San Andrés, de volver a lo básico: el reconocimiento de los derechos de nuestros pueblos originarios. De lo contrario se seguirán muriendo de hambre mientras el gobierno construye millonarias estelas de luz.
Ser… o neceser
Demián Bichir, actor extraordinario y mexicano comprometido con su país, con su gente. Nos sentimos orgullosos de su más que merecida nominación. Enhorabuena.

Meyer - Ya no es lo que fue: el Estado

· Verdades evidentes

A cualquiera que se interese en el núcleo duro del proceso político en México y el mundo, le resultará evidente que hoy la autoridad gubernamental a duras penas puede controlar las conductas de las grandes concentraciones de capital y, en ocasiones, ni eso. En nuestro país, un ejemplo es el caso de la Comisión Federal de Competencia (CFC), cuyo presidente declaró, como forma de pedir auxilio, que los dos gigantes que dominan la televisión abierta en México -Televisa y Televisión Azteca, que concentran el 94.4% de la audiencia- le presionaban para que aprobara la unión de ambas televisoras en Iusacell para ofrecer el llamado "cuádruple play" (telefonía fija, móvil, televisión e internet). Sin embargo, una vez tomada la decisión, la CFC se quedó muda, parecía que en vez de regir quería pasar desapercibida.

La Constitución mexicana prohíbe la existencia de monopolios y prácticas monopólicas. Sin embargo, lo que hoy intenta el gobierno ya no es que se cumpla con la norma, sino apenas contener o desacelerar el avance de un proceso monopólico muy agresivo.

 · De soldado a jefe del jefe

En sus orígenes, la industria de la televisión mexicana estaba claramente subordinada a la voluntad presidencial, centro de un régimen político autoritario. En una célebre declaración, Emilio Azcárraga Milmo afirmó "Soy soldado del PRI y del presidente" (citado por Carlos Monsiváis, Proceso, 20 de abril, 1997, p. 58). Como bien lo explican Claudia Fernández y Andrew Paxman, el ser soldado del PRI y del Presidente significaba entonces, ente otras cosas, la subordinación total del contenido de los noticieros de Televisa a las necesidades políticas del régimen hasta llegar a la desinformación -sobre todo en tiempos electorales-, en una sociedad donde las mayorías sólo se informan de política por la televisión. Esa relación de subordinación le resultó extraordinariamente fructífera a la televisión pero fue a costa del interés nacional (El Tigre. Emilio Azcárraga y su imperio Televisa, México: Grijalbo-Mondadori, 2001, pp. 381-417 y 483-510).

La situación anterior ha sufrido un gran cambio, de casi 180 grados, en los últimos 20 años. De soldado, el consorcio televisivo se convirtió en general y comandante en jefe del gobierno. Hoy el subordinado es el Estado. Y es que el sometimiento original de los grandes monopolios mexicanos a la voluntad presidencial experimentó un cambio notable cuando coincidieron dos procesos, uno local y otro mundial: la caída del sistema priista y el triunfo mundial de la lógica del mercado, la privatización, la desregulación neoliberal y el consecuente aumento de los excluidos y de la concentración de la riqueza a nivel global. El resultado ha sido lo que vivimos hoy en México (y en otros países, notablemente Estados Unidos), donde el Estado ha perdido mucho de su antiguo control, y en ocasiones todo, sobre las grandes concentraciones de capital. El resultado final es que la sociedad -ese 99% del que hablan los "indignados" y los "occupy Wall Street"- se ha quedado más desprotegida de lo que ya estaba.

· La teoría

En la ciencia política tradicional se desarrolló un enfoque para examinar la relación Estado-sociedad, que solía colocar al Estado en el extremo superior de un espectro de distribución del poder y a la masa ciudadana en el otro. Y para explicar la relación entre la poderosa maquinaria política y burocrática estatal y la multitud de individuos aislados, casi inermes, se ponía el acento en el espacio intermedio, ocupado por las organizaciones que servían para unir y mediar entre ambos extremos: partidos, ONG, iglesias, etcétera. Así, en un sistema democrático, una sociedad civil fuerte se movilizaba para impedir que el Estado avasallara a la sociedad y para que el ciudadano hiciera llegar sus demandas a las instituciones de gobierno y vigilara su cumplimiento. En contraste, en el sistema totalitario, el Estado impedía la creación de organizaciones ciudadanas independientes y en cambio creaba las corporaciones, desde sindicatos hasta clubes deportivos, pasando por empresas, instituciones educativas, culturales, etcétera, que le servían para controlar y manipular toda la vida social. En algún punto intermedio, combinando características de los dos modelos básicos, se encontraba el régimen autoritario, como ese que dominó en México en el siglo del PRI. Pues bien, ese enfoque tradicional donde el gran aparato estatal se encontraba en el extremo de la mayor concentración de poder, ya no explica bien lo que está aconteciendo en el siglo XXI, al menos no en México.

Un historiador inglés y uno de los grandes intelectuales públicos de nuestra época, Tony Judt, sugiere un cambio en el modelo Estado-sociedad clásico. En un ensayo publicado en 1997, Judt indicó que para entender la situación actual debemos colocar al Estado ya no en la cima del espectro de la distribución del poder, sino apenas en el medio. Y es que a partir del triunfo en la Guerra Fría del capitalismo global, en muchos países el Estado ha perdido tanto terreno que ha sido degradado dentro de la estructura nacional e internacional del poder. Por esa razón muchos gobiernos son ya meros intermediarios entre las grandes concentraciones privadas de poder económico y una sociedad que impotente ve cómo se está destejiendo la red de protección de las mayorías que alguna vez se tejió al dar forma al Estado benefactor (Reappraisals. Reflections on the forgotten twentieth century, Nueva York: Penguin, 2008, pp. 423-424).

Judt no está cierto del destino final del proceso anterior, pero le ve serias fallas. Admite lo obvio, que el Estado siempre será un mal administrador, pero sostiene que el mercado, sobre todo el global, no es la vía para enfrentar demandas como la salud pública, la educación, la cultura, la protección del medio ambiente, la infraestructura, etcétera. Dejado a su propio arbitrio, la libre circulación de bienes y capitales desemboca en una concentración excesiva de recursos en manos privadas y se convierte en una amenaza a la libertad, a la democracia, a los derechos sociales adquiridos y a la armonía colectiva. Hoy el Estado es la principal defensa del individuo frente a la creciente fuerza del capital y a lo impredecible del actual proceso de cambio.

Si finalmente se acepta que el Estado se degrade hasta quedar como una entidad semiimpotente, como pareciera indicar su evolución en México, terminaría por ser un problema incluso para los ganadores del proceso. Tarde o temprano, la tendencia oligárquica a la concentración de los beneficios y privilegios acabará con lo que queda de legitimidad de un orden político donde la justicia formal y la sustantiva brillen por su ausencia.

· La experiencia

Durante buena parte del siglo XIX, la sociedad mexicana vivió los efectos de un Estado pobre, inútil y corrupto; repetir en el siglo XXI esa experiencia es inaceptable. En aquel periodo histórico, la debilidad del Estado redundó en el fortalecimiento de los cacicazgos locales, en debilidad frente al enemigo externo, ascenso del bandidaje y la inseguridad, deterioro de la infraestructura, imposibilidad de planear las inversiones de largo plazo, impotencia de la legalidad, desconfianza del futuro, polarización social y, finalmente, la pérdida de la oportunidad histórica de disminuir la distancia que nos separaba de los países que entonces marcaron la dirección y ritmo del desarrollo.

Hoy ya se dejan sentir las desventajas crecientes para el grueso de los mexicanos de un Estado que no puede tener un fisco fuerte, que no es capaz de cumplir con su papel de proveedor de servicios públicos de calidad, que es inepto para poner límites efectivos al crimen organizado, que no puede hacer frente con eficiencia a emergencias ambientales -la sequía o las inundaciones, por ejemplo- y que en su defensa del interés de la mayoría es puesto contra las cuerdas por los intereses monopólicos de una minoría que, en la práctica y como bien se ha señalado, "no tiene llenaderas" ni visos de autocontrol.

· En conclusión

El triunfo del capitalismo del mercado global sobre cualquiera de sus alternativas ha tenido como consecuencia el debilitamiento del Estado al punto que en México ya ni siquiera puede desempeñar aceptablemente el modesto papel de institución intermedia que defiende los intereses del individuo cada vez más impotente frente al creciente poderío de las concentraciones monopólicas. Revigorizar al Estado, hacerlo eficiente y dedicarlo a velar por las mayorías, es hoy un acto de defensa propia del ciudadano y bandera y razón de ser de la izquierda.



Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/643/1284872/

Castañeda - Elba Esther

Mientras Nueva Alianza y/o Elba Esther Gordillo no filtren su versión de los acontecimientos, como lo ha hecho el círculo allegado a Peña Nieto, será imposible saber a ciencia cierta qué fue exactamente lo que provocó el único acontecimiento importante e inesperado hasta ahora en esta campaña presidencial. Es muy factible que haya sucedido lo que muchos comentaristas han afirmado a saber, en las palabras de Joaquín López-Dóriga, que "la maestra pidió demasiado" y tampoco es descartable, como lo han insinuado otros, que haya sido la propia lideresa del SNTE quien tomó la decisión de romper la alianza con el PRI para buscar nuevos derroteros electorales.

Pero en espera de que nos enteremos de más chismes, quizás sea útil retomar un aspecto de este desencuentro tan crucial para el futuro inmediato y lejano del proceso electoral y, quizá más importante, de la educación en México. Como traté de explicar en un largo ensayo publicado en el suplemento dominical de esta casa en julio del año pasado, Elba tiene, como todo el mundo quizás, una forma muy peculiar y muy mexicana de hacer política. Se trata de una mezcla ingeniosa y a la vez desconcertante de tacticismo, sindicalismo y "wishful thinking". Tal vez la clave de la ruptura se halle justamente en esta combinación a veces explosiva.

Tacticismo: en la vieja jerga leninista, es anteponer la táctica a la estrategia y a la teoría, e incluso hacer de la táctica una estrategia, cuando en realidad esta última no existe. Elba Esther tenía varias jugadas simultáneas para la elección de 2012. La primera era Ebrard por el PRD y Nueva Alianza; la segunda era Ebrard solo con Nueva Alianza como candidatura ciudadana; la tercera era Cordero por el PAN; la cuarta era la mejor alianza posible con Peña Nieto y Moreira. Sin especular sobre su preferencia entre estas cuatro opciones, se antoja evidente que eran incompatibles entre sí, y que cada una implicaba una estrategia de largo plazo diferente. No sólo un acuerdo cupular más o menos confesable, sino la construcción de la base social, política y mediática para cada una. Eso no lo hizo porque no lo puede hacer y nunca ha podido. Basta recordar el desenlace lamentable del heroico y loable esfuerzo que hizo Elba en 2003 para sacar la reforma fiscal de Fox.

Sindicalismo: muy pocos grandes dirigentes sindicales -quizás únicamente Lula en la época moderna- son también grandes políticos. La esencia del oficio es distinta. En una negociación sindical, sobre todo en el sector público, por definición al final del camino siempre hay acuerdo. Se puede estirar la cuerda hasta el último minuto, a sabiendas de que no se va a romper. Se pueden tensar las cosas al extremo con plena conciencia de que siempre hay regreso. Ese es el estilo de Elba Esther y lo ha desplegado a lo largo de los últimos 20 años con mayor habilidad que nadie en México en la relación con la SEP. Pero en política partidista esto no funciona: la otra parte (es decir el sustituto de la SEP, o de Pemex, o de CFE, o del IMSS) sí puede patear el tablero y marcharse. No está escrito que a fuerza haya acuerdo al final; puede no haberlo, y al conducir el proceso sin preocuparse del deterioro de la confianza, la credibilidad, el realismo y la correlación de fuerzas, se corre el riesgo de que la otra parte se pare de la mesa y se vaya.

"Wishful thinking": Elba, como tantos otros, incluyendo él mismo, parecen haberse creído el sueño guajiro de Marcelo Ebrard. AMLO se bajaría de su candidatura, por un motivo u otro. Como lo dijimos en este espacio y en muchos otros desde hace tres años, eso nunca iba a suceder, y creer lo contrario era simplemente sucumbir ante los deseos piadosos de cada quien. Cuando no sucedió todos sacaron sus cuentas. Las de Elba con Peña ya no cuadraban.

www.jorgecastaneda.org; jorgegcastaneda@gmail.com


Leído en http://www.reforma.com/editoriales/nacional/643/1284876/default.shtm