lunes, 23 de abril de 2012

Obragollum. Por Andrés González.


¡Los ladrones, los ladrones! Los inmundos ladronzuelos, ¿Dónde esta, donde esta mi presidencia? Ellos nos la robaron, mí preciosa, ¡MALDITOS…! Los odiamos, es nuestra, lo es ¡Y LA QUEREMOS!
Entre Gollum y Obrador no hay mucha diferencia, los dos sufren de la misma enfermedad, se aferran a algo que no es suyo.


Sufre o ríe con este video, en donde se muestra a dos seres atormentados por una posesión que jamás será de ellos, los dos son viles, los dos han sufrido por tan querida prenda, los dos han traicionado por esa posesión, los dos han matado… 

EPN La red y el pago por los votos

Dinero, electrodomésticos, un video, un tradicional juego de lotería y bisutería son los recursos que el candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto, utiliza para tejer una amplia red que le ayude a ganar la elección del próximo primero de julio. 










Personal contratado recorre zonas del Distrito Federal ofreciendo a ciudadanos que muestren cierta simpatía por el candidato priísta ganar desde una plancha, una sandwichera o una licuadora de hasta 6 mil 600 pesos a cambio de promover el voto en su favor. 


Esta especie de coordinadores, que podrían estar percibiendo entre 8 mil y 10 mil pesos mensuales, con libreta y bolígrafo en mano abordan a los ciudadanos para preguntarles su nombre, edad y domicilio. Después les piden calificar, usando la escala del uno al 10, al PAN, al PRD y al PRI.  Vienen luego las preguntas específicas: “¿Qué opina usted de Peña Nieto? ¿Por qué le gusta?”. 


De acuerdo con testimonios, a veces los coordinadores les “echan una mano” a los encuestados para responder dichas interrogantes: “Póngale usted que tiene carisma, que está guapo o que le parecen atractivas sus propuestas”. Se trata de un primer filtro para valorar si la persona cumple los requisitos para convertirse en una especie de líder priísta en su colonia. De pasar la prueba, días después recibe una llamada para acordar una cita. 


El coordinador traslada al prospecto a una casa, rentada temporalmente, en donde es entrevistado por alguien que ejerce un papel parecido al de un gerente, quien le pregunta su nombre, su domicilio, a qué se dedica, sobre su profesión y su trabajo. También lo interroga sobre las propuestas del candidato priísta, si las conoce, su opinión sobre ellas, si le gustan. Se trata de una entrevista para conseguir empleo, de la oportunidad de ganar dinero trabajando para Peña Nieto. 


Aparece el momento adecuado para convencer al gerente, de quien dependerá que la persona pueda ganarse alrededor de 2 mil 200 pesos mensuales; una a una va haciendo las preguntas y escucha con atención. –¿Le gustan las propuestas de Peña Nieto? ¿Qué piensa de él? ¿Qué le gusta del candidato? ¿Ha visto todo lo que ha hecho por nosotros? ¿Ha visto sus logros? ¿Conoce sus resultados? ¿Qué le diría si lo tuviera frente a usted? ¿Cree que es el mejor candidato para la Presidencia? ¿Por qué? ¿Sabe que con él mejoraría nuestro futuro y el de nuestro país? ¿Cuando usted empieza algo lo termina?   


LA RED 


Una vez “contratado”, el nuevo líder tiene la misión de organizar 33 reuniones en un plazo de tres meses, que ahora, con el paso de los días y el avance de las campañas, se ha reducido a dos meses y medio, 70 días, tiempo que resta para que ocurra la elección presidencial el primer domingo de julio. Por cada “cita” el líder recibirá 200 pesos; es decir, 6 mil 600 pesos en total por el conjunto de juntas que debe llevar a cabo. A cada reunión deben acudir 12 personas, mismas que no pueden ser convocadas a una próxima; de manera que cada líder deberá proponerse convencer a casi 400 ciudadanos de que Peña Nieto es la mejor opción para otorgarle su voto. 


La ciudad se reparte en zonas, para lo cual se usa como guía la división por colonias; en cada una se contratan entre tres y cinco líderes, lo que equivale a cerca de 2 mil personas contactadas por zona. En el Distrito Federal existen 2 mil 150 colonias. 


En un principio el líder presta su casa e invita a la gente, a sus vecinos. Ahí se proyecta un video, una especie de spot de algunos minutos de duración, que muestra las virtudes del candidato de la coalición Compromiso por México, integrada por el PRI y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Una lotería, cuyos cartones y baraja muestran imágenes de Peña Nieto, sirve para amenizar la efímera tertulia; pulseras, collares, aretes, broches para el pelo, todos de bajo costo, se convierten en premios para los ganadores del juego y los concursos. Las reuniones duran entre 30 minutos y una hora. Mientras los invitados se divierten, el líder les habla de Peña Nieto, intenta persuadirlos para que voten por él; los exhorta a tener a la mano su credencial, a buscarla de ser necesario, para que puedan votar sin problemas. 


Asimismo, consigue los nombres completos de los asistentes e intenta convencer a uno o dos de ellos de que se conviertan en anfitriones de próximas reuniones, de que presten su hogar a cambio de un premio: una plancha, una licuadora o una sandwichera. Los coordinadores son enfáticos respecto a la labor de convencimiento que debe realizarse para que otras personas presten su casa, “porque en la calle no se puede”. 


Al final, con una cámara digital proporcionada por su respectivo coordinador, el líder toma un par de fotos para que quede constancia de la realización del evento. Así hasta sumar las 33 reuniones a las que se comprometió. En los respectivos formatos, los coordinadores recogen todos los detalles de las reuniones: la fecha, la hora, el domicilio donde se desarrollaron, los nombres completos de los posibles votantes y, por supuesto, las fotos. 


El líder recibe su primer pago después de comprobar la celebración de 12 juntas; los 2 mil 400 pesos son depositados en alguna cuenta bancaria o se entregan en efectivo en algún lugar a acordar. 


De acuerdo con testimonios recabados por SinEmbargo.mx, a los líderes no se les pide fotocopiar o recoger credenciales de elector de los asistentes a las reuniones; sí se les exige conseguir sus nombres completos y hacer todo lo posible para convencerlos de votar por Peña Nieto: “Que se vayan 100 por ciento seguros de que van a darle su voto”.   


DESDÉN 


No todos los ciudadanos están de acuerdo con la red que impulsa y patrocina Peña Nieto y el PRI, incluso algunos de quienes ya forman parte de ella. Una de las personas invitadas para convertirse en líder confiesa, poniendo como condición que se reserve su identidad, que mintió tanto en el primer cuestionario que le hicieron como en la entrevista realizada por el gerente. 


En realidad, sobre Peña Nieto opina: “Se me hace una persona muy deshonesta”. “¡Qué mala onda!, porque mientras se ve en la tele muy honrado, muy sincero y todo, la verdad no es ni una cosa ni la otra”, agrega. Sin embargo, explica que con la crisis económica que enfrenta, la posibilidad de ganarse un dinero extra le pareció muy atractiva. “La propuesta se me hizo tentadora, aunque no es fácil reunir 12 personas diferentes para cada reunión”, dice. Quien ahora forma parte de la red del candidato puntero en las encuestas reprocha: “La verdad Peña Nieto se está dando prisa con los votos, más que nada porque, imagínese, está comprando a la gente, además no está jugando leal. Quiere que hagamos su trabajo, el que le corresponde a él, de juntar a la gente, de ser sincero, no pagar a una persona para que los convenza”. Tras reflexionar un poco, suelta: “A lo mejor no voto por ninguno”.

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Ciro - Yo no voy a dividir a México


En las próximas horas comenzará a transmitirse el nuevo spot de Enrique Peña Nieto. Creo que es el más relevante de los difundidos hasta ahora. Y el primero en que el candidato del PRI intenta ponerse por encima del 1 de julio para presentarse como el inexorable Presidente de la República.  
Peña Nieto se pregunta retóricamente si debe contestar a la ofensiva del PAN que lo acusa de mentiroso, de incumplir sus compromisos. Responde, desde luego, con un no rotundo, porque “las agresiones en campañas políticas dividen a las sociedades”. Y porque “la guerra sucia de hace seis años nos separó y provocó pleitos aun dentro de las mismas familias”.
La síntesis es lógica: un país dividido se debilita y no avanza, “por eso, yo no voy a dividir a México”. Peña Nieto propone que México es más grande que una disputa de votos y se planta como el líder que invita a eludir las altercaciones de callejón en un país exhausto de descalificaciones, insultos y mentadas de madre. Es el candidato sereno que conoce la importancia de un close up a la hora de decir yo no escupo, yo no me peleo.
Guste o no, es el discurso del estadista que apela a las emociones para pedir cordura, estabilidad. Un líder que confronta las ideas del adversario sin caricaturizarlas.
Es cierto que Peña Nieto ofrece su mano franca con 20 puntos de ventaja en las encuestas. Pero es cierto, también, que no hay vileza en la respuesta. Hay rigor y nitidez en la oferta. Ya veremos si las circunstancias le permiten mantener a ese personaje conciliador hasta el final de la campaña.
Las circunstancias y la estabilidad emocional. De él y de sus asesores.

Alejandro Páez - El amargo adiós de Calderón

Felipe Calderón fue tendiendo su propio cerco. Se impuso en el PAN con mano dura: expulsó a los disidentes y maltrató a los críticos. Gobernó al país con amigos y a manotazos. Maltrató a la prensa que no le fue incondicional: ni entrevistas, ni intentos de acercamiento, ni nada.

Y cada vez que pudo, olvidó su mandato de gobernar para todos y golpeó a la izquierda y al PRI, mientras alimentaba alacranes como Elba Esther Gordillo.

Pues no se lo van a perdonar, señor.

Y ni siquiera hay razón para hacerlo: ese hombre de ceja levantada y aires de prepotencia no busca perdones de nadie. (“Le agradezco el tan generoso gesto de perdonavidas”, dijo a López Obrador desde Televisa). Yo creo que un individuo así se ha comprado la idea de que el poder es eterno. Y no. Está por enterarse.

Creo también que si Calderón no negocia desde ahora con Enrique Peña Nieto se las verá muy duras como ex presidente. Con AMLO ni hablar: enfrentará lo que deba enfrentar. Incluso si Josefina Vázquez Mota remonta y gana, ella deberá divorciarse de este periodo de oscuridad que estamos viendo todavía, por desgracia.

Pero Calderón insiste en que no se irá en silencio. Dice que vivirá en México, aunque nadie –ni Luisa María Calderón– le crea. Y candidatea a su esposa (como Vicente Fox con Martha Sahagún) para el 2018. Y amenaza con “escribir un libro” y contar “su verdad”.

Sí debería empezar su retiro con un libro.

Y no uno, sino con varios libros que está obligado a leer. Así se dará cuenta que después del poder, no hay sino el vacío. ¿Le sirvió a Fox candidatear a su esposa? Claro que no: la gente no es idiota. ¿Le sirvieron uno, dos, tres libros a Carlos Salinas de Gortari? No, hombre: tuvo más impacto el ocurrente que inventó y lanzó las máscaras orejonas. ¿“Su verdad”? ¿Intentará defender “su verdad” con un libro? No, hombre, no: ¿A poco cree que Televisa y TV Azteca volverán a abrirle las puertas para que diga lo que quiera en prime time? Si mucho, algunos empresarios beneficiados durante su sexenio le darán migajas, donaciones como a Fox… si es que decide abrir su “Centro Calderón”.

Veamos: ¿Fue Calderón, como presidente, un hombre de buena voluntad? No. Fue un marrullero en la campaña de 2006 y lo fue desde el primer día de su mandato. No es un hombre de buena voluntad el que traiciona sus principios para ganar más poder.

Calderón hizo vicepresidenta a Elba Esther Gordillo, por ejemplo, y se benefició con sus maniobras electorales; acercó a Carlos Romero Deschamps, el corrupto dirigente petrolero, e hizo diputado federal por el PAN a Valdemar Gutiérrez Fragoso, líder de los sindicalizados del Seguro Social.

Un hombre de buena voluntad no premia a sus amigos; otorga el reconocimiento a los que cumplen la alta encomienda de servir a la Nación. Pero Cecilia Romero estaba en el Instituto Nacional de Migración cuando asesinaron a los 72 migrantes en San Fernando, y ahora es secretaria general del PAN; y Juan Molinar Horcasitas es el culpable directo de las guarderías subrogadas, esquema que causó la muerte de 49 niños en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, y ahora es alto funcionario del PAN. ¿Ese es un hombre de buena voluntad? No: Es un marrullero al que le importa poco lo que diga la opinión pública e impone su voluntad para premiar la lealtad a sus causas, y no a las causas de la República, como la justicia.

¿Fue Calderón un hombre bien intencionado?

No. Ejemplos sobran. El último es de hace unos días: El IFE determinó que, como Presidente, violó la Constitución y puso en peligro la elección presidencial al enviar millones de cartas desde el SAT para beneficiar a Josefina Vázquez Mota.

Y ni vale la pena abundar, que los mexicanos lo sabemos bien: Intentó golpes espectaculares, en tiempos de elecciones, como el “michoacanazo”, el arresto de “Greg” Sánchez, el arresto de Jorge Hank Rohn, etc., y últimamente inauguró obras, lanzó discursos, hizo un mini informe con el afán de difundir los “logros” de su gobierno panista.

¿Bien intencionado?

No: El que viola las reglas, el que violenta la Constitución para beneficiarse no es un hombre bien intencionado. Ya lo dije antes: A esos, en mi pueblo y en el de él, se les conoce como marrulleros.

Y la guerra. Puf. Para empezar, Calderón no ha dicho cómo fue que decidió lanzarla: quiénes estaban reunidos, a quiénes consultó. El dice que “si no actuaba” el país estaría en manos del narco. Miente. La lanzó, creo yo, para validarse ante la ciudadanía después del “haiga sido como haiga sido” que lo llevó al poder.

Y mostró que el Estado no podía controlar con su fuerza al crimen organizado y –allí están los números– fue entonces que se desató la violencia. Ahora, pues sí, el Ejército debe mantenerse en las calles después del error garrafal de declarar una guerra por razones políticas. ¿Es un hombre de buena voluntad y bien intencionado el que provoca la muerte de 60, 70, 80 mil mexicanos sólo para consolidar su poder, para validarse frente a los que le gritaban “espurio”? No: Es un marrullero. Así se les llama en perfecto español.

Yo creo que el de Calderón será un adiós amargo.

Y él qué importa, señoras, señores. Será amargo para nosotros, los que nos quedamos en el país y vivimos las consecuencias de un sexenio de terror. Será amargo para las viudas, para los huérfanos; para los que creyeron en él y enfrentarán la purga; para los ciudadanos libres que pensamos que en el 2000 había empezado la transición a la democracia y no: ese año iniciamos, desgraciadamente, los años de la desilusión.

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San Juana Martínez - Cuentas pendientes de Acosta Chaparro

Utilizaba una pistola calibre 38 a la cual bautizó como “La Justiciera”. Los sentaba en una silla giratoria de metal. Los ataba de pies y manos, les vendaba los ojos. Les decía que iban a ser fotografiados. Luego se colocaba en la parte trasera y disparaba a corta distancia en la nuca. Finalmente los tiraba al mar.  


Así asesinó como a 200 hombres en Guerrero, aunque el exterminio se extendió a miles de campesinos, obreros, intelectuales y guerrilleros a través de los tristemente célebres grupos paramilitares Brigada Blanca y Batallón Olimpia. Los métodos del general genocida Mario Arturo Acosta Chaparro forman parte de las hemerotecas mexicanas y estadounidenses. En los archivos de la ignominia hay miles de hojas en gruesos expedientes que detallan sus múltiples delitos en la llamada “guerra sucia”. Su estela criminal pasa por la matanza de Tlatelolco en 1968, la ejecución de indígenas en Chiapas y Veracruz, la llamada limpieza étnica en Guerrero, la masacre de Aguas Blancas y tantas otras. 


Sus delitos están detallados en el Archivo General de la Nación, en el acervo histórico de las extintas direcciones Federal de Seguridad y de Investigaciones Políticas y Sociales; en las tres mil 308 cajas que contienen la información de la represión institucional en las décadas de los setenta y ochenta; y en decenas de cajas de documentos probatorios en poder de la extinta Fiscalía Especial para los Movimientos Sociales y Políticos del Pasado. Acosta Chaparro se fue impune, sin ser condenado por sus crímenes de lesa humanidad. 


Al contrario, murió condecorado por Felipe Calderón; acribillado, ejecutado al lado de su Mercedes Benz por un par de sicarios en moto, al más puro estilo colombiano. Le dispararon en la cabeza, así como él mataba a los opositores del régimen priísta. Gracias a su experiencia delincuencial, Acosta Chaparro fue nombrado por Calderón como su asesor en temas de narcotráfico, un puesto que le venía como anillo al dedo por sus presuntos nexos con el cártel de Juárez, concretamente con su líder Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”, socio de Pablo Escobar. A pesar de sus crímenes, no fue condenado por genocida, sino por narcotraficante o “delitos contra la salud”. Le impusieron una pena de 16 años de prisión, pero sólo estuvo preso en el Campo Militar Número 1, del 2000 al 2007. 


La justicia castrense le retiró su grado de general y le prohibió utilizar el uniforme verde olivo. Sin embargo, el V Tribunal Colegiado, concretamente los magistrados federales Rosa Guadalupe Malvina Carmona Roig, Manuel Bárcena Villanueva y María Eugenia Martínez Cardiel le modificaron la sentencia por “falta de pruebas” y luego un amparo de la justicia federal lo absolvió de sus delitos contra la salud. Finalmente el juez Cuarto Militar lo dejó en libertad por “desvanecimiento de pruebas”. Sus antecedentes penales no le importaron a Calderón. 


El inquilino de Los Pinos le devolvió sus medallas y lo convirtió en general retirado con honores, lo condecoró por sus 45 años de “servicio a la nación” y lo devolvió a la “actividad productiva”. Los crímenes de Acosta Chaparro no se concretan a un sexenio determinado, aunque le hizo el trabajo sucio a Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría; también colaboró activamente con Carlos Salinas de Gortari y con el priísta acusado de crímenes de lesa humanidad en Estados Unidos por la matanza de Acteal, Ernesto Zedillo Ponce de León.  Durante su sexenio, el general Acosta Chaparro participó en el asesinato a 17 campesinos en Aguas Blancas, Guerrero, un estado que conocía a la perfección. 


Las “hazañas” del general Acosta Chaparro llegaron a Estados Unidos, concretamente ante la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada (UEDO) y a través del testimonio del testigo protegido de la PGR, Gustavo Tarín Chávez, ex oficial a las órdenes de Acosta Chaparro. Es él quien cuenta como al general le gustaba matar a los detenidos personalmente: “El daba las órdenes. El nos enseñó a vendarles la cabeza y apuntar en la nuca para que murieran de manera instantánea. Arturo Acosta Chaparro pudo haber ejecutado él solo a más de 200”. Cuenta que en la base aérea militar de Pie de la Cuesta asesinaron a más de 1,500 “presuntos guerrilleros”. Al fondo de la base aérea había un lugar que le llamaban el “bungalow” hasta donde llevaban a los detenidos-desaparecidos. Los ejecutaban Acosta Chaparro y el general Francisco Quirós Hermosillo. Las matanzas eran a partir de las diez de la noche. 


Luego los cuerpos eran introducidos en costales con piedras y eran llevados a un avión Aravá 2005 que salía de la base entre 11 y 12 de la noche. Finalmente se hacían recorridos aéreos rumbo a Oaxaca que duraban varias horas para tirarlos al mar. Apolinar Cevallos, teniente coronel retirado declaró ante el coronel Luis García Arévalo que fue testigo de como tiraban los cadáveres al mar y quienes participaban en los “vuelos de la muerte” recibían un sobresueldo del 50 por ciento como gratificación. Acosta Chaparro fue ejecutado, aniquilado; pero sus víctimas conservan los testimonios de sus crímenes. 


Recuerdo que cuando lo liberaron en el 2007, entrevisté a Antonio Hernández Fernández, una de sus tantas víctimas de tortura, perteneciente al Partido de los Pobres en Guerrero y detenido el 18 de julio de 1978 por un grupo de agentes policiacos y militares vestidos de civil en Ciudad de México. Antonio que actualmente es catedrático de la Universidad Autónoma de Guerrero me dijo sin rodeos: “Acosta Chaparro es un criminal de lesa humanidad”. Me contó que vivió 21 días de cautiverio en cárceles clandestinas en donde se le torturó física y psicológicamente. 


Me estremeció su entereza al recordar los hechos: “Acosta Chaparro personalmente dirigía las operaciones de tortura. Nunca volví a ver a muchos de mis compañeros de cautiverio que ahora engrosan la lista de detenidos-desaparecidos de México. ¿Por qué yo sobreviví y ellos no? Es algo que una víctima de tortura siempre se preguntará y es el objetivo de la represión ejercida desde el Estado: que vivas con ese terrible dilema el resto de tu existencia”. 


El “servicio a la nación” que deja el general Mario Arturo Acosta Chaparro forma parte de los más de 800 desaparecidos. También su “condecorador”, su “rescatador”, Felipe Calderón, deja una importante lista de desaparecidos: 30 mil como saldo de su guerra delirante. La historia se lo demandará. Por lo pronto, ambos forman parte de la más negra página de violaciones de derechos humanos. La ejecución del asesor en materia de narcotráfico del actual gobierno, es una advertencia clara que recuerda al dicho popular: “el que a hierro mata, a hierro muere”.

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García Soto - Calderón y Peña, ¿pacto civilizado?


Se ven con desconfianza y recelo muto, pero la relación entre ellos nunca ha rebasado ciertos parámetros de civilidad. Aunque adversarios, su trato ha sido siempre institucional y nunca, al menos en público, se les ha escuchado un ataque o una crítica directa ni personalizada, como si en el fondo ambos guardaran cierto margen de maniobra por lo que pueda ocurrir.

Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto son sin duda los dos polos  en la lucha de poder que se libra en la sucesión presidencial y, sin embargo, ambos parecen cuidadosos de no tocarse con el filo discursivo y evitan alusiones directas que los enfrenten públicamente. Peña, por ejemplo, como candidato opositor ha forjado un discurso crítico sobre la situación del país y ha hablado de problemas como el incremento de la pobreza, el desempleo, la mala calidad educativa.

Pero hasta ahora, el candidato priista evita en todo momento una mención directa del presidente por su nombre. Incluso, cuando llega a hablar de la violencia y la inseguridad que padecen varias regiones del país, evita referirse a las escandalosas cifras de muertos en lo que va de este sexenio –50 mil según las cifras oficiales— y Peña prefiere hablar de “los problemas que se agravan en el país en los últimos 12 años”.

Del otro lado, Calderón, si bien todos coinciden que desde hace rato actúa como el jefe de la campaña del PAN, ha sido especialmente cauteloso de no agredir en público al ex gobernador, a quien visitó como mandatario mucho más que a cualquier otro estado cuando despachaba en el estado de México. Aún ahora, ya como candidato del PRI, Peña ha tenido comunicación telefónica con Los Pinos.

En el fondo, dentro de su acendrada rivalidad política, el presidente y el candidato puntero parecen entender que entre ellos debe prevalecer un cierto margen de trato que les permita interactuar en caso de una transición de poderes, si ese fuera el caso después del 1 de Julio.

Es posible que en lo que resta de las campañas se vean aún más ataques y que el candidato priista sea el blanco de los llamados “obuses” panistas con los que traten de bajarlo en las encuestas. Pero es poco probable que en esos ataques previsibles aparezca, al menos abiertamente, la mano o las huellas del presidente que, dificilmente a estas Alturas y en las circunstancias en que se encuentra la pelea por la Presidencia, se jugará su resto y se peleará con quien puede revisarle sus cuentas y las espaldas.

Una anécdota que cuentan personajes de muy alto nivel en la campaña del PRI es que, en una de sus últimas visitas a Los Pinos, al despacho presidencial, antes de que fuera candidato, Peña escuchó del inquilino de esa casona una frase que fue todo un guiño político: “Yo a ti te veo sentado en esta silla”.

NOTAS INDISCRETAS… Con el resbalón del Rey Juan Carlos en África, que le costó algo más que una cirugía de cadera, nos acordamos de una anécdota que muestra que el rey no siempre está dentro de lo políticamente correcto. Cuando el monarca español visitó Guadalajara en 1991 para asistir a la primera Cumbre Iberoamericana, durante la cena de Gala, en el patio mayor del Hospicio Cabañas, el cantante Juan Gabriel deleitaba a los mandatarios iberoamericanos cuando en la mesa principal, el rey le comentó al presidente anfitrión Carlos Salinas. “Hombre presidente, que este señor no es el más representativo de los machos mexicanos ¿verdad?”. A lo que Salinas, con su agudeza respondió de inmediato: “No Rey pero es que desde que vinieron de España Rafael, Miguel Bosé y otros más impusieron moda”… Los dados abren con Escalera. La semana promete.

Cortometraje - El ambidiestro

El ambidiestro. 

ESPAÑA, 1937,GUERRA CIVIL. Un hombre se despierta amnésico en mitad de un campo de batalla. Desde las trincheras que lo rodean nadie le reconoce y no están dispuestos a prestarle ayuda. Está herido y el tiempo corre en su contra.

Visto en: http://www.nonopalomino.com/



 

José Emilio Pacheco - La zarpa.

José Emilio Pacheco.
(1939)

La zarpa.
Padre, las cosas que habrá oído en el confesionario y aquí en la sacristía… Usted es joven, es hombre. Le será difícil entenderme. No sabe cuánto me apena quitarle tiempo con mis problemas, pero ¿a quién si no a usted puedo confiarme? De verdad no sé cómo empezar. Es pecado alegrarse del mal ajeno. Todos lo cometemos ¿no es cierto? Fíjese usted cuando hay un accidente, un crimen, un incendio. Qué alegría sienten los demás porque no fue para ellos al menos una entre tantas desgracias de este mundo. 

Usted no es de aquí, padre, no conoció México cuando era una ciudad pequeña, preciosa, muy cómoda, no la monstruosidad que padecemos ahora en 1971. Entonces nacíamos y moríamos en el mismo sitio sin cambiarnos nunca de barrio. Éramos de San Rafael, de Santa María, de la colonia Roma. Nada volverá a ser igual… Perdone, estoy divagando. No tengo a nadie con quién hablar y cuando me suelto… Ay, padre, qué vergüenza, si supera, jamás me había atrevido a contarle esto a nadie, ni a usted. Pero ya estoy aquí. Después me sentiré más tranquila.

Mire, Rosalba y yo nacimos en edificios de la misma calle, con apenas tres meses de diferencia. Nuestras madres eran muy amigas. Nos llevaban juntas a la Alameda y a Chapultepec. Juntas nos enseñaron a hablar y a caminar. Desde que entramos en la escuela de párvulos Rosalba fue la más linda, la más graciosa, la más inteligente. Le caía bien a todos, era amable con todos. En primaria y secundaria lo mismo: la mejor alumna, la que portaba la bandera en las ceremonias, bailaba, actuaba o recitaba en los festivales. “No me cuesta trabajo estudiar”, decía. “Me basta oír algo para aprendérmelo de memoria.”

Ay, padre, ¿por qué las cosas están mal repartidas? ¿Por qué a Rosalba le tocó lo bueno y a mí lo malo? Fea, gorda, bruta, antipática, grosera, díscola, malgeniosa. En fin… Ya se imaginará lo que nos pasó al llegar a la preparatoria cuando pocas mujeres alcanzaban esos niveles. Todos querían ser novios de Rosalba. A mí que me comieran los perros: nadie se iba a fijar en la amiga fea de la muchacha guapa.

En un periodiquito estudiantil publicaron: “dicen las malas lenguas que Rosalba anda por todas partes con Zenobia para que el contraste haga resplandecer aún más su belleza única, extraordinaria, incomparable”. Desde luego la nota no estaba firmada. Pero sé quién la escribió. No lo perdono aunque haya pasado más de medio siglo y hoy sea muy importante.

Qué injusticia ¿no cree? Nadie escoge su cara. Si alguien nace fea por fuera la gente se las arregla para que también se vaya haciendo horrible por dentro. A los quince años, padre, ya estaba amargada. Odiaba a mi mejor amiga y no podía demostrarlo porque ella era siempre buena, amable, cariñosa conmigo. Cuando me quejaba de mi aspecto me decía: “Qué tonta eres. Cómo puedes creerte fea con esos ojos y esa sonrisa tan bonita que tienes”. Era sólo la juventud, sin duda. A esa edad no hay quien no tenga su gracia.

Mi madre se había dado cuenta del problema. Para consolarme hablaba de cuánto sufren las mujeres hermosas y qué fácilmente se pierden. Yo quería estudiar Derecho, ser abogada, aunque entonces daba risa que una mujer anduviera en trabajos de hombre. Habíamos pasado juntas toda la vida y no me animé a entrar en la universidad sin Rosalba.

Aún no terminábamos la preparatoria cuando ella se casó con un muchacho bien que la había conocido en una kermés. Se la llevó a vivir al Paseo de la Reforma en una casa elegantísima que demolieron hace mucho tiempo. Desde luego me invitó a la boda pero no fui. “Rosalba, ¿qué me pongo? Los invitados de tu esposo van a pensar que llevaste a tu criada.”

Tanta ilusión que tuve y desde los dieciocho años me vi obligada a trabajar, primero en El Palacio de Hierro y luego de secretaria en Hacienda y Crédito Público. Me quedé arrumbada en el departamento donde nací, en las calles de Pino. Santa María perdió su esplendor de comienzos de siglo y se vino abajo. Para entonces mi madre ya había muerto en medio de sufrimientos terribles, mi padre estaba ciego por sus vicios de juventud, mi hermano era un borracho que tocaba la guitarra, hacía canciones y ambicionaba la gloria y la fortuna de Agustín Lara. Pobre de mi hermano: toda la vida quiso hacerse digno de Rosalba y murió asesinado en un tugurio de Nonoalco.

Pasamos mucho tiempo sin vernos. Un día Rosalba llegó a la sección de ropa íntima, me saludó como si nada y me presentó a su nuevo esposo, un extranjero que apenas entendía el español. Ay, padre, aunque no lo crea, Rosalba estaba más linda y elegante que nunca, en plenitud, como suele decirse. Me sentí tan mal que me hubiera gustado verla caer muerta a mis pies. Y lo peor, lo más doloroso, era que ella, con toda su fortuna y su hermosura, seguía tan amable, tan sencilla de trato como siempre.

Prometí visitarla en su nueva casa de Las Lomas. No lo hice jamás. Por las noches rogaba a Dios no volver a encontrármela. Me decía a mí misma: Rosalba nunca viene a El Palacio de Hierro, compra su ropa en Estados Unidos, no tengo teléfono, no hay ninguna posibilidad de que nos veamos de nuevo.

A esas alturas casi todas nuestras amigas se habían alejado de Santa María. Las que seguían allí estaban gordas, llenas de hijos, con maridos que les gritaban y les pegaban y se iban de juerga con mujeres de ésas. Para vivir en esa forma mejor no casarse. No me casé aunque oportunidades no me faltaron. Por más amolados que estemos siempre viene alguien a nuestra espalda recogiendo lo que tiramos a la basura.

Se fueron los años. Sería época de Ávila Camacho o Alemán cuando una tarde en que esperaba el tranvía bajo la lluvia la descubrí en su gran Cadillac, con chofer de uniforme y toda la cosa. El automóvil se detuvo ante un semáforo. Rosalba me identificó entre la gente y se ofreció a llevarme. Se había casado por cuarta o quinta vez, aunque parezca increíble. A pesar de tanto tiempo, gracias a sus esmeros, seguía siendo la misma: su cara fresca de muchacha, su cuerpo esbelto, sus ojos verdes, su pelo castaño, sus dientes perfectos…

Me reclamó que no la buscara, aunque ella me mandaba cada año tarjetas de Navidad. Me dijo que el próximo domingo el chofer iría a recogerme para que cenáramos en su casa. Cuando llegamos, por cortesía la invité a pasar. Y aceptó, padre, imagínese: aceptó. Ya se figurará la pena que me dio mostrarle el departamento a ella que vivía entre tantos lujos y comodidades. Aunque limpio y arreglado, aquello era el mismo cuchitril que conoció Rosalba cuando andaba también de pobretona. Todo tan viejo y miserable que por poco me suelto a llorar de rabia y de vergüenza.

Rosalba se entristeció. Nunca antes había regresado a sus orígenes. Hicimos recuerdos de aquellas épocas. De repente se puso a contarme qué infeliz se sentía. Por eso, padre, y fíjese en quién se lo dice, no debemos sentir envidia: nadie se escapa, la vida es igual de terrible con todos. La tragedia de Rosalba era no tener hijos. Los hombres la ilusionaban un momento. En seguida, decepcionada, aceptaba a algún otro de los muchos que la pretendían. Pobre Rosalba, nunca la dejaron en paz, lo mismo en Santa María que en la preparatoria o en esos lugares tan ricos y elegantes que conoció más tarde.

Se quedó poco tiempo. Iba a una fiesta y tenía que arreglarse. El domingo se presentó el chofer. Estuvo toca y toca el timbre. Lo espié por la ventana y no le abrí. Qué iba a hacer yo, la fea, la gorda, la quedada, la solterona, la empleadilla, en ese ambiente de riqueza. Para qué exponerme a ser comparada de nuevo con Rosalba. No seré nadie pero tengo mi orgullo.

Ese encuentro se me grabó en el alma. Si iba al cine o me sentaba a ver la televisión o a hojear revistas siempre encontraba mujeres hermosas parecidas a Rosalba. Cuando en el trabajo me tocaba atender a una muchacha que tuviera algún rasgo de ella, la trataba mal, le inventaba dificultades, buscaba formas de humillarla delante de los otros empleados para sentir: Me estoy vengando de Rosalba.

Usted me preguntará, padre, qué me hizo Rosalba. Nada, lo que se llama nada. Eso era lo peor y lo que más furia me daba. Insisto, padre: siempre fue buena y cariñosa conmigo. Pero me hundió, me arruinó la vida, sólo por existir, por ser tan bella, tan inteligente, tan rica, tan todo.

Yo sé lo que es estar en el infierno, padre. Sin embargo, no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Aquella reunión en Santa María debe de haber sido en 1946. De modo que esperé un cuarto de siglo. Y al fin hoy, padre, esta mañana la vi en la esquina de Madero y Palma. Primero de lejos, después muy de cerca. No puede imaginarse, padre: ese cuerpo maravilloso, esa cara, esas piernas, esos ojos, ese cabello, ser perdieron para siempre en un tonel de manteca, bolsas, manchas, arrugas, papadas, várices, canas, maquillaje, colorete, rímel, dientes falsos, pestañas postizas, lentes de fondo de botella.

Me apresuré a besarla y abrazarla. Había acabado lo que nos separó. No importaba lo de antes. Ya nunca más seríamos una la fea y otra la bonita. Ahora Rosalba y yo somos iguales. Ahora la vejez nos ha hecho iguales.

Leído en: http://lastresyuncuarto.wordpress.com/2010/04/24/jose-emilio-pachecola-zarpa/



EL PERRO ATERRADO Y LA PERCEPCIÓN ERRÓNEA.



Se trataba de un perro callejero.

Le gustaba curiosear todos los rincones e ir de aquí para allá. Siempre había sido un vagabundo y disfrutaba mucho con su forma de vida. Pero en una ocasión penetró en un palacio cuyas paredes estaban recubiertas de espejos.

El perro entró corriendo en una de sus acristaladas estancias y al instante vio que innumerables perros corrían hacia él en dirección opuesta a la suya. Aterrado, se volvió hacia la derecha para tratar de huir, pero entonces comprobó que también había gran número de perros en esa dirección. Se volvió hacia la izquierda y comenzó a ladrar despavorido.

Decenas de perros, por la izquierda, le ladraban amenazantes. Sintió que estaba rodeado de furiosos perros y que no tenía escapatoria. Miró en todas las direcciones y en todas contempló perros enemigos que no dejaban de ladrarle.

En ese momento el terror paralizó su corazón y murió víctima de la angustia.

*El Maestro dice: La percepción errónea conduce a la muerte espiritual. Sólo el discernimiento purificado abre una vía hacia el despertar definitivo.

Tomado de “Cuentos Clásicos de la India” recopilados por Ramiro Calle.

Leído en: http://es.scribd.com/doc/64467643/101-cuentos-clasicos-de-la-India