Y cada vez que pudo, olvidó su mandato de gobernar para todos y golpeó a la izquierda y al PRI, mientras alimentaba alacranes como Elba Esther Gordillo.
Pues no se lo van a perdonar, señor.
Y ni siquiera hay razón para hacerlo: ese hombre de ceja levantada y aires de prepotencia no busca perdones de nadie. (“Le agradezco el tan generoso gesto de perdonavidas”, dijo a López Obrador desde Televisa). Yo creo que un individuo así se ha comprado la idea de que el poder es eterno. Y no. Está por enterarse.
Creo también que si Calderón no negocia desde ahora con Enrique Peña Nieto se las verá muy duras como ex presidente. Con AMLO ni hablar: enfrentará lo que deba enfrentar. Incluso si Josefina Vázquez Mota remonta y gana, ella deberá divorciarse de este periodo de oscuridad que estamos viendo todavía, por desgracia.
Pero Calderón insiste en que no se irá en silencio. Dice que vivirá en México, aunque nadie –ni Luisa María Calderón– le crea. Y candidatea a su esposa (como Vicente Fox con Martha Sahagún) para el 2018. Y amenaza con “escribir un libro” y contar “su verdad”.
Sí debería empezar su retiro con un libro.
Y no uno, sino con varios libros que está obligado a leer. Así se dará cuenta que después del poder, no hay sino el vacío. ¿Le sirvió a Fox candidatear a su esposa? Claro que no: la gente no es idiota. ¿Le sirvieron uno, dos, tres libros a Carlos Salinas de Gortari? No, hombre: tuvo más impacto el ocurrente que inventó y lanzó las máscaras orejonas. ¿“Su verdad”? ¿Intentará defender “su verdad” con un libro? No, hombre, no: ¿A poco cree que Televisa y TV Azteca volverán a abrirle las puertas para que diga lo que quiera en prime time? Si mucho, algunos empresarios beneficiados durante su sexenio le darán migajas, donaciones como a Fox… si es que decide abrir su “Centro Calderón”.
Veamos: ¿Fue Calderón, como presidente, un hombre de buena voluntad? No. Fue un marrullero en la campaña de 2006 y lo fue desde el primer día de su mandato. No es un hombre de buena voluntad el que traiciona sus principios para ganar más poder.
Calderón hizo vicepresidenta a Elba Esther Gordillo, por ejemplo, y se benefició con sus maniobras electorales; acercó a Carlos Romero Deschamps, el corrupto dirigente petrolero, e hizo diputado federal por el PAN a Valdemar Gutiérrez Fragoso, líder de los sindicalizados del Seguro Social.
Un hombre de buena voluntad no premia a sus amigos; otorga el reconocimiento a los que cumplen la alta encomienda de servir a la Nación. Pero Cecilia Romero estaba en el Instituto Nacional de Migración cuando asesinaron a los 72 migrantes en San Fernando, y ahora es secretaria general del PAN; y Juan Molinar Horcasitas es el culpable directo de las guarderías subrogadas, esquema que causó la muerte de 49 niños en la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora, y ahora es alto funcionario del PAN. ¿Ese es un hombre de buena voluntad? No: Es un marrullero al que le importa poco lo que diga la opinión pública e impone su voluntad para premiar la lealtad a sus causas, y no a las causas de la República, como la justicia.
¿Fue Calderón un hombre bien intencionado?
No. Ejemplos sobran. El último es de hace unos días: El IFE determinó que, como Presidente, violó la Constitución y puso en peligro la elección presidencial al enviar millones de cartas desde el SAT para beneficiar a Josefina Vázquez Mota.
Y ni vale la pena abundar, que los mexicanos lo sabemos bien: Intentó golpes espectaculares, en tiempos de elecciones, como el “michoacanazo”, el arresto de “Greg” Sánchez, el arresto de Jorge Hank Rohn, etc., y últimamente inauguró obras, lanzó discursos, hizo un mini informe con el afán de difundir los “logros” de su gobierno panista.
¿Bien intencionado?
No: El que viola las reglas, el que violenta la Constitución para beneficiarse no es un hombre bien intencionado. Ya lo dije antes: A esos, en mi pueblo y en el de él, se les conoce como marrulleros.
Y la guerra. Puf. Para empezar, Calderón no ha dicho cómo fue que decidió lanzarla: quiénes estaban reunidos, a quiénes consultó. El dice que “si no actuaba” el país estaría en manos del narco. Miente. La lanzó, creo yo, para validarse ante la ciudadanía después del “haiga sido como haiga sido” que lo llevó al poder.
Y mostró que el Estado no podía controlar con su fuerza al crimen organizado y –allí están los números– fue entonces que se desató la violencia. Ahora, pues sí, el Ejército debe mantenerse en las calles después del error garrafal de declarar una guerra por razones políticas. ¿Es un hombre de buena voluntad y bien intencionado el que provoca la muerte de 60, 70, 80 mil mexicanos sólo para consolidar su poder, para validarse frente a los que le gritaban “espurio”? No: Es un marrullero. Así se les llama en perfecto español.
Yo creo que el de Calderón será un adiós amargo.
Y él qué importa, señoras, señores. Será amargo para nosotros, los que nos quedamos en el país y vivimos las consecuencias de un sexenio de terror. Será amargo para las viudas, para los huérfanos; para los que creyeron en él y enfrentarán la purga; para los ciudadanos libres que pensamos que en el 2000 había empezado la transición a la democracia y no: ese año iniciamos, desgraciadamente, los años de la desilusión.
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