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Leo Zuckermann |
La política mexicana pasa por una situación rarísima. Resulta que el Presidente que está a punto de salir ha enviado dos iniciativas preferentes al Congreso, iniciativas que pueden determinar, en mucho, el destino del Presidente que llegará.
Hay tres elementos en esta rareza política. Primero, un Ejecutivo que ya se va, cuyo partido perdió la elección, pero que está definiendo la agenda legislativa del país a unos cuantos días de dejar el poder. Segundo, una nueva Legislatura que apenas está tomando posesión, que ni siquiera ha conformado las comisiones legislativas, pero que, en treinta días, deberá dictaminar y votar dos reformas enviadas por el Ejecutivo que está a punto de irse. Tercero, hay un nuevo Ejecutivo que no ha tomado posesión por lo que no ha recibido formalmente los garrotes y zanahorias para negociar vis-à-vis con el Congreso entrante.
Es una situación absurda. Lo lógico sería que el nuevo presidente entrara al mismo tiempo que el nuevo Congreso para evitar que un gobierno saliente pusiera en jaque al entrante. Porque me queda claro que el presidente Calderón, al haber enviado una nueva reforma en materia laboral, está poniendo a prueba al presidente electo Peña, con el potencial de propinarle un duro golpe aún antes de tomar posesión. ¿Por qué?