La gran ventaja de ser un profesor de economía en Francia, escribe Thomas Piketty en las primeras páginas de su famoso libro, es que uno no es muy respetado. Las conclusiones de los economistas en las universidades francesas no son adoptadas como dogma por los políticos o los financieros. Nadie se atrevería a invocar la contundencia de la ciencia para hacerse oír en el espacio público. Sin espacio para pontificar, los economistas necesitan convencer.
Por eso necesitan alimentarse de otras ciencias, de la historia e, incluso, de las sugerencias de la literatura. Ésa me parece la primera aportación del fenómeno editorial de la temporada. “El capital en el Siglo XXI”, el libro que sorprendentemente se ha ubicado como el más vendido de los últimos tiempos y que pronto será publicado por el Fondo de Cultura Económica entabla una discusión con la disciplina económica. ¿Cómo pensar, cómo discutir economía en nuestros días para que la reflexión resulte relevante? El intelectual francés percibe, sobre todo en la academia norteamericana (que nosotros nos empeñamos en copiar), una fijación infantil por los números y un olvido de los grandes problemas públicos. En su imponente trabajo muestra una forma distinta de reflexionar la economía. A pesar de que se trata de un tabique de casi 700 páginas con una fuerte carga de datos, gráficas y algunas fórmulas, es un libro intelectualmente sugerente, académicamente sólido y amable para el público no especializado.
Por eso necesitan alimentarse de otras ciencias, de la historia e, incluso, de las sugerencias de la literatura. Ésa me parece la primera aportación del fenómeno editorial de la temporada. “El capital en el Siglo XXI”, el libro que sorprendentemente se ha ubicado como el más vendido de los últimos tiempos y que pronto será publicado por el Fondo de Cultura Económica entabla una discusión con la disciplina económica. ¿Cómo pensar, cómo discutir economía en nuestros días para que la reflexión resulte relevante? El intelectual francés percibe, sobre todo en la academia norteamericana (que nosotros nos empeñamos en copiar), una fijación infantil por los números y un olvido de los grandes problemas públicos. En su imponente trabajo muestra una forma distinta de reflexionar la economía. A pesar de que se trata de un tabique de casi 700 páginas con una fuerte carga de datos, gráficas y algunas fórmulas, es un libro intelectualmente sugerente, académicamente sólido y amable para el público no especializado.