martes, 17 de julio de 2012

Eduardo Salles - Plano cartesiano de la tolerancia


Trampas Olímpicas.


Una pequeña semblanza de tres famosas trampas olímpicas.


San Luis-1904: Frederick Lorz.

WASHINGTON, Distrito de Columbia.- Conocido por su “descarnado engaño” durante la lid de San Luis-1904, el albañil estadounidense Frederick Lorz pasó a la historia como uno de los mayores tramposos olímpicos.
Tras su entrada triunfal al estadio como ganador del maratón, Lorz tuvo momentos de felicidad extrema. Los fotógrafos le persiguieron y él, solícito disfrutó de cuanta celebración espontánea se sucedieron.
Tanta era su euforia que hasta se tomó una foto con Alicia, la hija del presidente Roosevelt, y saboreó la gloria de los grandes triunfadores. Lorz estaba feliz.

Baltazar Garzón - Saber ganar y saber perder.



Ésta es la grandeza de la democracia representativa. Los millones de mexicanos y mexicanas, libremente, a pesar de los tiempos aciagos que se viven a nivel nacional, concurrieron con la sana intención de ejercer su derecho al voto, depositándolo en las urnas.

La limpieza de todo proceso electoral en una democracia resulta fundamental porque, si existiera fraude, se estaría cometiendo la mayor traición al pueblo, de modo similar a la que representaría un golpe de Estado.


Y es precisamente eso lo que ha cuestionado el segundo candidato más votado, Andrés Manuel López Obrador, candidato del PRD. Para hacer una acusación de tamaño calibre, quien la hace, aunque comúnmente se acepte en la ciudadanía que los políticos pueden decir casi todo, porque todo se les perdona, debería disponer no solo de indicios, sino de unas pruebas contundentes y definitivas.

Pruebas que, además, deberían haber sido puestas de manifiesto ante quien tiene que dirimir si el reproche es o no fundamentado. Actuar de otra forma demostraría una intención manifiesta de torcer la voluntad popular porque no has sido el elegido.

En una ocasión, hace años, estuve con AMLO, a la sazón, jefe de Gobierno del Distrito Federal en 2004, y me pareció una persona profundamente demócrata y seria, con unas ideas novedosas y diferentes a las que defendían las recetas tradicionales.

Hace un año, tuve ocasión de desayunar con el precandidato entonces del PRI, Enrique Peña Nieto. En esa ocasión, me dio la impresión de que se trataba de una persona de firmes convicciones democráticas y con la clara decisión de apostar por un cambio profundo en México, si llegaba al poder.

No he vuelto a hablar con ninguno de ambos hasta hoy. Quizás por ello me permito emitir un juicio sobre lo que está ocurriendo después de la victoria por siete puntos porcentuales de diferencia del primero sobre el segundo, y los amagos y la decisión encubierta de éste de cuestionar los resultados electorales producidos.

La diferencia es tan abrumadora, varios millones de votos en favor de Peña Nieto, que debería de ser suficiente argumento para acallar las protestas y para no revivir los tristes episodios del año 2006.

En aquella ocasión, el margen fue mínimo, y por ello, millones de ciudadanos/as cuestionaron la elección de Felipe Calderón; ahora, el mismo protagonista, de nuevo perdedor, retoma la bandera de la duda y la acusación, sin aportar las pruebas que acrediten la grave imputación que hace.

Andrés Manuel López Obrador, en vez de reconocer la derrota y saludar al contrario, ofreciéndose al mismo, como ha hecho la tercera de los candidatos, Josefina Vázquez Mota, para afrontar los difíciles retos que aguardan a México, ha decidido, de nuevo, sembrar el desconcierto apoyado, en esta ocasión, por las redes sociales y movimientos ciudadanos afines al mismo, para cuestionar no solo la elección sino el propio sistema, en una suerte de decisión revolucionaria sin retorno ni justificación aparente.

Por su parte, el candidato ganador, frente a la “marabunta” que se le ha venido encima después de obtener legítimamente la elección, ha optado por una actitud prudente, casi podría decirse que humilde, descargada de la soberbia que normalmente suele acompañar al que obtiene la victoria.

Sus palabras de agradecimiento al pueblo mexicano por “esta segunda oportunidad” que da al PRI y la contundencia de su mensaje en favor de la democracia, la libertad y la transparencia, han sorprendido a muchos que se han quedado descolocados al no coincidir lo que vaticinaban con lo que está sucediendo.

Y, sobre todo, indican el firme propósito de gobernar de una forma diferente a aquella que afirman los que le cuestionan, no por sus deméritos, sino por los que en el pasado acumuló el partido al que pertenece.

Entre uno y otro perfil de los contendientes, debo decir que, a pesar de que mis ideas me sitúan claramente en el espectro de la izquierda y por ello, teóricamente, debería estar más próximo al perdedor que al ganador, mi reconocimiento se concentra en favor de la mesura y el compromiso por México, y mi crítica clara y definitiva va para quien no asume la nueva realidad política de un país que, habiéndole otorgado un gran respaldo, no le ha dado la confianza mayoritaria para dirigirlo.

El proceder de un país en el que durante 40 años vivimos lastrados por la dictadura, me hace valorar mucho más la democracia y los valores que la integran, y por ello me tomo muy en serio los resultados electorales y me abstengo de cuestionarlos si no dispongo de pruebas contundentes.

Saber ganar es difícil, pero mucho más complicado es saber perder asumiendo la victoria del contrario y la derrota propia.

En esta tesitura, quien no ha logrado convencer suficientemente de su programa, debe dejar paso y demostrar el liderazgo ante los millones de personas que le votaron, lo que supone abandonar “el autismo” político en el que se halla para evitar el empeoramiento del estado de cosas actual.

Requerir a aquellos que creyeron en su oferta electoral para que abandonen el camino a ninguna parte iniciado y que lidere esa masa crítica exigiendo al nuevo presidente el cumplimiento de lo prometido.

Y que su forma de gobernar se dirija a la defensa de todos los derechos de los/as ciudadanos/as mexicanos/as, sin partidismos, sin sectarismos y exigiéndole que convoque a todos a derrotar las lacras que perturban y asolan al país y a sus gentes.

En la coyuntura histórica en la que se encuentra México, toda la ciudadanía y las estructuras políticas, sindicales, empresariales y de la sociedad civil organizada, deben combinar sus esfuerzos y contribuir a que el nuevo presidente halle el camino de la esperanza haciendo honor a la confianza mayoritaria recibida por una parte del pueblo para dirigir a la integralidad del mismo.

El tiempo, decía Voltaire, es el mejor juez porque coloca a cada uno en el lugar que le corresponde. Por ello, es tiempo de dar una oportunidad a quien ofrece su entrega para dirigir los destinos de México, pero también lo es para que los/as ciudadanos/as abandonen su ancestral indiferencia y reivindiquen el lugar que les corresponde, exigiendo a aquel que cumpla y asumiendo un papel proactivo en la reconstrucción de una nueva democracia, más equitativa, más transparente, más segura y más libre.

Baltasar Garzón, ex magistrado y abogado

Ortega Prado - Todos somos priistas hasta que se demuestre lo contrario


Esta historia empieza en 1997. Aquel fue un año dorado para la oposición: Cuauhtémoc Cárdenas arrasó en las primeras elecciones para la jefatura de Gobierno del DF, el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados y el PRD consolidó su presencia en el Congreso. Y también fue el año en que un moreliano, entonces dirigente nacional del PAN y de nombre Felipe Calderón, afirmó: “Todos llevamos un priista dentro”.

En aquel momento la frase no pasó de anécdota: el azul y el amarillo seguían avanzando y el tricolor no hacía más que evidenciar fisuras y debilidad. Tanto fue así que tres años después, por primera ocasión en la historia, el PRI perdió la Presidencia de la República. Aquel 2 de julio del 2000 fue fiesta nacional. Vicente Fox, albiazul sui generis, llegó al poder entre promesas de transición y gracias a sus sistemáticas diatribas contra el PRI. Y ese rechazo a los 71 años de “dictadura perfecta” (según palabras del Nobel Mario Vargas Llosa) se reflejó en el Congreso, que tuvo una cantidad de legisladores panistas como nunca antes.

Decenas de políticos y politólogos, periodistas y lectores, expertos y legos, auguraban que el fin del PRI se acercaba…

El PRI admitió la derrota. Y se retrajo, a lamerse las heridas, a metabolizar su peor trago. Y a hacer lo que siempre había sabido: disciplinarse, observar, negociar (a la luz del día o, más frecuentemente, debajo de la mesa). Se retrajo a sus refugios: las alcaldías, las gubernaturas que le quedaban (la gran mayoría), los congresos locales, los sindicatos.

Además, pronto fue evidente que, sin el priismo, no habría modo de aprobar ninguna reforma de calado: el PAN ciertamente tenía 209 diputados federales, pero el PRI poseía 208. O, fraseado de otro modo, dependía del PRI que hubiera transición. O no.

“El PRI nunca sufrió una ‘debacle’ en el 2000; el ‘PRIAN’ no es una fantasía. Desde 1988 han sido una sola coalición. Hay que fijarse en los nombramientos de Fox, hubo priistas fundamentales. La forma como el PRI sobrevivió entre el 2000 y el 2012 es incubándose en el PAN”, afirma John Ackerman, doctor en sociología política.

En 2006, sin embargo, el PRI recibió otro fuerte golpe: fue desplazado al tercer lugar en la elección presidencial. Con 0.58% de diferencia, el panista Felipe Calderón venció al izquierdista Andrés Manuel López Obrador, en unos comicios que desataron la polarización social y política. Tanto, que la izquierda mantenía tomada la tribuna de San Lázaro el 1 de diciembre, cuando Calderón debía rendir protesta.

El panista, no obstante, lo logró. Gracias al PRI.

Y el PRI (con sólo 106 diputados, contra 127 del PRD y 206 del PAN) se convirtió en la tercera fuerza legislativa más poderosa en la historia patria.

“El PRI apoyó a Calderón en 2006 y después fue básico para que pudiera legislar. Y también Calderón tiene a un priista como secretario de Hacienda, a José Antonio Meade. El PAN le dio una careta diferente al PRI”, afirma Ackerman. “El PRI nunca se fue del poder”.

Promediada la administración calderonista, aquella frase de “todos llevamos un priista dentro” dejaba de ser anécdota.

“¿Que yo qué tengo de priista? –respondió en 2009 Manuel Espino, dos años después de haber liderado el PAN- Pues si acaso lo que ha dicho desde hace años Felipe Calderón que todos llevamos un priista adentro. Yo espero que el pequeño priista que tengo dentro se quede muy pequeñito”.

En 2011, a punto de empezar su precampaña presidencial, Ernesto Cordero pidió a sus correligionarios promover los logros de los gobiernos panistas “a la antigüita, como le hacen los priistas”. El entonces secretario de Hacienda insistió: “No se hagan… saquen al pequeño priista que todos tenemos dentro… no se hagan, si todos llevamos un pequeño priista dentro”.

Y es que, afirma en su blog el analista Andrés Lajous, “el PRI y el priismo son patrones culturales, son formas y costumbres que quienes toman decisiones usan en la cotidianeidad. Pero el priismo cultural, como uso y costumbre política, no sólo existe dentro del PRI. Está en la oposición. Está en las organizaciones de la sociedad civil. En cómo escogen a sus liderazgos, en el discurso que usan, en cómo se relacionan con los medios. Todos somos priistas hasta que demostremos lo contrario”.

Por lo menos nueve estados de la República nunca lo han demostrado (jamás han tenido gobiernos que no hayan emanado del PRI), pero algunos prominentes panistas sí se han desmarcado, entre ellos, Bernando Bátiz y Manuel Clouthier Carrillo.

“Para mí el PRI no es un partido político, es una forma de ser. Y es esta cultura la que es necesario cambiar. ¿Cómo detectar qué porcentaje de priista traemos dentro? Dale poder a alguien”, dijo Clouthier, en marzo pasado. Y en junio se fue del PAN. Justo siete años después de que su hija renunciara a los colores albiazules, tras afirmar: “Nuestro partido no ha mostrado tener un proyecto claro. El PAN sacó al priista que dicen todos llevamos dentro y éste afloró en las prácticas: compra de voluntades, regala o intercambia puestos, amenazas…”

El académico Roger Bartra ensaya una hipótesis en la revista Letras Libres: “No se ha desarrollado con suficiente vigor una cultura de la dignidad ni un orgullo democrático. En contraste, nos oprime todavía el enorme peso de la vieja cultura política autoritaria, que se halla profundamente inscrita en la sociedad mexicana. Es la rancia cultura priista que, aunque ha retrocedido en muchos ámbitos, se ha extendido fuera del partido que la alimenta”.

Tal vez por eso Zedillo felicitó a Fox en 2000 y Calderón hizo lo propio con Peña, en 2012, plantea Ackerman. Tal vez por eso Randal C. Archibold escribió el 26 de junio, en The New York Times: “El PRI está imbuido en la sique mexicana como ningún otro partido”. Tal vez, por eso, Espino y Fox apoyaron la campaña del PRI, en 2012. Y celebraron el triunfo.

Federico Reyes Heroles- Efectos Secundarios.

“Nuestra amistad inspira a Europa”. El escenario es Reims, la ciudad francesa devastada durante la invasión nazi. Angela Merkel, autora de la expresión, y Francois Hollande están parados frente a la placa que recuerda ese horror. Es un día lluvioso, el 50 aniversario de la reconciliación franco-alemana. Los dos mandatarios estrechan sus brazos y muestran, en acto simbólico, cómo sus países miran hacia enfrente, trabajan a diario para enterrar odios y resentimientos graves. Recordemos los brutales bombardeos sobre las ciudades francesas, a los cientos de miles que perdieron todo, comenzando por sus familias. Recordemos la arrogancia de Hitler paseándose debajo del Arco de Triunfo. El dolor de una guerra no muere, pero la actitud civilizatoria es clara: construir una cultura de paz y tolerancia.

Si el 8 de julio de 1962, también en Reims, Konrad Adenauer y Charles De Gaulle, a menos de dos décadas de terminada la gran guerra, fueron capaces de reiniciar una relación, los franceses y alemanes de hoy deben ser capaces de cerrar las heridas. Hubo y hay fines superiores: reconstruir Alemania y Francia entonces, hoy -en plena crisis europea- continuar con una alianza estratégica que mucho bienestar ha traído a las dos principales economías europeas. Brinco a México.

¿Tiene algo de malo señalar el riesgo mediático que acompaña a las democracias de nuestra era? Para nada, está allí en potencia. Karl Popper, el gran liberal del siglo 20, lo señaló en el que fuera su último texto. Sartori también ha tocado el tema. El caso Berlusconi pone los pelos de punta. ¿Tiene algo de malo delatar la compra del voto? Por supuesto que no, por el contrario, al señalar esa corruptela se le hace un bien a nuestra inacabada democracia. La responsabilidad es compartida entre quien compra y vende, y en una sociedad donde todavía hay porciones importantes de pobres, el riesgo seguirá estando ahí. ¿Tiene algo de malo impugnar una elección cuando hay elementos y los cauces legales para hacerlo? De nuevo, no. Entonces, ¿dónde está el problema?

El primer problema está en el necesario respaldo moral del demandante. Ladrón que acusa a ladrón no puede reclamarse como juez del pueblo. Si algún uso perverso hubo durante las precampañas, fue la exposición de AMLO en los tiempos oficiales de los partidos de la alianza. Era el único con esa posibilidad. Fue entonces que rebasó a Ebrard en población abierta y disminuyó sus negativos. Sacó raja de un resquicio de la ley, que ya nadie menciona. El candidato que mayor exposición acumulada tuvo no tiene la autoridad moral para hacer ese señalamiento. Durante 2006 fue él quien consiguió un programa cotidiano en una televisora. Sobre el segundo tema, la compra del voto, el PRD da lecciones. Tampoco procede erigirse en juez.

AMLO sabe que es casi imposible que el TEPJF decida a favor de una violación generalizada al Artículo 41 constitucional, sabe que la nulidad absoluta ya no es causal, sabe que la elección ha sido la más vigilada y regulada de toda nuestra historia. ¿De verdad está dispuesto a acatar la decisión de la última instancia? De ser así, ¿por qué convoca desde ya a una movilización nacional para “defender” a la democracia mexicana? No hace sentido. ¿Qué van a hacer con las frustradas expectativas de miles de jóvenes? Pero hay algo más grave, los efectos secundarios.

“¡JUDÍOS-SIONISTAS=ASESINOS DE MIERDA!; “... eres un anti-México... me das vergüenza maldito judío”; “... ¿intelectual? Jajaja bueno... Si no es más que un sucio judío”, “fulano y zutano (omito los nombres) Primera lealtad Israel, luego EU y lo que queda para su “México neoliberal”. La lista de tuits es infinita. Pero ahí no acaban los efectos secundarios. Hay de otra índole, también con procedencia de los demócratas puros de nueva generación.

“Haz patria. Mata a Peña” leí el sábado pasado en la marcha convocada por las redes sociales, justo frente al magnífico Museo de la Tolerancia, nueva visita obligada de la ciudad. Y como esa consigna había decenas más. ¿Qué van hacer con todos los odios que están desatando? Porque cuando anden “rescatando” a la democracia mexicana, los odios seguirán aquí. ¿Cómo es posible que la izquierda no condene actitudes xenófobas, racistas, fascistas? ¿Qué izquierda es ésta? Quizá por eso la transición en México se dio por la derecha, porque la izquierda está desdibujada en sus principios democráticos. Porque de nuevo va a provocar la imagen de peligro que el ciudadano condena, porque el caudillo que ratificaron para ganar votos y dineros está dispuesto a enterrar a la izquierda liberal con tal de seguir en las candilejas.

Hará todo lo posible por estar en 2018, hiriendo así de nuevo a la izquierda moderna que sí podría ganar una presidencial. No lo den por “muerto”. Dos cosas quedan claras. Una, como dijera un sabio, los políticos no se retiran de la política, la política es la que los retira. AMLO no lo entiende. Dos, no es Adenauer ni De Gaulle, es un profesional del odio.


Fuente: http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/efectos-secundarios1

Rafael Loret de Mola - Presidentes Delincuentes/ Cinco Millones Corruptos

Rafael Loret de Mola
Recién iniciada la administración del “perdonado” Vicente Fox –con su ejemplo queda rota por siempre una de las reglas básicas del partidismo, la disciplina-, rodeó el entorno el señalamiento sobre los enseres domésticos de Los Pinos con compras de toallas, a cuatro mil pesos cada una, con el emblema del águila mocha en sustitución banal e ilegal del escudo nacional. El escándalo fue de altos vuelos porque la erogación fue millonaria y acaso una trampa que la señora Marta Sahagún le puso a la hija mayor del mandatario, Cristina, en su afán de apoderarse de la voluntad de éste. La cachorra nada pudo hacer ante la fiera curtida y el asunto saltó a Internet y se convirtió en una especie de tarjeta de presentación del nuevo régimen aunque pareciera poco importante pese a los sobreprecios descarados. 

Lo más grave ocurrió días después, en una emisión del viejo Monitor -¡cómo lo extraño!-, cuando el propio presidente Fox, libre de cualquier impugnación seria sobre su legitimidad –algunos priístas recalcitrantes dijeron que se había dado “un fraude al revés”, esto es desde el gobierno para favorecer a la oposición, lo que el tiempo ha confirmado en parte por la veleidosa conducta de Ernesto Zedillo-, se atrevió a responder sobre lo que llamábamos ya el “toallagate”:

 --La verdad es que los antiguos inquilinos –es decir los Zedillo- se llevaron todo...y tuvimos que comprar hasta las sábanas.

Lo que pareció un chascarrillo constituía, más bien, una seria denuncia por robo hacia el ex mandatario, aun cuando la suma de los bienes sustraídos no fuera multimillonaria; por bastante menos hay miles que purgan sentencias por varios años en las distintas prisiones del país. Así que la pública denuncia del señor Fox, ya con la banda presidencial, merecía seguimiento dado el nivel de los personajes involucrados.

Además, no lo olvidemos, una de los deberes constitucionales de los funcionarios públicos es proceder judicialmente cuando tienen conocimiento de un delito; esto es, no se lo pueden guardar para así ni perdonarlo discrecionalmente: tienen que acudir al Ministerio Público para iniciar con ello las averiguaciones previas. De no ser así, el burócrata en cuestión –desde Gutierritos hasta el jefe de Los Pinos-, podría ser considerado cómplice, perdiendo su cargo y siendo inhabilitado para las funciones públicas durante varios años de acuerdo a la sentencia del juez. Ello se explica por el afán de proteger el patrimonio nacional de los prevaricadores que se creen dueños del país mientras dura su mandato.

¿Acaso los panistas no rechazaron siempre la idea del “espaldarazo” del mandatario entrante a sus antecesores como muestra –decían- de civilidad política y de sana continuidad cuando, en verdad, se trataba de imponer la avieza impunidad cuyos daños han maltrecho la confianza de los mexicanos en su gobierno? Porque, para colmo, nunca antes, digamos desde la asunción de Fox sin contratiempos, se había dado el nivel de complicidad y tolerancia respecto a los inmediatos predecesores: Fox hizo de Zedillo un santón de la democracia por haber posibilitado, con su conducta inmoral, los reclamos de cambio; y Calderón aguantó la lengua larga de Fox con tal de evitar, aún más, la ruptura del PAN que, cada vez, paree más cercana. El colmo llegó cuando Vicente, el de las botas y las hebillas, apoyó con descaro al priísta Peña Nieto en la carrera sucesoria... provocando sólo tímidas respuestas de Calderón. ¿Acaso quien estaba en línea, entre todos los panistas decepcionados incluyendo su cuñadito, Juan Ignacio Zavala, era el ex presidente? Lo decimos porque al señor Calderón no se le vio demasiado apurado –más bien satisfecho- por el resultado de los comicios federales y “orgulloso”, sobre todo, por la lección dada por una ciudadanía madura como apuntó en su mensaje exaltando la tranquilidad con la que se votó -¿lo habrán hecho también los narcos con credenciales amañadas?-, y los elogios recibidos desde el extranjero por cuanto atestiguaron sus observadores: es decir, largas colas de electores y un conteo digno realizado por vecinos de distintas filiaciones políticas quienes actuaron –hablamos de tres millones de personas- con absoluta buena fe. Otra cosa es lo que sucedió en las regiones marginadas o más depauperadas en donde perviven familias necesitadas de unos cuantos pesos –para ellos son muchos-, y dispuestos a vender su voluntad ciudadana... en apariencia. 

Así, en Guanajuato procedió el PAN a sus anchas, el PRD hizo otro tanto en el Distrito Federal y otras entidades –digamos Tabasco-, y el PRI se concentró en el mayor bastión peñista, el Estado de México. Todos fueron pecadores aunque algunos hicieron de las suyas con mayor descaro. Sin embargo, no puede hablarse a la ligera, como lo ha hecho López Obrador, insinuando que se “compraron” cinco millones de votos, los suficientes, claro, para rebasarlo y cortarle el paso hacia la Presidencia por segunda vez. La diferencia numérica respecto a los 200 mil votos de desventaja en 2006 es, por supuesto, abismal y sólo podría darse considerando dentro de la corrupción a buena parte de los mexicanos: además de los cinco millones que se vendieron, los tres millones que actuaron en las mesas electorales y formaron las actas respectivas y los catorce millones más que no se vendieron pero sufragaron por el regreso hacia la autocracia y la secuela de inmoralidades que suele acompañar al modelo En total, a ojo de buen cubero –el de Andrés Manuel, digo-, hablamos de veintidós millones de compatriotas acusados por ser comparsas de un fraude gigantesco. ¿Es creíble tamaña monstruosidad?

En fin, el señor Calderón, considerado espurio por el mismo personaje que ahora considera “demócrata” al PAN de Gómez Morín para buscar su alianza para presentarse juntos ante el Tribunal Federal Electoral en la mayor incongruencia política de la historia, dijo con estudiada seguridad, no sólo que hubo compra de votos sino que ello es “inaceptable”. Tal, en labios de quien ejerce la titularidad del Ejecutivo federal, le obliga, sin dilación alguna, a presentar las denuncias correspondientes ante la Procuraduría General de la República y el Instituto Federal Electoral a causa de los delitos que señala: esto es, la inaceptable compraventa de sufragios que pudo haber modificado la tendencia de la soberanía popular. Si López Obrador habla de cinco millones de votos comprados, ¿cuántos propone el señor Calderón y el PAN que se vendieron?¿Dos o tres para no alterar el resultado final y evitar la nulidad de las elecciones?¿O cinco para procurar que las “irregularidades” rebasen al 25 por ciento de las casillas y los votos emitidos en ellas y pueda andarse hacia la nulidad de los comicios?¿Acaso creen que el PRI tiene las manos atadas y se dejará vencer por la vía de las protestas escasamente sustentables?

Hace seis años hablamos de que se había movido una franja de un millón de votos, medio hacia arriba y medio hacia abajo, gracias al intenso trabajo de cuatro o cinco laboratorios estatales, entre ellos los de Guanajuato, en donde este columnista radicaba entonces, y Jalisco; ahora insisto en que las tarjetas de débito no significan que sus titulares hayan votado por el PRI. ¿No fue el mismo Andrés Manuel quien invitó a los ciudadanos a “aceptarlo todo” y después votar en libertad?¿No tiene acaso el suficiente poder de convocatoria –que tanto ha exhibido-, para fastidiarle la fiesta al PRI haciendo que los tenedores de las célebres tarjetas –Soriana, Monex- se mofaran del PRI, adquirieran lo que quisieran y luego votaran, en secreto lo que es un derecho inalienable, por quien quisieran?¿Cuántos de esos “cinco millones” de votantes le hicieron caso?¿La mitad, por ejemplo? Si fue así, tampoco López Obrador gana. Si sentenciamos arbitrariamente es porque Andrés Manuel denuncia de la misma forma: como siempre, habla de pruebas... y jamás las presenta. Veremos.

Debate

Lo turbio de las alianzas entre el PRD y el PAN, es decir entre quienes negaron legitimidad al presente gobierno y los que le apoyaron hasta la ignominia –una función ciertamente deleznable-, ha sido su continuidad hacia el plano de la rebeldía ante los resultados dados por el Instituto Federal Electoral. ¿No tuvo esencia ni veracidad alguna la firma del acuerdo de civilidad de los cuatro candidatos presidenciales en el sentido de respetar los resultados y extender sus bienaventuranzas a un IFE maduro y responsable?¿Quién va a creer, a partir de ahora, en tales pactos cochambrosos? Ni quienes los suscriban. La decencia ha desaparecido de la vida institucional del país.

La suma de Calderón a estas instancias poco razonables, no sólo demuestra que su actuación fue la de un gobierno en ausencia sino que, ahora, sus cabilderos catalanes –Solá y compañía- quieren sacar la cara preparando la nulidad de las elecciones inventándose lo de Soriana y Monex como pretexto para, supuestamente, deslegitimar el proceso, una cuarta parte del mismo, y hacer válido el razonamiento de la “izquierda unida”. Desde luego, bien se cubre las espaldas el mandatario al aducir, al mismo tiempo, que observa difícil que esta causal se dé. Como Poncio Pilatos, siempre.

¿Qué ganaría Calderón? Un interinato, con un panista al frente, dispuesto para convocar a nuevas elecciones cuando las condiciones estén dadas –es decir puede prolongarse dos años en la silla grande-, y tiempo suficiente para ponerse seguro, lejos de los reflectores, dejando pasar los meses en beneficio de su propia impunidad. Un juego a doble banda con el PRD marchando hacia atrás en su propia historia, sin más ideología que la del oportunismo aun cuando alegue defender así los derechos de “todos los mexicanos”. ¿También de cuántos votaron por el PRI y Peña a pesar de ser considerados, por ese solo hecho, como corruptos y antipatriotas?¿Así entienden la democracia Andrés Manuel, sus pupilos y grupos adyacentes? De seguir por esta ruta iremos, seguro, hacia el abismo.

La Anécdota

Un anti-peje, que también los hay –fíjense los lectores que jamás he aplicado este calificativo a López Obrador por el respeto que le tengo a su indiscutible liderazgo natural y a pesar de la intolerancia que demuestra a sus críticos-, me dijo con sorna:

--Voy a lanzar una “propuesta ciudadana”: una colecta nacional, en la que participemos todos o quienes no votamos por el tabasqueño –en todo caso dos tercios o más de los sufragantes, es decir la mayor parte de éstos, fórmula aplicable igualmente a Peña Nieto-, para reunir suficientes fondos para que Andrés regrese a su casa, allá en su edén –como le llama a Tabasco por la canción que hace temblar los corazones-, y se quede allí a cambio de los tremendos esfuerzos que ha realizado por la democracia; porque si permanece en el escenario no habrá democracia... ni izquierda. Es una propuesta, nada más. Yo también voté por López Obrador... hace seis años.

E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/presidentesdelincuentescincomillonescorruptos-1328590-columna.html

Ricardo Alemán - Venganza, más que justicia


Ricardo Alemán

Ya se peleó con las televisoras, en especial con Televisa, a las que acusa de “inventar” a Enrique Peña Nieto.
Ya se peleó con Milenio, a cuyos periodistas y editores acusó de todo —o casi todo— lo que le pasa, sobre todo de la presunta utilización de las encuestas como propaganda en su contra.
Ya se peleó con todos aquellos periodistas y críticos que exhiben sus inconsistencias democráticas, que cuestionan sus chabacanas ocurrencias, su cultura del engaño y la mentira.
Ya mandó a sus “jaurías” contra las televisoras, contra algunos diarios que lo critican; ya acusó en la plaza a los que resultan incómodos para su causa y avivó la intolerancia de las multitudes, a las que lanzó contra los que piensan diferente.
Y ahora se fue contra el diario español El País, al que pretendió dar lecciones de periodismo crítico al pedirles “dejar la manía de hacer periodismo colonizante”, al tiempo que sugirió una práctica que él mismo no conoce: la autocrítica. Les dijo a los editores de El País: “Mejor hagan la autocrítica por su responsabilidad en el desastre de España”.
Nos referimos, está claro, al candidato presidencial derrotado, Andrés Manuel López Obrador, quien ya olvidó —desde hace 15 días—, la engañosa estrategia “del amor” y regresó a lo suyo: a la guerra contra todos aquellos que no están con su causa, sean locales, sean de ultramar.
Reapareció el López Obrador de siempre, el intolerante a la crítica. Y es que —como se sabe— desató la furia de AMLO un editorial de El País de ayer domingo, en donde se opina que resulta difícil que prospere el recurso de invalidación de la elección presidencial mexicana, ya que no existen evidencias de irregularidades a gran escala.
Dice El País que, en efecto, existe descontento social por el regreso del PRI, pero que eso no oculta el hecho de que “el populista Obrador ha sido siempre un mal perdedor”. Y remata al editorial con lo que parece haber desatado el enojo del tabasqueño: “Para los correligionarios de López Obrador parece llegado el momento de preguntarse si les conviene como líder un hombre dos veces derrotado, con tendencia de victimismo conspiratorio y cuyo estilo abrasivo y anquilosado le ha enajenado una parte de su voto natural. López Obrador es un lastre”, dice El País.
Pero, en el fondo, lo llamativo de el editorial de El País no parece estar en su conclusión reciente sobre López Obrador. No, lo curioso es que la conclusión llegó hasta hoy, luego de 15 días de farsa y mentiras, luego que en 2006 los capitanes de la empresa española de medios, Prisa, incluso fueron maltratados por AMLO. Claro, la crítica vino a pesar de que El País tienen en sus páginas a reconocidos opinantes mexicanos, adictos al llamado lopezobradorismo.
Pero el editorial de El País es apenas la punta de la madeja de un tejido extenso que, allende las fronteras, empieza a revelar la realidad de lo que es AMLO. Y si tienen dudas, basta revisar el semanario británico The Economist, que también publicó un editorial en el que llama “perdedor” a López Obrador.
El semanario británico dice que “sin mayores evidencias” en su protesta para anular la elección, López Obrador “no llegará muy lejos”. En otras palabras, que es una farsa el supuesto fraude.
The Economist destaca, como una contradicción fundamental, que AMLO reclama la anulación de la elección presidencial, pero no ve irregularidades en las elecciones para el Congreso y para otros estados donde, “al parecer, le fue bien a las izquierdas”.
¿Qué sigue ahora? Ya le dijo a El País que es incongruente y que hace un periodismo “colonizante”, ya le recomendó hacer autocrítica “por su responsabilidad en el desastre de España”. ¿Va a decir ahora que también el PRI le pagó a El País y a The Economist? Falta poco para que López Obrador diga que el mundo entero está en su contra, en su “tendencia al victimismo conspiratorio”.
Lo que no es un juego, sin embargo, es que el locuaz AMLO en realidad prepara una venganza callejera no sólo contra sus adversarios políticos, no sólo contra los que le ganaron en las urnas y tampoco contra las instituciones que han validado las primeras etapas de la elección. No, en el fondo AMLO prepara una venganza contra los ciudadanos todos —contra “los corruptos” que no votaron por él—, cuando estrangule la ciudad de México con sus jaurías babeantes que reclamarán —paradójicamente— la instauración de la democracia electoral.
Y claro, como siempre, “el lastre” fastidiará la vida a millones, sin que exista una sola autoridad capaz de impedir su venganza.
¿A poco MyM serán capaces de contener la furia de quien busca venganza, más que justicia? Todo indica que Marcelo y Mancera no podrán meter ni las manos. Al tiempo.

Ciro Gómez Leyva - Odio


Ciro Gómez Leyva

Lo notable en el horrible verano-otoño de 2006 no eran los arteros adjetivos ni las mentiras esperpénticas, sino el odio que había en aquellos mensajes. El mal que deseaban.
Así lo referí en La historia en breve del 25 de agosto de aquel año: estaba recibiendo una cantidad inusual de correos electrónicos y anónimos, cargados de odio, sobre mi desempeño periodístico en el conflicto postelectoral.
Quizá el tiempo haya suavizado el recuerdo, pero el odio de entonces parece poca cosa comparado con el de hoy. “Ciro, chingas a tu puta madre, te va a cargar la verga, cabrón”, escuché en el buzón de voz de mi celular de MILENIO el otro día. “Nunca vas a poder dormir con trankilidad traidor farsante nunca dormirás bien”, me dejó en SMS otra persona. Y hay cosas más rudas.
Los insultos vienen con amenazas esta vez. A diferencia de las generalidades y lugares comunes de 2006, hoy tienen un punto concreto del que agarrarse: la encuesta de seguimiento diario MILENIO GEA/ISA. En ese submundo de la agresión y la siembra de miedo, no existe la posibilidad del error, la falla profesional.
Para ellos, si la encuesta le dio más ventaja a Enrique Peña Nieto fue por corrupción. Para ellos, solo ellos pagan las consecuencias. Y eso es una traición a la democracia, la patria, el pueblo. Es lo mismo que dicen, con otras palabras, Andrés Manuel López Obrador y Ricardo Monreal. Entiendo su molestia, pero es lo que alientan.
Ni hablar, son los tiempos que nos tocaron. Quejarse es absurdo y estéril. Simplemente dejo registro: el insulto viene acompañado de amenazas. Algunas muy puntuales.


Regina Pessoa - Historia trágica con final feliz

Historia trágica con final feliz
2005
País: Brasil
Director: Regina Pessoa
Duración 6:37 minutos

Estamos ante un cortometraje poético y profundo sobre autorealización, aceptación,  y comunión.
Se trata del relato de una niña con un sentir (un latir) distinto al grado de disgustar a su entorno, que tiene que aceptarse a si misma para lograr la comunión con los demás, y propiciar así su transformación final, su evolución y partida, pero durante ese proceso de aceptación logra que toda la comunidad viva al modo de su pasión, se adaptan, y cuando se va la echan de menos y se sienten vacíos, la solución para ellos sería que aviven su sentir (su latir) al mismo ritmo ausente para volver a vivir en paz. Que busquen que es lo que hace latir con intensidad sus corazones.



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