martes, 17 de julio de 2012

Trampas Olímpicas.


Una pequeña semblanza de tres famosas trampas olímpicas.


San Luis-1904: Frederick Lorz.

WASHINGTON, Distrito de Columbia.- Conocido por su “descarnado engaño” durante la lid de San Luis-1904, el albañil estadounidense Frederick Lorz pasó a la historia como uno de los mayores tramposos olímpicos.
Tras su entrada triunfal al estadio como ganador del maratón, Lorz tuvo momentos de felicidad extrema. Los fotógrafos le persiguieron y él, solícito disfrutó de cuanta celebración espontánea se sucedieron.
Tanta era su euforia que hasta se tomó una foto con Alicia, la hija del presidente Roosevelt, y saboreó la gloria de los grandes triunfadores. Lorz estaba feliz.


Sin embargo, más rápido se coge a un mentiroso que a un cojo y la verdad se supo minutos más tarde.
A los diez kilómetros de la carrera Lorz marchaba de último y decidió dejar de correr. Poco después se sentó en la parte trasera del automóvil de su entrenador y cuando éste arrancó, descubrió que seguía la misma ruta de la competición.
Cinco kilómetros antes de la meta, Lorz bajó de auto y comenzó a correr como si nada hubiese pasado. Llegó al estadio en primer lugar, sin apenas signos de cansancio. Los aficionados le aclamaron como el gran vencedor.
Sin embargo, su compatriota Thomas Hicks, que entró en al segunda plaza, muy extenuado, dijo que era completamente imposible que Lorz le hubiera adelantado sin que él le viera, con lo cual sembró dudas el éxito de su connacional.
Quizá en un acto de “mea culpa”, el ganador acabó confesando cómo consiguió ganar la prueba y huyó del estadio mientras el público le manifestaba su descontento.
El hecho, insólito en Juegos Olímpicos y de un carácter estrafalario, inmediatamente fue reprimido. Abucheado y apedreado, al tramposo albañil se le retiró su presea de oro.
Finalmente Hicks, un payaso de profesión, resultó entonces el medallista de oro del maratón con un tiempo de 3 horas y 28 minutos, el más lento de la historia.
En la sofocante jornada, llegó a la meta con inyecciones de estricnina, hoy una droga prohibida, y sorbos de brandy.
Tan decepcionante fue la maratón de San Luis que Félix Carvajal, un cartero cubano, fue cuarto pese a correr con ropa de calle e intoxicarse con unas manzanas que recogió en el camino.
Tras una sanción de por vida, Lorz fue perdonado y en 1905 ganó la Maratón de Boston, y algo de honor.
Murió de neumonía en 1914, con apenas 29 años.


Dora Ratjen (Bremen, 20 de noviembre de 1918) apenas tenía 17 años cuando la federación
Dora Ratjen, en 1938
Dora Ratjen, en 1938

de atletismo alemana la descubrió. Era una adolescente de gran musculatura, absolutamente dotada para lo que era su pasión: el deporte. Bergmann y Ratjen compartieron los entrenamientos de clasificación para Berlín ’36. La joven aprendió de la técnica de Bergmann y llegó a igualar sus marcas. En Berlín’36 la presión pudo con ella y solo fue cuarta. Su gran momento llegó en el Europeo de Viena 1938. Con 19 años, se proclamó la mejor del continente con un salto de 1,70 metros: un nuevo récord del mundo. Pero esa misma noche, en el tren que la llevaba desde Viena a Colonia, iba a empezar su desgracia.
Era la noche del 21 de septiembre de 1938. El revisor del tren sospechó de aquella mujer grande y musculosa. Tomó a Ratjen por un travesti –travestirse era delito en la Alemania de entonces- y avisó a un oficial de las SS. Le pidieron la documentación. Su tarjeta de identidad la presentaba como mujer. Y en su equipaje llevaba una medalla de oro obtenida en la competición femenina de salto de altura. Nada de ello convenció al agente, que le pidió que la acompañara para someterse a un examen físico. “Si se niega, se considerará obstrucción a la justicia”, amenazó.
El examen médico demostró que, en realidad, la gran campeona Dora Ratjen era un hombre. Pasó los siguientes seis meses internada en un sanatorio mental. Cuando salió el Reich la denunció por fraude. Sus marcas, récords y trofeos fueron requisados y anulados. Un breve comunicado -”Dora Ratjen no volverá a tomar parte en competiciones femeninas tras realizársele un examen médico”, decía- dio por terminada su carrera deportiva. El pago por su silencio fue un puesto de trabajo en Hannover y la adjudicación de una nueva y masculina identidad: Heinrich Ratjen. Su padre había suplicado a la policía que intercedieran para que Dora / Heinrich siguiera siendo considerada como mujer: “Ni siquiera sabe orinar de pie”.
¿Qué había sucedido? Según se supo años después –el escándalo lo destapó una revista norteamericana en los años 60-, cuando Dora Ratjen nació los médicos no supieron si era varón o mujer. Ante el claro caso de intersexualidad –los genitales de Ratjen no habían madurado-, optaron por registrarla como mujer. Dora creció y vivió como una niña, hasta que el desarrollo hormonal de la adolescencia hizo que sus genitales maduraran y se descubrieran como masculinos. Sin embargo, Dora, educada como mujer, sentía y se consideraba mujer. Las equivocadas eran sus hormonas, no ella.
¿Llegó a conocer el Reich que su campeona femenina, el talento descubierto en Bremen para anular a la judía Gretel Bergmann, era en realidad un hombre? Parece difícil que el
Bergmann y Ratjen / Ketteler, en un fotograma de 'Berlin 36'
Bergmann y Ratjen / Ketteler, en un fotograma de 'Berlin 36'
Comité Olímpico Alemán pudiera ignorarlo. Si un rápido examen físico llevado a cabo por las SS en 1938 descubrió lo evidente, ¿cómo no iban a saberlo sus compañeros, sus entrenadores y los médicos que la atendieron durante su carrera como saltadora de altura? La propia Ratjen, en su única declaración al respecto, afirmó que por supuesto que Alemania lo sabía, y que la utilizaron para impedir que la gran Gretel Bergmann pudiera insultar al nazismo brillando en los Juegos de Berlín. Sin embargo, un reportaje publicado porSpiegel en 2009 sugiere que Alemania nunca supo que Dora en realidad era Heinrich. Ratjen no pudo dar réplica a la investigación: había muerto en 2008.
Así, las circunstancias de la participación de Dora Ratjen en los Juegos de 1936 seguirán siendo un misterio. La película Berlin 36, estrenada en 2009, fabula con la posibilidad de que Ratjen –Marie Ketteler en la película- y Bergmann tuvieran una relación de amistad durante los entrenamientos preolímpicos. Y aunque es sólo una fábula muestra una realidad: que tanto Bergmann como Ratjen fueron manipuladas y luego discriminadas por ser simplemente lo que eran. Lo que no podían dejar de ser.
Tal vez ése es el único punto de luz entre las brumas del enigma de Dora Ratjen: que fue una víctima. Sólo queda saber de quién.


Se creyó que el deportista ucraniano de pentatlón moderno Boris Onishchenko era el mejor esgrimista del equipo de la Unión Soviética en Montreal 1976.
Derrotó al británico Adrian Parker durante su primer combate, pero la victoria desconcertó al capitán del Reino Unido, Jim Fox, que estaba observando desde el lateral.
Durante la pelea Fox se inclinó tanto hacia atrás para alejarse de la primera estocada de Onishchenko que la espada se quedó a unos 15 cm de su cuerpo, pero aún así se encendió la luz de tocado válido.
Se confiscó la espada del ucraniano y se descubrió que estaba conectada para burlar el sistema de puntuación electrónica, lo que le permitía puntuar sin tocar a su oponente.
Fue descalificado, junto con el resto de su equipo, y enviado a casa con un gran desprestigio.

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