miércoles, 8 de abril de 2015

Ciro Gómez Leyva - Por qué Korenfeld se tiene que marchar hoy del gobierno

Pregunté sobre la trayectoria y el perfil de David Korenfeld, director de la Comisión Nacional del Agua. Todos los comentarios que escuché fueron positivos. Que es hombre de una pieza, servidor público ejemplar, honesto, uno de los tres funcionarios más eficaces y cumplidores del gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Nada de eso, sin embargo, le servirá para mantenerse en el cargo.

Hay una esencia trágica en esta historia. Por un descuido, un exceso de confianza que no podrá remontar, Korenfeld ha pasado a sumarse a la lista del escarnio. No importa el tamaño de sus activos personales y profesionales: un solo acto mínimamente registrado y mal justificado, lo convirtió ipso facto en símbolo de oprobio.







Raymundo Riva Palacio - Crisis de liderazgo

Es cierto, como planteó El Financiero en su primera plana del martes, que la desconfianza que siente el empresariado mexicano choca con la confianza de los inversionistas. Posiciones en las antípodas que describe el diario como “paradójicas”, al mostrar la baja significativa en el índice de confianza empresarial contra la inversión fija bruta que creció notablemente. ¿Cómo puede conciliarse esta aparente contradicción? Una respuesta la dio el director del periódico, Enrique Quintana, quien explicó que tiene que ver con el deterioro de las expectativas y la frustración que experimentan muchos empresarios.

Se puede añadir a esa reflexión el contexto de que el empresariado mexicano está empapado de los factores sociales y políticos que lo llevan por el camino de la desconfianza, que produce su incertidumbre. La cercanía a la realidad del día con día incide en su ánimo, mientras que los inversionistas, que se encuentran distantes, no están atropellados por la coyuntura. Si se usara la metáfora del bosque, se podría ver a los empresarios mexicanos entre las ramas podridas –inseguridad, corrupción, conflictos de interés o decisiones presidenciales controvertidas-, en tanto los inversionistas ven el conjunto de los árboles desde lo alto.






Campañas depredadoras


Eduardo Ruiz Healy - Ellos no se aprietan el cinturón

El caso del helicóptero de uso gubernamental que el director general de la CONAGUA, David Korenfeld, indebida e inexcusablemente utilizó para transportar a su familia desde su casa en Huixquilucan, Estado de México, al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el 27 de marzo pasado, causó irritación, molestia y enojo en incontables mexicanos que estamos hartos de la manera en que funcionarios, representantes populares y demás miembro de la clase político-burocrática hacen uso de recursos públicos –financieros, materiales y humanos- para satisfacer sus necesidades y caprichos personales.

Y también ha provocado indignación el uso de cinco helicópteros que llevaron a varios potentados perredistas a Zitácuaro, el domingo pasado, al arranque de la campaña electoral de Silvano Aureoles Conejo, candidato del PRD a la gubernatura de Michoacán. Entre quienes llegaron en las aeronaves cuyas rentas por hora van de los 1,200 a los 4,000 dólares dependiendo de las características de cada una, estaban los gobernadores de Morelos y Guerrero, Graco Ramírez y Rogelio Ortega, respectivamente, el presidente nacional del PRD Carlos Navarrete, el diputado federal Antonio García Conejo, el expriísta y hoy estratega perredista José Guadarrama, y diversos dirigentes nacionales y estatales del PRD. Todos volaron del aeropuerto de Toluca a Zitácuaro en sóolo 30 minutos porque es claro que no pudieron o quisieron perder los 80 o 90 minutos que por tierra toma recorrer el trayecto de 90 kilómetros. Tal vez no quisieron exponerse a los peligros que acechan a quienes viajan por los caminos de Michoacán o, convencidos como están de que no pueden perder su valioso tiempo, optaron por gastar cientos de miles de pesos de algún presupuesto oficial o partidista, recursos económicos que a fin de cuentas salieron de los bolsillos de los mexicanos que pagamos impuestos al ingreso o al consumo.






Sergio Sarmiento - Relojes y censura

"Una campaña política nacional es mejor que el mejor circo..., con un bautizo masivo y un par de ahorcados en el camino".

H.L. Mencken

El Instituto Nacional Electoral, el INE, quiere que las campañas electorales de nuestro país sean como los bikinis... que muestren todo excepto lo esencial. La institución parece haber encontrado su verdadera vocación en repartir cantidades multimillonarias de dinero a los partidos y en censurar las acusaciones que deberían ser parte fundamental de una campaña democrática.


Lea la columna completa en este link  http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=301555


Juan Garcìa Ponce - Después de la cita

Juan García Ponce
1932 - 2003

Después de la cita

Era otoño. Algunos de los árboles habían perdido por completo las hojas y sus intrincados esqueletos resistían silenciosamente el paso del aire, que hacía murmurar y cantar las de aquellos que aún conservaban unas cuantas, amarillas y cada vez más escasas. A través de las ramas, podían verse las luces brillando tras las ventanas, a pesar de las pálidas cortinas de gasa. Tal vez hacía demasiado frío para ser noviembre.

Ella caminaba no muy rápidamente, por sobre el pasto húmedo y muelle, en el centro de la avenida. Podía tener quince o veinticinco años. Bajo la amplia gabardina sus formas se perdían borrosamente. Sus cabellos, cortos, despeinados, enmarcaban una cara misteriosamente vieja e infantil. No estaba pintada y el frío le había enrojecido la nariz, que era chica, pero bien dibujada. Una bolsa grande y deteriorada colgaba desmañadamente de su hombro izquierdo.

Caminando en diagonal, salió del camellón, atravesó la calle y siguió avanzando por la banqueta. Al llegar a la primera bocacalle una súbita corriente de aire despeinó más aún sus cabellos. Metió las manos hasta el fondo de su gabardina y apresuró un poco el paso. El aire cesó casi por completo apenas hubo alcanzado el primer edificio. Una de las ventanas de la planta baja estaba iluminada. Instintivamente se detuvo y miró hacia adentro. Un hombre y una mujer, muy viejos, se sonreían, afectuosa, calurosamente, desde cada uno de los extremos de la mesa, que era, como las sillas y el aparador, grande, fuerte, resistente. Ella tenía un chal de punto gris sobre los hombros; él una camisa sin cuello y un grueso chaleco de lana. Los restos de la cena estaban todavía sobre la mesa. De pronto la mujer se levantó, recogió los platos y salió de la habitación. La muchacha no quiso ver más. Suspiró inexplicablemente y siguió caminando. Al atravesar una nueva bocacalle el viento volvió a despeinarla. Tras la ventaja el viejo se levantó, avanzó lentamente y abandonó el comedor. La luz dejó de reflejarse en la calle.