El caso del helicóptero de uso gubernamental que el director general de la CONAGUA, David Korenfeld, indebida e inexcusablemente utilizó para transportar a su familia desde su casa en Huixquilucan, Estado de México, al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, el 27 de marzo pasado, causó irritación, molestia y enojo en incontables mexicanos que estamos hartos de la manera en que funcionarios, representantes populares y demás miembro de la clase político-burocrática hacen uso de recursos públicos –financieros, materiales y humanos- para satisfacer sus necesidades y caprichos personales.
Y también ha provocado indignación el uso de cinco helicópteros que llevaron a varios potentados perredistas a Zitácuaro, el domingo pasado, al arranque de la campaña electoral de Silvano Aureoles Conejo, candidato del PRD a la gubernatura de Michoacán. Entre quienes llegaron en las aeronaves cuyas rentas por hora van de los 1,200 a los 4,000 dólares dependiendo de las características de cada una, estaban los gobernadores de Morelos y Guerrero, Graco Ramírez y Rogelio Ortega, respectivamente, el presidente nacional del PRD Carlos Navarrete, el diputado federal Antonio García Conejo, el expriísta y hoy estratega perredista José Guadarrama, y diversos dirigentes nacionales y estatales del PRD. Todos volaron del aeropuerto de Toluca a Zitácuaro en sóolo 30 minutos porque es claro que no pudieron o quisieron perder los 80 o 90 minutos que por tierra toma recorrer el trayecto de 90 kilómetros. Tal vez no quisieron exponerse a los peligros que acechan a quienes viajan por los caminos de Michoacán o, convencidos como están de que no pueden perder su valioso tiempo, optaron por gastar cientos de miles de pesos de algún presupuesto oficial o partidista, recursos económicos que a fin de cuentas salieron de los bolsillos de los mexicanos que pagamos impuestos al ingreso o al consumo.
Los funcionarios, representantes populares, líderes sindicales y demás miembros de la clase dorada mexicana, así como sus familiares, utilizan helicópteros, aviones y camionetas blindadas como si fueran miembros de alguna de las familias reales que gobiernan a países petroleros árabes. También le dan un uso personal a incontables recursos materiales y humanos que se pagan con recursos públicos. Esta clase privilegiada no conoce lo que es apretarse el cinturón pese a que se anuncien diversas medidas de austeridad que siempre terminan afectando la calidad de vida de quienes no vivimos del presupuesto público.
Ahora entiendo porqué son tan ricos muchos de los miembro de la clase político-burocrática. El uso y abuso que hacen de los bienes públicos les permite ahorrar mucho de lo que ganan para poder así ser propietarios de casas, edificios, ranchos, presas y colecciones de relojes de lujo. Ahora entiendo, por ejemplo, como el presidente nacional del PRI, César Camacho, de ser un humilde burócrata de Metepec, Estado de México, es ahora poseedor de una colección de relojes valuada en varios millones de pesos, colección que puede presumir en público sin temor a que se los roben porque está protegido 24/7 por los guaruras que pagamos nosotros. Tan solo uno de sus modelos vale casi 800,000 pesos, el equivalente a lo que obtendrá en 33 años un trabajador que gana el salario mínimo.
La mala conducción de la economía, la caída de los precios del petróleo y una reforma fiscal que desestimuló la inversión han afectado gravemente a la economía y obligado a que millones de mexicanos nos apretemos una vez más el cinturón. Entre nosotros definitivamente no están quienes ocupan posiciones privilegiadas dentro del sector gubernamental y político del país y que con absoluto cinismo usan bienes públicos, despilfarran los recursos de todos los mexicanos y presumen estilos de vida y riquezas propias de megamillonarios. Ellos no se aprietan el cinturón.
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Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=301596
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