Conforme se aproxima la elección, a contrapelo de la regulación en materia de precampañas, los partidos van perfilando a sus candidatos presidenciales. El reconocimiento de Ebrard a AMLO como mejor candidato y la calculada declinación del senador Beltrones aclaran la situación de la izquierda y del PRI. En el PAN falta por ver, pero el tiempo favorece —cada vez con mayor contundencia— a Josefina Vázquez Mota, quien sería la primera mujer postulada para ese encargo por el PAN.
La regulación de precampañas preveía otros tiempos y formas. La disputa real por la candidatura impuso ritmos y calendario. Como antes, noviembre fue el mes de las clarificaciones. AMLO y Ebrard lo resolvieron con la encuesta; Beltrones decidió, unilateralmente, retirarse frente a la evidencia de un respaldo muy por debajo del esfuerzo emprendido para ganar la candidatura. AMLO y Ebrard debieron prever las consecuencias de adelantar los tiempos. En el PRI ocurrió de improviso y allí, como habrá de advertirse este domingo, en el evento de registro de Peña, el regocijo de muchos y la genuina preocupación para otros, los menos,como es evidente con Francisco Labastida.
Es positivo que AMLO y Peña asuman los costos de adelantar los tiempos. El expediente de la competencia simulada para ganar acceso a radio y tv ha sido desechado. El fraude a la ley no es aceptable. El PAN tendrá ventaja, pero será relativa. Los promocionales serán de precampaña, podrán dar presencia al partido y a sus aspirantes, pero no podrán ser utilizados a manera de disputar a sus competidores de otros partidos; intentarlo serían inequívocos actos anticipados de campaña. Más aún, la comunicación política, la que mayor peso cobra en la definición de las preferencias, se da en el terreno de la sutileza, del día a día, no de la propaganda explícita. AMLO y Peña han cobrado relieve en las noticias, en la comunicación interpersonal, y la ventaja de Vázquez Mota hacia Creel y Cordero se ha construido más en la forma que en el contenido del mensaje.
Valiosas lecciones para la comunicación política deja lo que ocurre. López Obrador gana la candidatura por su persistencia y congruencia. No obstante las buenas credenciales de Ebrard a cargo del gobierno del DF y la positiva recepción en sectores medios de la población (de muy difícil acceso para la izquierda), en el empeño de ganar el centro y la promoción de las alianzas con el PAN y con desafectos del PRI, le hizo diferenciarse negativamente de López Obrador, en quienes sus correligionarios veían la claridad política y afinidad ideológica de las que carecía el jefe de Gobierno, por ello la simpatía hacia AMLO era abrumadora en el PRD. Muy poco importó la inclinación de su cúpula hacia Ebrard.
El senador Beltrones jugó con determinación. No existe paralelo alguno en la historia reciente del PRI. Sus propuestas serán discutibles, pero son una cantera importante para el debate sobre la reforma institucional. Sin embargo, más de un año de persistente empeño le dio muy poco para ser alternativa hacia Peña Nieto, apenas 4% de las preferencias internas. Mejoró su conocimiento, pero casi nada la preferencia. Se perfilaba un resultado humillante. Nuevamente, la explicación está en que la política va más allá de la formalidad. Peña comunica más porque sus formas y estrategias lo hacen más próximo a la gente.
Más que lo que dicen o hacen los candidatos, el mensaje está en sus personas, en lo que han sido, cómo viven y conviven, en lo que proyectan que son. Popularmente, Peña se acredita con el poderosísimo atributo de que es el político que sí cumple. Ahora, para complacer la exigencia de los exquisitos (lo que hizo muy bien Beltrones, pero que no le sirvió para ganar aceptación pública, sí publicada), precisa aspectos fundamentales de su oferta política. Hay que tomarle en serio: los mexiquenses, desde encumbrados hasta la base, dicen que cumple lo que promete.
Josefina Vázquez Mota está en lo suyo. De siempre ha sabido que su amenaza no es Creel, sino Cordero. Hasta hoy, la razón de mayor peso para contener la tentación presidencial de intervenir han sido los muy decepcionantes resultados de la actuación política del amigo y leal colaborador de Felipe Calderón. De nueva cuenta, la fortaleza de quien lleva ventaja no está en el contenido, sino en la forma, en la manera de comunicar, que es lo que hace ganar confianza del votante. De poco sirve la exposición mediática de Creel, Cordero, Ebard o Beltrones, si no tienen la capacidad para dar credibilidad a lo que ofrecen y a lo que ellos dicen de sí mismos. Fuera de sus auditorios cautivos, no son capaces, en algunos casos, de despertar el interés de quienes definen. Peña, AMLO y Josefina han ganado porque han sabido comunicar.
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