martes, 13 de diciembre de 2011

Salvador Camarena - EPN: Palabras mayores



Días atrás, un periodista estadounidense que fue corresponsal en México contaba que hace diez años un amigo le pidió que aceptara desayunar en Washington con un joven político mexicano. Así lo hizo. Los encuentros se repetirían en los siguientes meses en al menos tres ocasiones. El joven político mexicano llegaba puntual y durante toda la cita interrogaba, cuestionario en mano, al periodista sobre temas de Estados
Unidos, su política y sus políticos. Cuando el periodista quería a su vez saber cosas sobre México, su interlocutor respondía cortésmente pero retomaba sin dilación sus preguntas. Ese político era Enrique Peña Nieto.

Es tan sólo una anécdota que recuerda lo que ya sabemos pero que por alguna razón aún no establecida nos negamos a aceptar. Peña Nieto es un político profesional, un político que independientemente de sus alianzas
públicas o no tan públicas está lejos de ser la caricatura que durante años diversos adversarios partidistas, incluidos algunos opinadores, han querido presentar. Para demostrar lo anterior no hace falta agregar nada
al recuento que otros autores han hecho ya sobre cómo Peña Nieto solventó de manera eficaz pruebas como el proceso electoral de 2009, cita federal en la que el Estado de México recuperó espacios “azules” y
“amarillos”, la selección de candidato en el Edomex y la posterior elección de Eruviel Ávila. Y por supuesto, su apoderamiento del PRI sin apenas dejar raspones en los desplazados. Si el mayor escándalo que
enfrentó como gobernador de su estado fue el caso de la oscura muerte de la niña Paulette, pues el balance es muy favorable al político mexiquense.

Entonces, ¿cómo explicar las dos salidas en falso de Peña Nieto de los últimos días? Una hipótesis, aunque suene a obviedad, es que no estaba preparado para lo que vendría. Es decir, ha estado demasiado tiempo
acostumbrado a un entorno político, y a una prensa local, que le eran completamente cómodos. No estoy diciendo nada que no se refiera a que, como también le pasó a Humberto Moreira, no es lo mismo jugar en cancha estatal que a nivel federal. El ex presidente nacional del PRI nunca entendió la diferencia entre ser el gobernador del que dependen casi todos los recursos de los medios de comunicación, y de otros actores, a
jugar en un ámbito donde los periodistas son más, de diferente calibre y distintas motivaciones. ¿Entenderá a tiempo Peña Nieto que ya no está en el cómodo entorno mexiquense?

Por otra parte, no sorprende que como única respuesta luego de los resbalones, Peña Nieto use el argumento de culpar a sus adversarios de aprovecharse de sus errores. ¿Qué más podría decir? Vender la idea de la
conjura es una respuesta sin riesgos, que no lo obliga a repasar en público sobre las causas de sus fallas. El problema es que estos episodios, y otros que eventualmente pudieran presentarse, sí nos darán una idea sobre si Peña Nieto está preparado para aspirar a gobernar a México. No saber de libros en un país de bajísimo índice de lectura es revelador de que no pertenece a una tradición ni a una élite, y de que ante algunos problemas no tendrá a mano referencias de otros modelos, ideas y personas lejanas a su, otra vez el terruño, carrera mexiquense.

Y no saber el monto del salario mínimo habla de otra cosa, de una lejanía total no sólo con normas y procedimientos administrativos que se rigen a partir de ese indicador, más un referente que un salario en sí.
Su desconocimiento es revelador de la brecha entre él y la realidad del universo de mexicanos que sobreviven a partir de los minisalarios. Él, surgido del partido de los pactos, de los creadores de los minisalarios
y del corporativismo sindical, no conoce ese dato. Tan revelador como cuando él, un priísta, el primer libro que citó en la FIL fue la Biblia.

Lo que le ha ocurrido a Peña Nieto en estos días ante la prensa no se trata de pifias. Son datos sobre una personalidad, una carrera, una manera de ver el mundo. Nos hablan de los referentes a partir de los
cuales ha transitado. A pesar de todo tiene tiempo. Son errores que pudieran tornarse oportunos si aprende la lección, si como desde hace mucho aplica disciplina para corregir.

Finalmente, un dato extra. /Palabras Mayores /es una de las novelas favoritas del ex gobernador del Estado de México. Peña  Nieto leyó y disfrutó esta obra de Luis Spota, tan entretenida como básica en su
trama (narra la tensión y las grillas previas al clásico destape priísta). Me consta que puede recitar de memoria algunas de sus líneas cruciales. Pero no sé si él recuerda una de las partes de ese libro que
a mí más me llamó la atención. Es una reflexión que el protagonista, entonces secretario de Estado, hace sobre el tiempo que ha pasado desde que sus finos zapatos -acostumbrados a años de pisar las alfombras y los elevadores del poder- ya no tocan el suelo, la calle, la tierra vil. Lo lejano que está el precandidato del hombre común del país. En tiempos en que el Presidente de la República era el gran elector, lo de estos días
no habrían sido “pifias”, habrían representado errores mayores. Hoy aún no sabemos en qué se convertirán estos, los dos tropezones iniciales de Peña Nieto en el escenario nacional.

Leído en http://www.sinembargo.mx/opinion/13-12-2011/3676

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