En los años setenta, a las afueras de Guadalajara, en tierras del ejido de San Juan de Ocotán, donde hoy florecen centros comerciales y estacionamientos, había sembradíos de jícama que se vendía por peso o por longitud: podías comprar al kilo, a un precio fijo, o pagar por metro, escoger un punto de arranque, medir la distancia comprada, tomar el azadón y ver qué salía de ahí. Era, sin ningún tinte ideológico o partidista, un contrato de riesgo.
En la reforma energética las ideas dejaron de debatirse hace días y lo que hemos visto, de un lado y otro, son diatribas ideológicas, cada días más vehementes y faltas de contenido. Fue una colección de ideas fijas en las que nadie tenía el menor interés de escucha. Es por ello de agradecer la rapidez con la que la procesaron y que nos hayan ahorrado días enteros de carretadas de tonterías adobadas de nacionalismo y/o modernidad, a según el bando del orador.
¿Cuál es la diferencia entre vender el petróleo en barril o venderlo enterrado, como las jícamas?; ¿por qué es más nacionalista una forma que la otra? El objetivo de que el petróleo sea propiedad de la nación es que lo podamos explotar y vender de la forma en que mejor convenga al país, pero rápidamente confundimos a México con Pemex y a los intereses petroleros con los intereses de los mexicanos. El verdadero riesgo de la reforma energética no son los contratos en si mismo, sino la corrupción que se pueda dar alrededor de estos. De igual manera podemos decir que el problema no es Pemex en sí misma sino la corrupción asociada a esta empresa que la hace inviable.
Curiosamente ni la derecha ni la izquierda tocaron el tema de la corrupción, un grano enquistado en Pemex y que todos prefirieron obviar. El sindicato petrolero seguirá ahí, sin voz ni voto en el consejo, pero con sus mismas canonjías que han convertido al líder sindical en un personaje obscenamente rico; los operadores de la reforma serán los mismos tecnócratas que han hecho dinero vendiendo asesorías a las empresas trasnacionales que ellos mismo privatizaron.
La reforma energética le va a dar crecimiento a la economía del país y dinamismo al mercado interno; en ese sentido es una gran noticia que esperábamos desde hace diez años. Pero, si no establecemos mecanismos eficientes de combate, en menos de cuatro o cinco años el gran tema será la corrupción en los contratos de riesgo y la debilidad de Pemex. Lo importante no es si vendemos por kilo o por metro, sino que lo hagamos con eficiencia, transparencia y honestidad.
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