El 17 de abril de 2007, se preguntó por primera ocasión en este espacio cuántos muertos cobraría la recién lanzada ofensiva contra el crimen organizado. Estábamos sorprendidos porque las ejecuciones en los tres primeros meses totalizaban 677.
Cinco, seis, siete veces en estos seis años pregunté ¿cuántos muertos, presidente Calderón? ¿Cuál es el límite? ¿Qué dice el diseño estratégico del gobierno? ¿Cuántas vidas se entregarán para ganarle la guerra al crimen?
Mes con mes, la carnicería se ensanchaba. Registrábamos, discerníamos y preguntábamos cuántos ceros tendría esa cifra al final del sexenio.
Milenio fue criticado recurrentemente por manejar un índice de ejecuciones, que en algún momento fue diario. Comprendimos que poco aportábamos sumándonos a la hiperrealidad de la muerte, pero que la continuidad de la difusión mensual era periodísticamente ineludible. El recuento de ejecuciones comenzó aquí. No íbamos a parar.
A reserva de esperar el cierre de mes, la obsesiva pregunta tiene una respuesta preliminar. Al 28 de noviembre, nuestro índice registraba 58 mil 173 ejecuciones. Es probable que noviembre concluya con un total de 58 mil 200, 58 mil 300 ejecuciones: 58 mil, en números redondos. Queda ahí la cifra.
Nada más que comentar. Cierro este ciclo con un párrafo de aquella Historia en Breve del 17 de abril de 2007: “Lo que es inaceptable desde cualquier criterio democrático es simplemente reportar la lista de bajas sin precisar de qué se trata esta suerte de guerra prolongada. Una guerra que se tiene que pelear, sin duda, pero ¿cuántos muertos hay que poner, Presidente?”.
Cincuenta y ocho mil, según Milenio.
Falto tiempo, pero nunca ganas...
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