Di un voto crítico a Andrés
Manuel López Obrador, el cual ejerzo al tercer día porque ya no sé si me
indignan más las irregularidades o la ineficiencia de los partidos de
izquierda.
Estuvo fuera de lugar el protocolo celebratorio del priismo y las
felicitaciones hechas por los jefes de Estado. Menospreciaron el
discurso pronunciado por Leonardo Valdés la noche del domingo. Dio las
cifras del conteo rápido y recordó algo elemental: los "resultados
legales son los que arrojará el cómputo de los 300 consejos distritales"
y las cifras finales las dará la Sala Superior del Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación. Lo hará a más tardar el 6 de
septiembre, después de revisar las inconformidades. Así pues, en las
próximas semanas los equipos de Andrés Manuel López Obrador armarán los
expedientes que, como en el 2006, probablemente terminen integrándose en
un solo recurso ("madre", se le llamó en el 2006).
Es legal que Andrés Manuel López Obrador exija el esclarecimiento de las
irregularidades. Son ridículas las críticas que se le hacen cuando las
impugnaciones son normales después de cada elección; entre el 1996 y el
pasado 30 de junio los partidos presentaron al Tribunal Electoral 1,022
juicios de inconformidad. Es legítimo que la impugne porque se
multiplican los indicios de que hubo irregularidades; tengo meses
machacando este punto y presentando información de diverso tipo.
Alianza Cívica ha estado documentando una tendencia a la alza en la
compra y coacción. En la federal de 2003, el 3 por ciento de los
electores la padecieron; el pasado domingo esa organización desplegó
observadores en 21 estados y, según una encuesta levantada con una
muestra estadística representativa, el 28.4 de los electores estuvieron
expuestos al menos a una práctica de compra y coacción. Las redes
sociales y el internet hierven con evidencia que deberán ponderar los
partidos de izquierda mientras arman sus expedientes.
Es difícil que la impugnación proceda porque, como me comenta el abogado
especializado en asuntos electorales Joel Reyes Martínez, no existen
precedentes de que el Tribunal haya modificado los resultados de una
elección con tanta diferencia en puntos. Se desprende la importancia de
contar con un documento impecable en su lógica y soporte fáctico. Si el
Tribunal termina desechándolo, al menos quedará un registro histórico de
los agravios contra la democracia cometidos por Peña Nieto y algunos
poderes fácticos ante la pasividad de los árbitros electorales.
Por eso, me quedé desagradablemente sorprendido cuando me enteré,
gracias a fuentes confiables de la izquierda partidista, de los errores y
omisiones cometidos por los tres partidos de izquierda y Morena.
No realizaron estudios propios con la metodología adecuada para
documentar los excesos en gastos de campaña, la parcialidad de algunos
medios o la compra y coacción. Sus expedientes sobre esos temas, me
dicen, se armarán con lo recopilado este domingo y, en el caso de lo
sucedido con anterioridad, con la evidencia reunida por el IFE sobre el
comportamiento de los medios, con notas periodísticas, con denuncias
ciudadanas o con investigaciones independientes.
Otra barbaridad es que se despreocuparon por combatir los ilícitos
documentados por organismos independientes. En las elecciones federales
del 2009 Alianza Cívica encontró que tres distritos del Estado de México
tenían la mayor incidencia de compra y coacción en el país: Valle de
Chalco con 56.8%, Toluca con 42.3% y Ecatepec con 38%. Pese a que
conocieron esos estudios, la izquierda mexiquense no elaboró programas
especiales para frenar o reducir el festival de abusos, tal vez porque
no querían que surgiera evidencia de que ellos también los practican.
Estaría finalmente una repetición de lo sucedido en 2006: falló la
coordinación entre los tres partidos y Morena y una de las consecuencias
que eso tuvo es que, según una de las fuentes consultadas, sólo
cubrieron un 63 por ciento de las casillas con representantes de
partidos de izquierda (el dato requiere verificación).
El panismo y las izquierdas aceptaron competir con reglas impuestas por
el PRI, el gran maestro de la prestidigitación electoral. Por eso rinden
malas cuentas a los ciudadanos que les dimos el voto confiando en que
lo defenderían. Me irritan ahora esas denuncias virulentas porque pienso
en la displicencia con la cual han defendido nuestros votos. Las
cúpulas partidistas rebosan satisfacción por ser la segunda fuerza,
¿sabrán representar a sus electores o volverán a dilapidar la energía
social despertada?
Es correcto que López Obrador lleve esta elección a tribunales que deben
dar certidumbre democrática corrigiendo las irregularidades
demostradas. Es incomprensible la reticencia de AMLO a la autocrítica
porque, si esta corriente quiere cambiar al país y representar a sus
electores, tendrá que transformarse a sí misma. Y rápido.
Fuente: http://www.reforma.com/editoriales/nacional/664/1326371/default.shtm
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