miércoles, 19 de noviembre de 2014

Leyenda Revolucionaria - Emiliano Zapata

Emiliano Zapata nació el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, Morelos. Aunque la historia oficial lo presenta como un campesino pobre que se levantó en armas, lo cierto es que era un pequeño propietario, dueño de un pedazo de tierra para cultivar.

En 1909 fue presidente de la Junta de Defensa de las Tierras, al iniciar sus gestiones contactó al anarquista Ricardo Flores Magón, al periodista revolucionario Paulino Martínez y el profesor Otilio Montaño.

Zapata envió a Pablo Torres a entrevistarse con Francisco I. Madero para unirse a su lucha pues el Plan de San Luis incluía un párrafo agrarista. Encabezó al Ejército Libertador del Sur con la que continuó su lucha durante la Revolución Mexicana.

Al romper la alianza con Madero en la cuestión agraria, sobre todo por el reparto de tierras, se levantó en armas con el Plan de Ayala, el 25 de noviembre de 1911, en el que se plasmó el lema de la tierra es de quien la trabaja, lo que no convenía a los intereses de los grandes terratenientes como Madero.








En esta época ya se le conocía como el Caudillo del Sur, estaba aliado con Francisco Villa, pero cuando éste rompió relaciones con Venustiano Carranza, su alianza también se acabó.

Después de la toma de la capital de la República por los constitucionalistas, Carranza encargó la campaña del Sur en contra de Zapata al general Pablo González, quien el 2 de mayo de 1916 ocupó la Plaza de Cuernavaca.

Pablo González y el preboste del Ejército licenciado Luis Patiño fraguaron un plan para hacerle creer a Zapata que el coronel Jesús Guajardo había desconocido al gobierno de Venustiano Carranza. Poco a poco se fue ganando su confianza hasta que finalmente lo traicionó y asesinó en una emboscada en Chinameca, Morelos.

El cuerpo del Libertador del Sur fue llevado a su pueblo natal, Anenecuilco, y sus restos reposan actualmente en Cuautla, al pie de la estatua que le fue erigida.

Muchas historias comenzaron después de su muerte, algunos campesinos y habitantes de la zona aseguraban que Zapata no había muerto y que se le veía montando por los cerros de la región, reflejo quizá de la esperanza perdida de recuperar sus tierras.

Se dice que después de los constantes atentados de que era objeto, o se sentía objeto, hicieron que Emiliano usara a un “doble” para ciertos eventos públicos. La gente lo identificaba porque, si bien era muy semejante al caudillo, su doble era más bajo de estatura; además, Zapata nunca usaba calzón de manta: siempre andaba de traje charro, armado y acompañado de su caballo.

El video del funeral de Emiliano Zapata, y el corrido de su muerte:







Las mujeres de Emiliano Zapata



Por los campos de Morelos

Se escucha cantar al viento.

Un canto que no envejece,

Un canto que se hace eterno;

Emiliano está en los cerros,

Emiliano no se ha muerto.



Fragmento del corrido a zapata, de Paco Chanona

Es innegable que Emiliano Zapata fue un hombre guapo, carismático, interesante y, según la leyenda, sumamente mujeriego, aunque parecer ser que siempre regresaba a su primer amor: doña Inesita. Emiliano nació en Anenecuilco, Morelos, el 8 de agosto de 1879, y murió, cruelmente asesinado, en Chinameca un 10 de abril de 1919. Nació en una familia campesina; su padre se llamaba don Gabriel Zapata y su madre doña Cleofás Salazar. Este hombre, el más importante de los caudillos de la Revolución Mexicana que estuvo al mando del glorioso Ejército Libertador del Sur, de niño fue educado por un viejo profesor, ex soldado juarista, de nombre Emilio Vera. De muy joven trabajó como labrador y arriero, para poco después ser llevado a la fuerza por la leva, por haber raptado a la muchachita: Inés Alfaro Aguilar. En 1910, se encontraba en el 9° Regimiento de Caballería en la ciudad de Cuernavaca, Mor., como caballerango del jefe del Estado Mayor de Porfirio Díaz, don Pablo Escandón. Más adelante pasó a servir a Ignacio de la Torre, yerno del tirano Díaz.


En 1909, Emiliano fue elegido calpuleque, jefe, de la junta que defendía las tierras de Anenecuilco, cargo que le permitió estudiar los documentos que acreditaban el derecho de los pueblos de la comarca a las tierras de la zona, y que la Ley Lerdo, promulgada por Ignacio Comonfot, había negado y rechazado. Desde entonces, se convirtió en líder agrarista pro defensa de los derechos de los campesinos a la tierra: “Tierra y Libertad” fue su lema. El 10 de marzo de 1911, tras una plática de Pablo Torres Burgos con Francisco I. Madero, en los Estados Unidos, Emiliano tomó las armas junto con otros 72 campesinos, bajo la proclama el Plan de San Luis. Emiliano acababa de entrar de lleno en la Revolución.

Zapata y Josefa Espejo
Emiliano Zapata tuvo nueve "esposas". La primera fue Inés Alfaro Aguilar con la que procreó a Guadalupe, Nicolás, nacido en la Villa de Ayala, Morelos el 6 de diciembre de 1904 y fallecido el 17 de agosto de 1979 en la ciudad de México; Juan, Ponciano, y María Elena, de los que se ignoran los datos de su nacimiento y muerte. Inés fue una joven morena, dulce, resignada, que siempre perdonó a Emiliano sus infidelidades con otras mujeres, no en vano era mujer de la época y campesina de nacimiento.

La segunda mujer de don Emiliano se llamó Josefa Espejo Sánchez (foto), natural de San Miguel de Anenecuilco, nacida el miércoles 19 de marzo de 1879, hija de Fidencio Espejo Avelar y Guadalupe Sánchez Merino. Josefa pertenecía a una familia de hacendados porfiristas de dinero y poder político, cuya casa estaba situada en el Camino Real que llevaba a la Villa de Ayala, al pie del cerro El Mirador y frente al canal de Los Tomases. Josefa tuvo una infancia feliz, mimada y llena de satisfacciones; con una preparación religiosa muy rigurosa como era costumbre dentro de las familias acomodadas de la época, y con aprendizaje de la lectura y escritura a cargo de su profesora María de Jesús Rivera, a más de la obligada preparación en las tareas del hogar. Todo era tranquilidad y paz en el hogar hasta que la “niña” Josefa conoció y se enamoró de Zapata. El padre no aceptaba el romance de su hija con un gañán desprovisto de dinero y de clase social inadecuada; además de ser contrario a don Porfirio Díaz. Según afirman varios testimonio, el padre amonestaba a Josefa con estas palabras: -¡Emiliano no te conviene; es un verdadero barrendero, jugador, mujeriego que no tiene ni burro que montar!

Pero nada pudo detener el amor de la pareja, y valiéndose de mil excusas lograban cartearse con la complicidad de un amigo del caudillo. Cuando la chica iba a lavar vasijas en el agua del apantle de los Tomases, Emiliano, acompañado de tal amigo, colocaba una carta en el sombrero el cual dejaba caer al agua, para que su amada pudiese recogerlo unos metros más adelante y apoderarse de la misiva. O bien, por la noche Emiliano silbaba y ponía a su caballo a correr a todo galope, así Josefa se enteraba que al día siguiente debía recoger un mensaje bajo una piedra del tecorral, el muro pequeño de rocas apiladas, que sólo ellos conocían.

Las condiciones del noviazgo mejoraron cuando la familia se trasladó a la Villa de Ayala en el año de 1909. Entonces Emiliano llegó al atrevimiento de llevarle serenata a su novia. Cuando murió don Fidencio, el padre de Inés, los novios clandestinos se casaron en el mes de agosto de 1911 en la Parroquia de San José de la Villa de Ayala. El vestido de novia lo diseño la señora Olaya Naranjo de San Pedro Apatlaco, y el fotógrafo fue el señor Salvador Medina. Ni que decir tiene que la boda llevó al rompimiento con las familias porfiristas de la región, quienes nunca perdonaron a los Espejo el haber emparentado con un revolucionario de “mala muerte”. Los padrinos de la boda fueron Francisco I. Madero y su esposa Sara Pérez de Madero, quienes obsequiaron a Josefa con un camafeo de oro y coral, y aretes a juego. El banquete de bodas consistió en frijoles y arroz, y estuvo amenizado con bandas de música de viento. Según cuenta la leyenda, Emiliano pidió a Josefa que no usara el vestido de novia que era un tanto cuanto lujoso, y que en su lugar se pusiese un vestido de percal de los usados por las campesinas. Del matrimonio nacieron Felipe, el primogénito, fallecido a los tres años a causa de la mordida de una víbora del cascabel en el cerro del Jilguero, cuando sus padres, por razones políticas, se ocultaban en él. La segunda hija se llamó Josefa, quien nació en Tlaltizapán, y murió a causa de la picadura de alacrán. Josefa perdió a sus dos hijos y siempre vivió en un continuo temor de ser asesinada en manos de Victoriano Huerta, el presidente golpista, o por Venustiano Carranza, quien en su afán de dañar al Caudillo del Sur, hizo presas a la madre de Josefa, doña Guadalupe Sánchez, y a sus hermanas Félix, Juana e Ignacia; así como a su sobrino Ángel, y a su tía Gabriela Espejo.

Al morir Zapata, Josefa fue conocida como La Generala, quien encontró la muerte el 8 de agosto de 1968, en su casa de la Villa de Ayala. Fue la única esposa legal de Emiliano Zapata, reconocida oficialmente el 1° de diciembre de 1934 por el general lázaro Cárdenas del Río en su protesta como presidente de la República.

A más de Josefa, el enamoradizo Emiliano Zapata, tuvo amoríos con Margarita Sáenz Ugalde (Yautepec, Mor. 1899-México, 1974), Petra Portillo Torres, María de Jesús Pérez Caballero, Georgina Piñeiro, Gregoria Zúñiga, Matilde Vázquez, y Luz Zúñiga, con quien no tuvo hijos. Zapata tuvo en total 16 hijos habidos de sus famosos y legandarios amoríos.

Sonia Iglesias y Cabrera





Leído en http://www.mitos-mexicanos.com/leyendas-mexicanas-varias/las-mujeres-de-emiliano-zapata-leyenda-revolucionaria.html

Y Diccionario Porrua de historia.

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