lunes, 16 de diciembre de 2013

Salvador García Soto - El PRI a la derecha

En menos de un mes, el último de este 2013, el PRI borró de golpe 84 años de su historia e ideología que le dio origen. Dos reformas a la Constitución bastaron para cambiar dos principios fundamentales y fundacionales del llamado “partido de la Revolución”; si con la reforma política los priistas renunciaron al principio de la “No Reelección”, que estaba contenido en su ADN, con la reforma energética el viejo partido se desdibujó ideológicamente y abandonó lo que le quedaba del nacionalismo en pro de la globalización y la apertura al capital internacional.

El “nuevo PRI”, que lidera Enrique Peña Nieto, se parece cada vez menos al priismo ideológico que gobernó el país durante 71 años. Si aquel decía ubicarse en un dudoso e inexistente “centro político” pero se definía por sus principios más hacia la izquierda, por el tipo de instituciones y políticas públicas que impulsó por siete décadas, este PRI peñista está cada vez más cargado a la derecha e impulsa leyes y un modelo de gobierno mucho más cercano a la derecha histórica mexicana.







Y es cierto que Peña Nieto no comenzó la derechización del PRI y que ese cambio ideológico se inició con Carlos Salinas de Gortari cuando la tecnocracia tomó de lleno el control del priismo e intentó, con el modelo neoliberal y la apertura económica como banderas, sustituir la ideología del llamado “nacionalismo revolucionario” por un liberalismo económico y un asistencialismo de Estado llamado “justicia social”, al grado de que hubo todo un plan para desaparecer al partido tricolor para dar paso a lo que en borradores redactados por ideólogos del salinismo se llamaba “Partido de la Justicia Social”.

Pero lo que Salinas inició con aquella primera oleada reformista y de privatizaciones que obligó al PRI a asumir como suyas demandas y banderas históricas de la derecha como la privatización del ejido, el reconocimiento de las iglesias o el abandono del sui generis modelo de “economía mixta” por una economía totalmente neoliberal y que abrió al país al capitalismo salvaje, ahora lo está terminando Enrique Peña Nieto con una segunda generación de reformas constitucionales y nuevas privatizaciones que ahondan en la derechización del gobierno y de su partido.

La única diferencia entre el modelo salinista y el peñista es que el primero obligó al PRI a hacer una alianza parlamentaria únicamente con el PAN, que con eso no sólo hizo avanzar sus demandas y propuestas históricas sino que negoció posiciones de poder como gubernaturas y alcaldías, mientras que Peña ha optado por una política mucho más flexible de alianzas para aprobar sus reformas, que lo mismo van a fondo con la derecha panista que se entregan a la izquierda perredista, dependiendo del tema de la iniciativa y los votos que necesiten para aprobarlas. Pero al final, el pragmatismo ideológico es el mismo entre el ex presidente y el actual mandatario en la búsqueda de consolidar su proyecto político y de país.

En los dos casos, tanto en el salinismo como en el actual gobierno, el PRI ha sido un dócil instrumento del presidente en turno y ha apoyado, aun a costa de sacrificar ideología y principios, los proyectos que prometen “modernidad, desarrollo y crecimiento”. Si eso se ha logrado en el pasado reciente o si se logrará con las nuevas reformas es todavía un tema a debate, pero en el camino no le vendría mal al priismo redefinirse ideológicamente y decirle claramente a los mexicanos, con la misma euforia y convicción con la que celebraron la aprobación de sus reformas, que son el nuevo partido de la derecha en México.

NOTAS INDISCRETAS… Con todo y los jaloneos, golpes, y manifestaciones en contra, ayer 16 Congresos locales habían aprobado la reforma energética. Con el voto a favor de los legisladores de Puebla, Tamaulipas y Yucatán la reforma fue devuelta a la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, para que pueda ser promulgada. Quedan validados pues los cambios constitucionales a los artículos 25, 27 y 28 que abren la explotación del petróleo al capital privado nacional y trasnacional. Ninguna de las discusiones estuvo exenta de conflictos dentro y fuera de los Congresos locales pero eso no impidió que las mayorías de PRI-PAN y PVEM estén a punto de terminar el proceso constituyente… Al cierre de esta columna el partido comenzaba en el Estadio Azteca y una pregunta flotaba en el ambiente político: ¿a quién recibirá el presidente Peña Nieto en Los Pinos, a Emilio Azcárraga o a Carlos Slim?.. Los dados se ponen navideños. Escalera doble.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.