El último viaje de un pontífice a México estuvo marcado por una lamentable y tristísima omisión: Benedicto XVI no se encontró con víctimas de abusos sexuales cometidos por integrantes de la Iglesia católica. A pesar de todo el esfuerzo que hicieron –especialmente las víctimas de Marcial Maciel, el sacerdote mexicano que escaló los más altos niveles de influencia en el mundo empresarial, político y, desde luego, de las más altas esferas de la Iglesia mexicana y el poder vaticano– no lograron su propósito. Las solicitudes de las víctimas de Maciel y de otros sacerdotes pederastas mexicanos no prosperaron y las puertas al Papa les fueron cerradas.
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