Ricardo Rocha |
“¿Ya vio lo de Chávez, qué increíble, se necesita estar loco para votar por un tipo así, no? Me soltó en el elevador la dama emperifollada. “No, francamente no creo que 7 millones de venezolanos estén locos”, alcancé a responderle antes de queenmuinada se bajara en su piso.
No sé ustedes qué piensan, pero a poco no les llama la atención que haya tantos mexicanos con entripado por el triunfo de Hugo Chávez Frías. Desde luego que no son todos pero sí una buena parte que hasta se enfurece porque Chávez siga gobernando una nación que suponen manipulada por su dictadura implacable. Ellos que son tan propensos a burlarse de los complós, suponen uno sistemático del tirano Hugo en contra de sus paisanos a los que ha de controlar a base de hipnosis colectiva o de algún químico ablanda-voluntades distribuido a través de la red de agua potable. De otra forma no se explican que un “personaje tan nefasto” haya sido reelecto por tercera vez consecutiva. “Cómo no, si se roba los votos” dicen, aunque no puedan citar un solo observador internacional —el Centro Carter incluido— que haya jamás declarado como fraudulentas las elecciones venezolanas. Por tanto he de atribuir el visceral antichavismo mexicano a la parte que le tocó al propio Chávez en aquella campaña contra López Obrador como peligro para México y los subsecuentes spots en los que se le demonizaba comparándolo con el mismísimo presidente sudamericano.
Lo que también es notable es el odio visceral y desinformado, porque ninguno de los detractores mexicanos y gratuitos de Chávez es capaz de argumentar su animadversión. Vaya, ni siquiera de contestar un cuestionario tan elemental como: cuántos habitantes tiene más o menos Venezuela; con qué países colinda; si ve o no al Mar Caribe y menos aún algo tan sofisticado como la importancia de PDVSA —“¿Qué es eso, eh?”— en la economía local. Simplemente no soportan a Chávez ni por como se ve, ni por lo que dice, ni por sus actitudes, ni siquiera cuando canta nuestras rancheras.
Así que para documentar su antichavismo crónico, les van algunos argumentos para ennumerar los reclamos más comunes al gobierno de este coronel golpista calificado también de populista, caudillo y dictador y que son inocultables desde la óptica de sus opositores: la destrucción de la estructura tradicional de la economía venezolana y sus grandes empresas; la dependencia creciente de importaciones, ha alcanzado 48 mil millones de dólares; según Human Rights Watch, la violación de los derechos humanos amparada en un férreo control de los medios; un sistema carcelario de los más violentos; una corrupción en aumento, sólo superada por Haití en el continente según Transparencia Internacional; la ausencia de un Estado de derecho pleno por el control de un Poder Judicial dependiente de la presidencia; un grave déficit democrático sin separación de poderes; en salud, la reaparición de enfermedades endémicas; una política exterior unipersonal y no institucional y la ausencia de diálogo político con opositores.
Pero los mismos que propugnan estas graves deficiencias se niegan a reconocer los logros que sí se aprecian dentro y fuera: durante el gobierno bolivariano la extrema pobreza se redujo de 42 a 9.5 %; en 2005 Venezuela alcanzó la meta de la UNESCO de “territorio libre de analfabetismo”; su gobierno invierte 4.2 % de su PIB en salud, más que nadie en América; el desempleo se redujo a la mitad; el país ha experimentado 20 trimestres consecutivos de crecimiento económico; ha alcanzado también la soberanía alimentaria; la deuda pública pasó de 73.5 a 14.4 del PIB ; las reservas internacionales crecieron de 14 mil a 41 mil millones de dólares en este lapso.
Supongo que estas cosas también contaron para un resultado que se apresuró a reconocer el candidato opositor, Henrique Capriles. Por lo que sospecho que aquí hay más antichavistas. De esos a los que hasta lo que no comen les hace daño. ¿A poco no?
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