miércoles, 10 de octubre de 2012

Rafael Loret de Mola - Referéndum olvidado

Rafael Loret de Mola
En nuestra Constitución se explica que la soberanía nacional la ejerce el pueblo en su conjunto. ¿Cómo l hace? Fundamentalmente a través de sus representantes, es decir los legisladores, que debieran trasladar la voz general a las tribunas. Sin embargo, desde el arraigo del sectarismos en la vida nacional, mismo que reemplazó a la hegemonía priísta extendida a la larga noche de siete décadas, los parlamentarios –es una forma incorrecta de llamarlos, lo admito-, velan más por los intereses partidistas que por los de la comunidad ayuna de defensores; y la fórmula se aprieta cuando, como sabemos, de los quinientos diputados de cada legislatura, doscientos llegan por la vía plurinominal, sin haber hecho campaña pero recibiendo votos a través de un escabroso sistema matemático. Lo mismo pasa con los senadores sólo que en la Cámara alta la mitad entran por la puerta falsa, esto es sin mayoría acreditada. Algo huele a podrido. 




De allí el evidente divorcio entre las negociaciones interpartidistas –de todo género y con diversos actores-, y los propósitos de redención de quienes conformamos el colectivo y seguimos esperando el cambio prometido tras doce años de gobiernos torpes, ineficaces e incluso criminales –ochenta mil víctimas inocentes deja el actual, además de los miembros del ejército y los cárteles caídos-. No existe correlación alguna entre el ordenamiento superior y la praxis política impregnada de demagogia a favor de una pequeña aristocracia. Por ello, claro, la reforma laboral, contraria a las viejas conquistas de los trabajadores –con o sin sindicatos blancos y blandos-, no está en el cauce de los derechos y posturas de quienes habrán de afrontarla desde abajo; de hecho, la saludan con beneplácito los empresarios, sobre todo los multinacionales, y la clase política al servicio de éstos. 

De este punto a la represión, es evidente, sólo existe un paso, una fracción de segundo. No extraña, por tanto, que las manifestaciones, desde hace una semana cuando se recordó la matanza del 2 de octubre, terminen a palos o bajo la furia policial... como hace cuarenta y cuatro años. Pareciera que, en el tiempo, vamos hacia atrás sin ver las perspectivas a futuro. La democracia ha sido, una vez más, infamada aun cuando, en su nombre, digan actuar quienes alzan las manos en sendas Cámaras y votan en contra de los deseos –que debieran ser órdenes- de los afectados que forman mayoría en el sector laboral. ¿Cómo, entonces, se ejerce la soberanía popular? 

Durante el nefasto periodo de Miguel de la Madrid, ya extinto, se ideó la manera de que el titular del Ejecutivo ni siquiera sometiera al Congreso la contratación de empréstitos para no dar cauce a discusiones con los opositores quienes nos veían asfixiarnos sin remedio tras la crisis monumental de 1982. De esta manera, basta con la discrecional actuación del mandatario en curso para obtener el oxígeno financiero que luego desborda los planes de desarrollo y nos ancla, dramáticamente, al retroceso. 

Una muestra: la administración federal saliente insiste en que deja reservas superiores a los ciento sesenta mil millones de dólares, siguiendo las instrucciones del Fondo Monetario Internacional el gran rector de nuestra economía, pero calla que por cada divisa depositada en el Banco de México, debemos tres en una espiral permanente que no parece tener remedio al corto ni al mediano plazo. Será este factor, sin duda, una de las mayores anclas para el sexenio por comenzar en el ya muy próximo diciembre. Pese a ello, la propaganda oficial insiste en la estabilización financiera como uno de los mayores logros del presente... cuando sólo se han seguido las instrucciones del exterior. Un absurdo. 

Así, igual, la reforma laboral con el consenso de las bancadas del PAN y el PRI, acaso como parte de las negociaciones para asegurar una “transición” tranquila, sin sobresaltos, dada cierta incertidumbre por el proceder de quienes no admiten la victoria de Enrique Peña Nieto empeñados en sacar agua de las piedras y no comprender que una ventaja de tres millones de votos es, sencillamente, irreversible, no así cuando menos de medio punto porcentual marca la pauta final, como en 2006, jugando a subir y bajar medio millón d sufragios. La diferencia puede observarla cualquiera que tenga un poco de sensatez. 

No obstante, mal van las cosas cuando, por ejemplo, el presidente electo insiste en que con la reforma podrá brindarse más trabajo -con contrataciones por hora y a través de tercerías para restarle responsabilidades laborales a los patrones-, pero sin subrayar que ello podrá ser restándole derechos a quienes viven de sus empeños cotidianos, esto es al día. No tienen éstos, desde luego, muchas opciones: aceptan las nuevas condiciones o se quedarán en la calle acaso protestando para ser “candidatos” a recibir macanazos o una mazmorra como oficina. La justicia social ha desaparecido de la amplia perspectiva globalizadora. ¿Para bien? Medidas así, de existir la democracia, no pueden quedar sólo en manos de un grupúsculo de legisladores que transan de acuerdo a los intereses de las dirigencias partidistas, de la misma manera como en 2010 y 2011 el PRD sumó candidaturas a las del PAN que encabezaba al gobierno federal desconocido por el primero. Una especie de trampa para hacer valer la teoría d que todo se vale si hay acuerdo soterrado de por medio. Otra vez: ¿y la soberanía popular en dónde la hallamos? Esta es la cuestión de fondo, dispersa y marginada por cuantos han logrado su acomodo dentro del presupuesto, naturalmente. Emilio Gamboa Patrón, por ejemplo, está por sumar treinta años viviendo del erario público sin que se le conozca aportación relevante alguna salvo la de integrar la lista de clientes del pederasta de Cancún, Jean Succar Kuri. Muy estimulante. 

En otros tiempos, bajo el dominio priísta, el “mayoriteo” devenía de un presidencialismo agobiante que decía interpretar la voluntad ciudadana para justificar sus medidas impopulares. El discurso ha cambiado poco: se considera actuar responsablemente cuando se va en contra de los intereses generales. Por ejemplo, si se cree que la reforma laboral es “positiva” porque dará empleos perentorios a una mayor cantidad de personas, a cambio de abrogar derechos que debieron ser inalienables, no importan las protestas de diez mil o cien mil obreros... porque la mayoría silente es muestra del apoyo general. 

Lo mismo se dice en México o en España en donde el presidente del gobierno, el franquista Mariano Rajoy Brey, alegó que 47 millones de españoles –y no los cuarenta mil protestantes callejeros, son quienes marcan sus pautas; mientras, claro, la Guardia Civil se servía, a golpes, de los exaltados alrededor del Congreso por la crecida imparable del desempleo y la ausencia de medidas para frenarlo... mientras la gran dictadora de la Unión Europea, Ángela Merkel, da unas palmaditas a Rajoy. Ni Hitler logró tanto en su onda expansiva descocada. 

A palos se detiene la soberanía popular, entonces. ¿Por cuántos claman quienes van a los manifestaciones?¿Son sólo ellos los inconformes o muchos más, en casa, que no van porque sencillamente están agotados o deben proteger a sus familias? Porque, que sepamos, no hay quienes se pronuncien en las calles a favor de las medidas del Congreso recién estrenado salvo a quienes obligue, en los días venideros, el propio gobierno para tapar el ojo al macho. Y quien organiza las parodias, bajo órdenes superiores, sabe muy bien lo que valen éstas; lo mismo los mandatarios saliente y entrante en este largo lapso de aparente inercia en donde el rimero pretende realizar lo que no hizo en seis años y el segundo quiere librarse de las responsabilidades históricas antes de asumir el cargo. Cuestión de espejismos, nada más... con consecuencias gravísimas contra los obreros que sostienen la economía y velan por el bien de los patrones y sus réditos amorales. Otra vez: ¿dónde queda y cómo se ejerce la soberanía popular? 

Debate 

Se habla de los peligros que flotan en el ámbito, de la posibilidad de nuevos atentados –ahora de corte terrorista-, para inhibir las acciones sobre todo en cuanto se refiere al narcotráfico, tan protegido en los Estados Unidos mientras se lanzan denuestos contra México y su gobierno. ¿Por qué, de una vez por todas, no comenzamos a hablar de los verdaderos “padrinos” que en el gran imperio del norte protegen y se benefician de la distribución de las drogas en sus respectivos feudos? La saga de Puzzo y Coppola se ha quedado muy corta ante los dominios de los cárteles y sus enclaves fundamentales dentro de los gobiernos de México y los Estados Unidos. Ya no hay demasiado por imaginar. 

Durante la mitad de su periodo, cuando menos, acaso un poco más si consideramos el “accidente” de Juan Camilo Mouriño, Calderón fue rehén de quienes, supuestamente bajo su mando, operaban contra la violencia, específicamente Genaro García Luna, secretario de Seguridad Pública, el general Guillermo Galván Galván, secretario de la Defensa y el almirante Mariano Francisco Saynez Mendoza. El triunvirato que manejó la fuerza de fuego del gobierno, pese a ello, no fue capaz de someter a los narcotraficantes quienes suelen dinamizarse en cuanto se anuncia la caída de una de las cabezas “claves” cuyos nombres empiezan a sonar cuando se informa de su supuesta importancia. Propaganda más que eficiencia. 

En la actualidad, Peña Nieto es tan desconfiado que se trajó al general colombiano, Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, quien fuera director de la Policía nacional de su país entre 2007 y 2012. ¿Por qué tan poco se habla de la intervención de Felipe Calderón con el presidente de aquella nación, Juan Manuel Santos Calderón –el segundo apellido nos persigue-, quien recientemente se sumó a la secuela de presidentes con cáncer en la geografía latinoamericana?¿Puras coincidencias? No podemos dejar de pensar en los métodos de la CIA que acaban por conocerse, treinta años después, mientras las películas de ficción nos dan algunas pistas. 

La Anécdota 

En México, la tradición de las marchas es larga. En 1991 y luego en 1995, Andrés Manuel López Obrador, sin éxito alguno, salvo que logró en 2000 ganar las elecciones para jefe de gobierno del Distrito Federal, caminó desde Villahermosa al Distrito federal para denunciar, ya fuera del PRI, dos presuntos fraudes electorales. 

También lo haría el doctor Salvador Nava Martínez en 1991 luego de otro episodio comicial escandaloso; en este caso, hubo un arreglo: cesó como gobernador el espurio Fausto Zapata y designado Gonzalo Martínez Corbalá. Por desgracia, el doctor Nava murió un año después, en 1992, de cáncer sin ver que su yerno, Horacio Sánchez Uzueta, asumiera el gobierno michoacano... a través del PRI. 

Por desgracia, hasta la fecha, las manifestaciones en México han sido mancilladas con la intervención del gobierno, desde siempre. O no han fecundado salvo ara alentar ambiciones personales y de líderes venales, con alguna excepción. 
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E-Mail: loretdemola.rafael@yahoo.com.mx 
NO PODEMOS CREER EN LOS LÍDERES SALTIMBANQUIS. LA FIGURA DEL DOCTOR SALVADOR NAVA, QUIEN RECHAZÓ VENDERSE CÓMO LLEGÓ A SUGERIRLE EL PRIÍSTA ALFONSO CORONA DEL ROSAL EN LA DÉCADA DE LOS SESENTA, NO ES MUY COMÚN ENTRE NOSOTROS; CUANDO LO SEA, COMENZAREMOS A ANDAR POR LOS SENDEROS DE LA DEMOCRACIA.

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/referendumolvidadomarchasinolvidables-1388781-columna.html

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