Pescadores de Yucatán, indignados porque
se dañaron sus embarcaciones, se asumieron como reporteros y grabaron
el aterrizaje de un helicóptero en el Arrecife Alacranes, área protegida
por la Semarnat. La noticia cobró relevancia porque en él viajaba,
según su propio dicho, como simple pasajero, Emilio Gamboa Patrón. Los
reporteros improvisados subieron el video a las redes y ahora todos
sabemos que el senador iba a embarcarse con su amigo, el empresario
Emilio Díaz Castellanos.
En su defensa, el senador ha aclarado
que el helicóptero era alquilado y que él no pagó la renta, por tanto,
no le dio la orden al piloto para que aterrizara donde lo hizo.
Simplemente se dejó llevar. Es creíble que no diera orden alguna, lo que
resulta impensable es que no tuviese idea de hacia dónde se dirigían y
cómo iba a abordar el yate de su amigo. Para cometer abusos de poder ni
siquiera se necesita dar órdenes, la “charola” está en el rostro de
quien ocupa el puesto. Esto es mucho más que un error minimizado por el
mea culpa de un comunicado.
Podemos suponer que si los pasajeros del
helicóptero hubiesen sido personas desconocidas, ni la compañía
arrendadora ni el piloto se habrían arriesgado a aterrizar en un área
natural protegida. Podemos aventurar la hipótesis de que el personal de
la Secretaría de Marina, encargado de resguardar el arrecife, también se
habría comportado distinto con otro pasajero. Queda ahora la pregunta
sobre cómo se conducirán las investigaciones de la Profepa y de la
Semarnat.
El hilo revienta por lo más delgado. Es
probable que los únicos sancionados sean los dueños de la compañía
arrendadora y el piloto. La gran pregunta es, ¿les van a poner una multa
simbólica como concesión al senador o, por el contrario, les van a
imponer un castigo ejemplar?
Hay favores que no necesitan ser
pedidos, si la sanción es la mínima posible, el senador sabrá que está
en deuda con el procurador y el secretario. La factura quedará pendiente
para ser cobrada en el momento políticamente oportuno. Así se tejen las
redes de complicidades.
Por el contrario, si la autoridad actúa
con severidad y pone un castigo que, dentro de los márgenes de la ley,
tenga efectos disuasivos, la próxima vez que alguien rente un
helicóptero, el dueño será el primer interesado en que se cumplan todas
las leyes. Si el piloto pierde su licencia o va a la cárcel, nunca más
alguien se atreverá a aterrizar en lugar prohibido, con independencia de
quien vaya a bordo.
A pesar de haberse resistido a hacer su
3de3, a través de las aclaraciones que ha hecho Gamboa Patrón para salir
del atolladero, ha iniciado una declaración de intereses involuntaria,
aunque incompleta. Su amistad confesa con Díaz Castellanos debería
impedirle intervenir de cualquier manera en las muchas actividades
económicas por las que es reconocido el empresario.
En la península de Yucatán el empresario
tiene actividades en el sector automotriz, ya que desde su padre es
dueño de una concesionaria. Se desenvuelve fuertemente en el sector
inmobiliario, es dueño o socio de Inmobilia Capitalli, e Inmobilia
Desarrollos, entre otras. Recientemente ha desarrollado negocios en el
sector petrolero, en sociedad con la compañía inglesa Mexoil y la
norteamericana Northcote.
Acusan el Diario de Yucatán y el
periódico Por Esto! que de tiempo atrás existe una relación de mutuo
beneficio entre el empresario y el senador. Su amistad, dice este
diario, le ha servido a Díaz Castellanos para ganar licitaciones e
inclusive para evitar una probable inhabilitación y sanciones económicas
cuando incumplió con sus compromisos en la construcción del Malecón
Cancún.
Si sacamos cuentas, la transportación
en helicóptero y el paseo en yate recibidos por Gamboa Patrón como
“regalo” exceden lo permitido por la Ley de Responsabilidades de los
Servidores Públicos.
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