domingo, 13 de noviembre de 2011

Domingo cultural con Jerónimas exportables Por Gabriel Zaid

La orden monacal de las jerónimas, a la que perteneció Sor Juana, tiene una historia apasionante, al tratarse de la única congregación que nacióen la Nueva España y de aquí creció hacia Europa. Zaid estudia esta singular orden, sus reglas y sus repercusiones en la obra de la Décima Musa.

La amplitud de horizontes de Sor Juana viene de su inteligencia y sus lecturas, de San Jerónimo y de Isabel de Guevara, fundadora de las jerónimas en México. Debemos al poeta Joaquín Antonio Peñalosa fructíferas pesquisas que recogió en su libro Alrededores de Sor Juana Inés de la Cruz (Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 1997). Tuvo la buena idea de visitar el convento de las jerónimas de Madrid y descubrió que provenían de México, del mismísimo convento donde estuvo Sor Juana. Le permitieron transcribir veinte documentos sobre la fundación, casi todos de 1584 a 1602.
El libro reproduce también las constituciones de la vida del convento, en facsímil de la única edición conocida (México, Herederos de la Viuda de Bernardo Calderón, 1702); así como facsímil de una edición encargada por el convento (México, Herederos de la Viuda de Francisco Rodríguez Lupercio, 1707) de la llamada Regla de San Agustín, en la cual se inspiran; aunque las jerónimas no dependieron nunca, ni dependen, de los agustinos. Reproduce, por último, tres ceremoniales litúrgicos (de hacia 1650, conservados en The Hispanic Society of America) que se usaban para tomar el hábito, profesar y ser enterradas.
De la documentación resulta algo notable: que la fundación del convento en México no se hizo desde España; y que, por el contrario, las jerónimas mexicanas abrieron casas en España. Actualmente, las dos congregaciones jerónimas de origen mexicano (Jerónimas de la Adoración y Jerónimas de Puebla) tienen casas en México, Venezuela, España, Italia y la India, cuyas direcciones y teléfonos pueden localizarse en Google.
Jerónimo de Estridón (347-420), un ermitaño dálmata y cosmopolita, venerado como santo por católicos, ortodoxos y anglicanos (y como santo patrón de la Federación Internacional de Traductores), fue un gran escritor, traductor y filólogo. Es el creador de la biblioteca que hoy circula como un libro, aunque la Biblia no es un libro, sino medio centenar de libros escritos a lo largo de un milenio. Su obra integró en latín las escrituras cristianas, con traducciones (casi todas suyas o revisadas por él) del hebreo y el griego, tomando en cuenta documentos en arameo, árabe y sirio. Desde el siglo XIII fue llamada la versio vulgata (la traducción de uso común) o simplemente la Vulgata. En 1546 fue declarada canónica por el Concilio de Trento.
Paralelamente, quizá por iniciativa de Santa Paula (una discípula romana muy inteligente y culta, que apoyaba y financiaba sus proyectos), San Jerónimo fundó en Belén (donde vivió desde 386) dos monasterios, uno de hombres y otro de mujeres, que no tuvieron la permanencia de su obra literaria. No se sabe cuándo desaparecieron. Tampoco, si tuvieron constituciones y reglas escritas. Lo cierto es que la Orden de San Jerónimo (OSH) fue creada un milenio después (1373) a partir de cero, por iniciativa de laicos que lo admiraban como figura ejemplar y hacían vida de ermitaños, cada uno en su propia ermita. Hasta que decidieron vivir en comunidades enclaustradas, dedicados a la oración, la penitencia, el estudio, el silencio y el trabajo, sin actividades externas, fuera de recibir hospitalariamente a los peregrinos de paso, como los monasterios de Belén. En 1374 se creó la rama femenina.
Hubo conventos jerónimos sobre todo en España, aunque también algunos en Italia y Portugal. Entre los españoles destacan el Real Monasterio de Santa María (en Guadalupe, Cáceres, Extremadura), donde estuvieron muchas veces los Reyes Católicos y hay cuadros de Zurbarán alusivos a la historia de la orden; el Real Monasterio de San Jerónimo (en Yuste, Cáceres, Extremadura), donde Carlos V se retiró para morir, después de abdicar; y el Real Monasterio de San Lorenzo (en El Escorial, Madrid) que mandóconstruir Felipe II.
Extrañamente, no fundaron conventos en América. Lo lamenta fray Joséde Sigüenza en su Historia de la orden de San Jerónimo, escrita entre 1595 y 1605:

Sólo deseo se considere cuán poca ansia tuvo esta orden, ni sus religiosos, en dejar raíces en aquellas partes donde con tanta facilidad pudieran, teniendo el poder y la mano, edificar conventos y dilatar su nombre y su memoria [cita de Peñalosa, verificable en Google Books].

Sigüenza era un jerónimo cercano a Felipe II, que lo nombróbibliotecario del Escorial. Su lamento dice muy claramente que los jerónimos pudieron fundar conventos en América, pero no tuvieron interés; aunque hubo jerónimos enviados para recoger limosnas y aun gobernar transitoriamente, como sucedióen Santo Domingo; y aunque el jerónimo fray García de Santa María Mendoza y Zúñiga (prior del convento del Escorial) fue nada menos que arzobispo de México, de 1600 a 1606.
HernánCortés era extremeño y devoto de la Virgen del convento de Guadalupe en Extremadura, como otros conquistadores de América que difundieron esa devoción (lo cual facilitó que el culto de las apariciones en México se extendiera por el continente). Y entre los criollos se volvió costumbre “que en todos los testamentos había de hacerse constar la llamada manda forzada para el sostenimiento de Guadalupe en España”, según Carlos G. Villacampa, La Virgen de la hispanidad o Santa María de Guadalupe en América (citado por Peñalosa).

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