Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil leyó en sus periódicos la noticia de que se ha producido la primera hamburguesa de laboratorio a partir de células madre de res. Durante un acto ocurrido en Londres para celebrar el invento, los comensales devoraron la carne. Si usted la ve de cerca, esa carne parece como un nudo de lombrices en reposo. Gil lo leyó en su periódico La Razón: cultivada en un laboratorio durante cinco años, los expertos elogiaron su consistencia y sabor, pero pidieron que tuviera más jugo. Según los trascendidos, los científicos contestaron que un poco más de jugo llevaría diez años de cultivo.
Según el biólogo holandés Mark Post, este experimento significa un gran avance pues se podrá producir carne de res sin res con grandes beneficios para el medio ambiente y para mitigar las hambrunas. Correcto, pero caramba, si usted va a un McDonald’s, pide dos hamburguesas y le cobran 600 mil dólares, la hambruna sobrevendrá de inmediato después de esa compra, de modo que la solución podría ser la causa de una catástrofe terrible.
Por cierto, Gil también ha comido carne de res sin res sin que el producto haya pasado por laboratorios sofisticados. ¿La lectora y el lector han comido tacos en la avenida de San Cosme? Pues Gilga les informa que en esas taquerías hay res sin res, maciza sin maciza, suadero sin suadero y no cuestan tan caros. Una noche, Gil comió tres tacos en San Cosme y se desintegró durante 24 horas. Y no es broma.
El gastrónomo Schonwald, o como se diga, dijo del experimento: “La consistencia y la sensación es la de estar comiendo una hamburguesa, pero sabe distinta. Extraño la grasa original”. Una investigadora austriaca, Hanni Reutzler opinó lo siguiente: “Esperaba una textura más suave. El sabor es bastante intenso, pero no es tan jugosa. Es algo muy cercano al de la carne, la consistencia es perfecta, no se deshace, pero le falta sal y pimienta”.
A Gamés se le ha ocurrido que hay un camino para lograr comida que no sea comida. Veamos: un pedazo de estopa remojada en salsa de chile pasilla y puesta sobre la circunferencia de una tortilla de cartón. Gil jura que esa combinación sabrá a estopa, chile pasilla y cartón. ¿Han comido la lectora y el lector pozole sin pozole? No se lo pierdan, parece pozole, pero sabe como a composta.
Mark Post invirtió junto con su equipo seis semanas en fabricar esta hamburguesa a partir de 20 mil minúsculas muestras de carne cultivada en laboratorio. Los investigadores le añadieron pan rallado, sal y huevo en polvo, jugo de remolacha y azufre para el color. Aiwey. Los investigadores que lo probaron no han muerto. Bien visto, tampoco han muerto todos aquellos que han comido tacos en San Cosme. Los extremos se juntan. Mju.
Resulta entonces que la extinta madre de Gil era una científica. Ella aceptó en los remotos años setenta que la carne de soya acabaría con el hambre, no del mundo, la señora no era tan ambiciosa, sino de la familia de Gamés, razón suficiente para probar un experimento. Le llamaban Protoleg, carne de soya, y sabía a rayos, pero si usted le ponía un huevo, sal y una zanahoria, el guisado en el sartén se convertía en un manjar de reyes. Además de estas características, cualquier persona normal tardaba dos días en digerir semejante guiso de carne que no era carne.
La máxima de Isaac Asimov espetó dentro del ático: “En primer lugar acabemos con Sócrates, porque ya estoy harto de ese invento de que no saber nada es un signo de sabiduría”.
Gil s’en va
gil.games@razon.com.mx
Twitter: @GilGamesX
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