En México prácticamente el 80% de sus habitantes son pobres o están en condiciones de serlo. Si además le agregamos la de los 26 mil 037 asesinatos en 2012 (INEGI), la mezcla resulta terrible para nuestro país.
Frente a estos datos lo que tenemos es un gobierno que no ha cumplido ni el primer año y ya se enfrenta a una agobiante batalla contra el crimen organizado que pulveriza al Estado, como sucede hoy en Michoacán. Volvemos a escuchar un discurso muy similar al de los últimos sexenios sobre la pobreza y su salida: con las reformas (energética y fiscal) crecerá la economía y así se combatirá la pobreza. De nuevo la tesis de que hay que crear riqueza para después repartirla. Resulta sorprendente que se quieran obtener resultados diferentes con las mismas políticas; otra vez los ciudadanos tenemos que confiar en que ahora sí el gobierno generará los cambios que se necesitan para tener seguridad y empleo. Lo que han dejado los gobiernos del PRI y del PAN es un modelo económico en donde la pobreza se administra, no se baja de forma estructural, sólo hay pequeñas oscilaciones, pero cualquier crisis incrementa el porcentaje de pobres.
El combate al crimen organizado muestra expresiones y resultados similares a las del gobierno anterior; a pesar de los supuestos cambios de estrategia, sigue la violencia, los enfrentamientos se incrementan, la destrucción del tejido social se amplifica. No es un fenómeno generalizado, pero hay muchos territorios involucrados: Chihuahua, Estado de México, Morelos, Guerrero, Michoacán, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas, Veracruz, Sinaloa, entre otros.
El último reporte del Coneval, 29 de julio de 2013, se vindica que en 2010 había 52.8 millones de pobres y en 2012 subió a 53.3 millones. Sin embargo, hay otro dato que modifica el universo y es la población vulnerable por algún tipo de carencia social o por ingreso insuficiente que llega al 80.3%. No se ha terminado de entender que la pobreza no disminuirá de forma importante mientras se mantengan las condiciones salariales que dominan en México. El salario tiene décadas a la baja y la precariedad laboral se ha instalado en el país. Ni el gobierno ni el mercado crean los puestos de trabajo formales que se necesitan, y la informalidad llega ya a niveles del 60%.
Con estas cifras ya se debería saber que la forma de bajar la pobreza, como se ha hecho en Brasil, Argentina o Chile, es mediante el aumento de los salarios. Mientras en México sigamos con la misma receta de castigar el salario, la pobreza seguirá. Ya se los dijo con toda claridad Lula. Los programas sociales de transferencias son importantes para que la pobreza no sea mayor, pero no resolverán la pobreza, sólo la administrarán. La experiencia de Brasil logró vincular la política social y la política económica, lo cual fue clave para empezar a bajar la pobreza y la desigualdad, pero ahora con el movimiento social vemos una situación más compleja.
Se ha dicho que el movimiento es paramejorar la calidad de los bienes públicos que ya tienen, como la salud y la educación. Me pregunto qué pasa en México, ¿por qué razón no hay un movimiento social amplio en las calles que demande cambios por un mejor salario, menos corrupción, alto a los privilegios de la clase política, menos inseguridad? Razones sobran: con estos niveles de pobreza y de bajos salarios, con un crecimiento de la población que está por debajo de la línea de bienestar (60 millones), con la informalidad que llega hasta las nubes, con una educación que ha mejorado su cobertura, pero está muy lejos de un nivel mínimo de calidad, o la salud, que es completamente insuficiente, las calles deberían estar llenas de protestas.
La respuesta del gobierno brasileño al movimiento social fue proponer reformas importantes para cambiar el régimen y mejorar la democracia. Aquí en México la clase política, sin presiones sociales todavía, prepara un paquete de reformas para las próximas semanas y meses, pero en ninguna parte se ve que se atiendan de fondo las razones que producen pobreza y violencia…
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