Por: Alejandro Páez Varela - febrero 4 de 2013
En vivo, de cara a la nación, el Presidente Bill Clinton negó haber tenido relaciones sexuales con Mónica Lewinsky. La presión era mucha. Los tribunales habían recibido ya una denuncia de la becaria y la prensa repetía el caso hasta el cansancio. Clinton mintió y debió aceptarlo.
Porque la otra opción era que discutiera que para él, un jugueteo que incluía actos sexuales hardcore no eran “relaciones sexuales” en forma. Y debió aceptarlo y pagar con el descrédito (y la derrota electoral) porque la sociedad estadounidense lo presionó hasta el borde de casi dejarlo en la calle. Casos como el de Clinton se repiten en el mundo cada de cuando en cuando.
Al que llaman “rey” en España, Juan Carlos, ha debido salir al público a ofrecer disculpas y decir “no lo vuelvo a hacer”, por ejemplo, después de haber asesinado a un elefante (con más virtudes que él, un zángano). No me puedo quitar de la cabeza: ¿Cómo es que los políticos en México, como Enrique Peña Nieto, pueden mentir con tanta facilidad sin que nadie les exija, ni un tribunal ni los ciudadanos, que enfrenten a la Nación? Tengo sospechas.
Creo que es porque somos una sociedad de mal informados, y porque nuestros políticos, casi todos, son una bola de mentirosos. Entonces la mentira pierde su valor. Una mentira, la que sea, es tolerada porque de mentiras se construye la política mexicana. Eso creo. No siento estar muy alejado de la realidad. Las dos mentiras más famosas del último año y medio, vinculadas con Peña Nieto, son de una importancia toral para el país.
De la primera hablé aquí mismo hace poco tiempo: Cuando, en su Sexto Informe de Gobierno, dijo que habían disminuido los homicidios en el Estado de México. Mintió, y a niveles realmente escandalosos: un periodista de The Economist, y no uno de nosotros, lo descubrió. La segunda es todavía peor.
El coordinador de la campaña de Josefina Vázquez Mota, Roberto Gil Zuarth, le pregunta a Luis Videgaray, el hombre fuerte de Peña Nieto, si usaban Monex o no. —No —respondió seco el priísta, ante cámaras y micrófonos. Mintió como un caradura. Deliberadamente. Y no lo digo yo: El IFE (al que uno puede o no creerle) (y es terrible que esa Institución esté en estos niveles de desprestigio) lo dictaminó… aquel día surrealista en el que también dictaminó que el PRI no tenía culpa por el manejo ilegal de recursos durante la campaña de Peña Nieto. Ahora está el tema de las vacaciones en Punta Mita.
Si uno se informará solamente por la televisión, el Presidente Enrique Peña Nieto no se fue de vacaciones justo después de declarar luto nacional, cuando los cuerpos de varios mexicanos yacían calientitos bajo los escombros de la Torre de Pemex. Si uno sólo se alimentara de cierta prensa, el Jefe del Ejecutivo no abandonó el mando en plena emergencia nacional. Cuento esto rápido: Primero fue el periódico Reforma y luego otros medios —como SinEmbargo— informaron, la tarde del sábado, que Peña estaba de vacaciones mientras se rescataban cuerpos en el anexo de la Torre de Pemex. En medio de la tragedia, vacaciones.
Presidencia hizo silencio durante horas. Y ya de madrugada, por medio de la cuenta de Twitter de Pemex (de manera inusual: imagino que Comunicación Social sí se quedó en las vacaciones) se informó que el mandatario recorría la zona cero. El escándalo ya había escalado a niveles penosos. Si usted que me lee no sabe quiénes informaron y quienes se callaron lo de Punta Mita, muy sencillo: vaya a los diarios y aplique “Punta Mita” en sus buscadores. No pierda el tiempo con la televisión; se los digo: ni una palabra. El ejercicio le servirá para que sepa bien con quién se informa. (Yo, en su lugar, dejaría de informarme en esos medios.
Pero no soy nadie. Usted haga lo que quiera). Lo que sí salió en esos medios es que el Presidente estuvo, la madrugada del sábado, en la Torre de Pemex. Es decir: una buena parte de la ciudadanía mexicana jamás se enteró que su Presidente se fue de vacaciones mientras el país, en teoría, lloraba a sus muertos. Otra vez, la mentira disfrazada. Y lo de The Economist y lo de Monex tuvieron un trato similar en gran parte de la prensa. Esa prensa no mintió: simplemente omitió dar información vital.
Pero el PRI de Peña Nieto mintió. Logró engañar a los ciudadanos. Mintió, y alejó a los votantes de información vital. ¿Vital? Sí, vital: El Estado de México está hoy en guerra porque Peña Nieto ocultó la realidad de la violencia; y el PRI está en Los Pinos porque mintió por lo menos con Monex. Así nada más. Imagínese. *** Clinton no renuncio a causa de aquel episodio. La sociedad estadounidense tuvo toda la información para evaluar, y su fallo fue: ha sido un buen Presidente; dejémoslo que termine su mandato. Pero le negaron a los demócratas seguir en la Casa Blanca.
Sin embargo, a Richard Nixon sí lo echaron a la calle y al basurero de la historia por mentir. En México, le garantizo que la gran mayoría no supo lo de la mentira con los homicidios en Edomex, la mentira con Monex, y la mentira, construida con medias verdades y complicidades, sobre el viaje de vacaciones en medio de la tragedia. *** Viviremos una democracia simulada si los medios no asumen su rol de imparcialidad. Seguiremos viviendo una democracia simulada, cómoda, mientras no tengamos una prensa libre, limpia, confiable.
Pero, sobre todo, viviremos en una democracia al servicio del dinero mientras la clase política, toda, no entienda que una mentira es una mentira, y que debe ser castigada como tal. Para el que siempre hace la misma pregunta (“sí, pero, ¿y qué hacemos?”), yo creo que el camino es largo y el trabajo es mucho: hay que leer más, hay que mantenerse bien informado y con distintas fuentes; hay que compartir la información con tantos como podamos y hay que tratar de vivir sin mentiras ni autoengaños.
No soy un revolucionario, disculpen; sólo se me ocurren las cosas más simples. Postdata. Definición de Duelo Nacional, tomado de la página de Presidencia de la República: “El Duelo Nacional consiste en izar la Bandera Nacional a media asta en escuelas, templos y edificios públicos, así como en las sedes de las representaciones diplomáticas y consulares de México.
Esta condición es decretada por el Presidente de la República como atención a algún acontecimiento relevante sucedido en el país. Este hecho no involucra la suspensión de ninguna actividad gubernamental o de la sociedad civil, su justificación se basa en la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacional”. @paezvarela www.alejandropaez.net
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