Cada vez que termina un año se puede hacer un recuento. Se podría pensar que cada 365 días se hace sólo un ritual de paso, en el cual únicamente cambia la fecha. Sin embargo, existe una buena cantidad de referentes que se miden de forma anual: desde evaluaciones, balances, presupuestos, procesos económicos y políticos, hasta referentes jurídicos o educativos. El año se llena de personajes, los que murieron o los que destacaron por alguna hazaña deportiva o artística; cada día queda habitado por lo que sucedió. La memoria de los registros ayuda a que nuestros recuerdos no se queden anclados en la percepción subjetiva de lo creemos que pasó.
Este año tuvo singularidades que no estarán presentes en el 2014. Un recuento mínimo nos recuerda el Pacto por México, la expectativa de un intenso periodo de reformas legislativas y el regreso del PRI a Los Pinos. Los desastres en Guerrero enseñaron una vez más los entramados de la corrupción y la construcción social de las tragedias. La violencia llevó a ciertos territorios del país a una crisis, como en Michoacán, donde se intensificó la generación de grupos de autodefensa en contra del crimen organizado. En 2013 metieron a la cárcel a Elba Esther, como el quinazo de este sexenio; al sindicato petrolero lo sacaron del consejo de administración de Pemex, pero las estructuras del SNTE y los privilegios sindicales persisten.
Este año hubo una gran actividad legislativa en el Congreso, pero de las 12 reformas importantes que se procesaron, quedan al menos 11 sin leyes secundarias en las que se establecerá la normatividad, las reglas del juego y los alcances de los cambios. Hemos escuchado en muchas ocasiones que en México no se hacen las reformas necesarias, sino las posibles, las que surgen del consenso entre las fuerzas partidistas. Esa afirmación puede referirse a casi cualquier país democrático en donde hay pluralidad, pero en México queda la sensación de que los resultados hubieran podido ser mejores y que lo posible no satisface las necesidades, quizá porque después de cada cambio se tienen que hacer nuevas reformas para medio dejar las reglas en un nivel aceptable, pero muchas veces quedan peor.
Las cuerdas de la economía tocaron una melodía que fue bajando de volumen casi hasta ser inaudible. Los planes del crecimiento económico quedaron deshechos frente a una realidad que se impuso a la baja. Los cambios fiscales y financieros sólo son promesas que supuestamente anuncian que habrá mejoría, pero la desmesura entre las promesas y su grado de cumplimiento es una brecha creciente, como la que se da entre la realidad y los spots publicitarios que son como la ficción frente a los hechos que pasan todos los días. Los cuentos de los políticos son cada vez menos creíbles. Las cuerdas de la política nos mostraron en este año, como pocas veces, el enorme desencanto democrático que se vive en el país. La desconexión entre la clase política y la ciudadanía muestra signos preocupantes que nos llevan a plantear la problemática como una crisis de representación.
El cierre de 2013 nos enseña que las críticas al país apuntan en tres direcciones complicadas que no han tenido avances: la corrupción que se mueve a lo largo y ancho de todo el territorio, sin que se vea la menor muestra de voluntad política para combatirla. Estuve recientemente en la ciudad de Chihuahua y me llamó la atención que no escuché una sola opinión favorable del gobernador César Duarte, los que no hablaron de su prepotencia insistieron en la gran corrupción de su gobierno y otros lo calificaron como uno de los peores gobernadores que ha tenido la entidad. El problema es que no estamos frente a una excepción, sino a una manera de funcionamiento político que se ha generalizado. Sin duda los otros dos grandes temas son la desigualdad y la inseguridad, como apuntó la OCDE en diversos informes: México termina el año como una de las naciones más inseguras y con peor calidad de vida. Sólo la cifra de homicidios dolosos del primer año de Peña Nieto llega ya a 18 mil 432. También han crecido -preocupantemente- el secuestro y la extorsión. Si a ese panorama le añadimos los datos económicos de un año en que el crecimiento fue de 1.3% del PIB, 60% de la economía ya es informal, además creció la pobreza y el empleo formal se deterioró, nos queda un balance muy negativo del año que termina. Se termina el año con todos los expedientes abiertos…
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