domingo, 13 de abril de 2014

Jorge Volpi - La sonrisa de Rumsfeld

A lo largo de dos horas -y podemos asumir que en las treinta y cuatro que duró la charla- no hace otra cosa que sonreír. A veces sonrisas punzantes, a veces discretas, y en la mayor parte de los casos irónicas. Sonrisas llenas de certezas. De vanidad. De suficiencia.

Sólo en un momento, hacia el final de la cinta, a Donald Rumsfeld se le quiebra la voz e incluso deja escapar unas lágrimas para mostrarse frágil y humano. ¿Acaso toda la entrevista es producto de una soberbia actuación? ¿El antiguo secretario de Defensa de George W. Bush merecería un Óscar por su interpretación de sí mismo?

Si The Unknown Known -la traducción pierde su fuerza en español: Lo desconocido conocido-, el documental de Errol Morris en torno a la figura de Rumsfeld, resulta fascinante no es porque su protagonista realice una sola declaración espectacular o porque alcancemos a vislumbrar sus contradicciones internas y menos un atisbo de redención, como ocurría en The Fog of War (2003) con otro secretario de Defensa caído en desgracia, Robert McNamara, sino justo por lo contrario: la invulnerabilidad de uno de los hombres de poder más influyentes de las últimas décadas frente al juicio de la Historia.
 
 
 
 
 
 

La entrevista, qué duda cabe, es un combate. Frente a la cámara, el político que hará hasta lo imposible por justificarse, decidido a no mostrar el menor signo de agonía -con la forzada excepción del final- frente a los embates de Morris, a quien considera su enemigo. Y detrás de la cámara, el cineasta que, con el bagaje de su documental previo, intentará que, en un descuido o en un instante de hibris o soberbia, Rumsfeld muestre su auténtica naturaleza. Si hubiera que señalar un ganador de la contienda, en principio habría que pensar que es Rumsfeld: pese al acoso del entrevistador, quien no duda en mostrarle las evidencias de sus mentiras, el antiguo secretario de Defensa se mantiene impertérrito, ajustado militarmente al guión que él mismo ha escrito para sí. Aunque al final la victoria quizás no sea del todo suya...

Aunque The Unknown Known (2013) parte de los miles de memorandos que Rumsfeld dictó durante sus años en el Pentágono -incluyendo aquellos en los que puja por intervenir en Irak o en los que aprueba las tácticas de tortura conocidas como “interrogatorio mejorado”-, en realidad se extiende a lo largo de toda su carrera, desde sus inicios como joven congresista republicano hasta su ascenso como secretario de Defensa de Gerald Ford, y desde su batalla contra George Bush padre para convertirse en vicepresidente de Ronald Reagan hasta su regreso al primer círculo del poder, con el hijo del anterior, de la mano de su antiguo asistente, Dick Cheney. El retrato, lleno de tintes shakespereanos, recuerda al Frank Underwood de House of Cards: un hombre absorbido por el ansia de poder, capaz de cualquier cosa con tal de salirse con la suya y desprovisto de cualquier sombra de culpa. La coherencia, en cualquier caso, es absoluta: el Rumsfeld que en la administración Ford perseguía a toda costa el aumento de presupuesto militar para amedrentar a los soviéticos es el mismo Rumsfeld que se empeñó en invadir Irak para mantener los intereses geoestratégicos de Estados Unidos en Medio Oriente.

Y es aquí donde se encuentra el meollo del documental, en esa invasión que fue producto de uno de los engaños más grandes del siglo: Saddam Hussein, como ahora sabemos, no poseía armas de destrucción masiva.

Frente a esta verdad, Rumsfeld articula su teoría de lo desconocido conocido: “Hay cosas que sabemos, cosas que sabemos que no sabemos y cosas que no sabemos que sabemos. Pero también hay cosas que creemos saber, aunque al final nos damos cuenta de que no”. Un juego de palabras que sirve como metáfora del infinito juego de silogismos y trampas verbales con las que Rumsfeld se escuda una y otra vez para no asumir la menor responsabilidad por sus errores.

Sin embargo, al final es esa sensación de observar una fortaleza inexpugnable lo que termina por resultar más esclarecedor del personaje -y del régimen que lo llevó a la cima. Una camarilla que, cegada por la ideología y la ambición, no dudó en torcer no sólo el lenguaje, sino la lógica y la moral, para cumplir sus objetivos. Que su estrategia se revelase como un gigantesco desastre -Afganistán e Irak en peor estado que antes de la guerra y Estados Unidos con mucha menos fuerza y prestigio- no les impide permanecer seguros de sí mismos. Ni sonreír sin pudor.


Twitter: @jvolpi
 
 
 

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