sábado, 27 de diciembre de 2014

Enrique González Rojo Arthur - Discurso de José Revueltas a los perros en el Parque Hundido


Discurso de José revueltas a los perros en el Parque Hundido

Un día cualquiera de 1959 o de 1960, el escritor José Revueltas y el dibujante Héctor Xavier salieron del edificio Asís, ubicado en la calle de Holbein 191, donde cada uno tenía su departamento. Luego de haber tomado unas copas de vino, se habían encaminado hacia el jardín Luis G. Urbina, conocido por todos como Parque Hundido; llevaban el noble y urgente propósito de comer unas tortas. Ahí, un perro famélico los conmovió. “Este perro lleva una vida de perro”, dicen que dijo Revueltas y le aventó una migaja. La indignación por la vida de cánido que llevaba el pobre mamífero creció, a grado tal que los artistas le dieron el resto de sus tortas recién compradas. Al ver que los perros callejeros se reunían velozmente para disputar el alimento, Revueltas, subido en un promontorio del parque, tomó por asalto la palabra… Esta anécdota ha corrido de boca en boca en distintas versiones. Algunos aseguran que fue el poeta Efraín Huerta el acompañante de Revueltas. Enrique González Rojo Arthur retomó el suceso que ahora se ofrece ilustrado con base en el testimonio de los perros reunidos una vez en el Parque Hundido.


Compañeros canes:

Aprovecho esta concentración
para tomar por asalto la palabra
y decirles mi desdén, mi resistencia, mi furia
por la vida de perros
a que se les ha sometido
y que ustedes aceptan
sumisamente
sin rebeldía
con una larga, peluda y roñosa
cobardía entre las patas.
(Animación en el parque.)

Compañeros perros callejeros:

¿Van a continuar luchando unos con otros?
¿Van a rodear el hueso,
el pobre hueso conquistado,
con la cerca de púas del gruñido?
¿Y lanzarse a dentelladas
contra el que también vive las manos
del hambre cerrándose en su cuello?
Ah, mis pinches, mis bonitos perros:
¿Qué pasó con la táctica?
¿Dónde sus olfateos de dialéctica?
Cada uno de ustedes ha acabado por ser el ámbito
en que sólo las pulgas están organizadas autogestivamente.

Algunos, ya los conozco,
pretenden luchar
para que el número de Sociedades Protectoras de Animales
aumente al mismo ritmo
del crecimiento demográfico de los perros.Canallas.
Otros
por el mejor trabajo
de los veterinarios.
Sinvergüenzas.
Unos más
porque las vacunas antirrábicas
se repartan a pasto.
(Murmullos de aprobación.)Camaradas perros:Ustedes lo saben mejor que yo.
Lo espío ya en sus ojos.
Hay que hacer a un lado la perrera egoísta
o el árbol
por la individuación humedecido.
Desenterrar el hueso colectivo del atreverse.
Armar una jauría
darle existencia histórica a las fauces
y soltar las tarascadas
en el número preciso requerido
para el triunfo.
Yo lo he soñado así.
En mi puño, mi fuero interno, mis lágrimas clandestinas
yo he pensado que llegará un día, camaradas,en que por fin no sea
el perro hombre del perro.
(Ladridos entusiastas.)
Mas quiero algo decirles.
En esta lucha.
En este joderse.
En esta pasión
no vaya a ser que otros les coman el mandado.
No vaya a ser que los perros guardianes.
No vaya a ser que los perros de presa
o los perros policía.
No vaya a ser que los canes cultivados,
los que cuelgan su rosal de ladridos
en medio de los jardines.
No vaya a ser que los advenedizos,
los que sólo hasta ahora merodean
a sus propias mandíbulas y dientes.
No vaya a ser.No vaya a ser que aquellos,
cuando ustedes destruyan este mundo,
se erijan en los nuevos mandarines
chorreantes de colmillos.
Y que ustedes se queden
sufriendo nuevamentesu existencia de perros.
(Aullidos exaltados.)
José guardó silencio.
Bajó del montículo que le servía de estrado.
Y una insinuante perra que atravesó la calle
le dio en la madre al mitin.
a la pálida flor de la justicia,
a la solemnidad del crepúsculo
y a la conciencia de clase
que, fugaz,
se había encendido
en esta efímera concentración
de perros callejeros

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