N o pasó de-sapercibido, pero ante tanto
ruido, se perdió en lo farragoso de los boletines de prensa y la falta
de una presentación en forma, la importancia de la captura de Abigaíl
González Valencia el pasado 28 de febrero. El comunicado que distribuyó
la Marina dedicó sólo 338 palabras a su detención, con detalles
generales de la operación conjunta con la Policía Federal y la PGR.
González Valencia fue detenido en Puerto Vallarta junto con un mexicano,
dos colombianos y un venezolano, identificado como el “principal
operador financiero” del ‘Cártel Jalisco Nueva Generación’. En realidad
era mucho más que eso. Es el jefe de esa organización, donde su temido
líder, Nemesio Oseguera Cárdenas, ‘El Mencho’, es su lugarteniente.
González Valencia llevaba a ese cártel
rumbo a convertirlo en la principal organización criminal en México, por
encima del ‘Cártel del Pacífico’ que encabezan sus antiguos socios, y
en la coyuntura que creó la desarticulación de ‘Los Caballeros
Templarios’ y la debilidad de ‘Los Zetas’. ‘El Cuini’, como lo apodan,
se manejaba como los viejos barones de las drogas, con discreción
absoluta. La necesidad de mantener su cara desconocida, lo llevó a
ofrecer a quienes lo detuvieron 50 millones de pesos, sólo para que no
lo presentaran en televisión. Las razones para que no hubiera
presentación se desconocen, salvo que ese evento fue saboteado porque la
noticia de su captura fue filtrada en Puerto Vallarta antes que se
informara oficialmente sobre la captura.
‘El Cuini’ se manejaba con un perfil tan
bajo que no aparece en la lista de los 122 objetivos prioritarios del
gobierno mexicano, que es la relación compuesta a través del número de
averiguaciones previas que tiene un individuo, su red de relaciones
nacionales e internacionales y el tamaño del negocio. La marca del
Cártel Jalisco Nueva Generación la tiene ‘El Mencho’, pero su captura
significa en términos reales, la tercera decapitación de un cártel en
una semana, que se suma a la de Servando Gómez Martínez, ‘La Tuta’, jefe
de Los Caballeros Templarios, y de Omar Treviño Morales, ‘El Z-40’, de
‘Los Zetas’.
González Valencia no es un criminal de
generaciones recientes. Pertenece a la familia de los hermanos Valencia,
que se transformaron de productores de aguacates a innovadores
narcotraficantes. Su organización nació en los 70’s, cuando José
Valencia cambió la siembra tradicional de la familia por mariguana y
amapola en el municipio Aguililla, del que alguna vez uno de los
Valencia fue alcalde. Años después la organización fue bautizada como
‘Cártel del Milenio’, que se expandió en los 90’s bajo el mando de
Armando Valencia a Jalisco, Colima y Nayarit, y se vinculó con el
‘Cártel de Medellín’, encabezado por Fabio Ochoa.
Durante ese periodo se aliaron con los
hermanos Amezcua de Colima, pioneros en el tráfico de drogas sintéticas.
Gradualmente los Valencia se fueron quedando con el negocio, hasta
entrar en conflicto directo en la primera parte de la década pasada, con
el ‘Cártel del Golfo’, ‘Los Zetas’ y ‘La Familia Michoacana’, en ese
entonces unidos en la misma organización criminal. ‘El Cartel del
Milenio’ fue tomado bajo el paraguas de La Federación, el concentrado de
cárteles bajo el liderazgo de Ismael ‘El Mayo’ Zambada, Joaquín ‘El
Chapo’ Guzmán y José ‘El Azul’ Esparragosa. Bajo esa alineación táctica
participaron en el cruento periodo de la guerra contra las drogas
durante el gobierno de Felipe Calderón, manteniendo su línea de drogas
sintéticas dentro del negocio criminal.
Desde 2003 iniciaron su relación de
trabajo con el empresario mexicano de origen chino, Zhenli Ye Gon, quien
a través de sus contactos en la estructura de poder en China, comenzó a
proveer cargamentos de precursores químicos –la efedrina es la base de
las metanfetaminas- que partían del puerto de Hong Kong y llegaban a
Lázaro Cárdenas, en Michoacán. Los Valencia transportaban los
precursores a través de la Tierra Caliente michoacana, y la introducían a
Jalisco, donde están los mega laboratorios de drogas sintéticas por
Tepalcaltepec, donde el jefe de la plaza era Juan José Farías, ‘El
Abuelo’, cuyo hermano es uno de los fundadores de los grupos de
autodefensa civil michoacanos.
El Cártel del Milenio estrechó su
relación con ‘El Chapo’ Guzmán, quien dentro del Cártel del Pacífico
manejaba la rama de las metanfetaminas, y pasaron al control del
narcotráfico en Jalisco cuando en 2010, el entonces sofisticado capo
Ignacio Coronel, murió en un enfrentamiento con el Ejército. Guzmán
asumió el control en Jalisco y el ‘Cártel del Milenio’ evolucionó en el
‘Cártel Jalisco Nueva Generación’, separándose gradualmente del Cártel
del Pacífico, y acercándose a sus viejos enemigos, dentro de la dinámica
permanente de los realineamientos de los cárteles.
Separados de los sinaloenses y aliados
con el cártel de los Hermanos Beltrán Leyva –que rompieron con la
Federación- ‘Los Zetas’, el ‘Cártel Jalisco Nueva Generación’ desafió a
‘Los Caballeros Templarios’, que nacieron de las cenizas de ‘La Familia
Michoacana’, atacándolos desde 2013, a través de los grupos de
autodefensa civil. Pese a que esos grupos fueron apoyados por el
gobierno, las investigaciones contra sus líderes no cejaron. El domingo
pasado concluyó una de estas fases con la captura del líder del
crecientemente poderoso cártel, González Valencia, tercer capo caído en
seis días.
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