Con la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán, de 58 años, el poder del cartel de Sinaloa parece menos menguado de lo que se suponía. La evasión de su número uno de un presidio de máxima seguridad en México refrenda la capacidad operativa de la gran trasnacional de la droga.
El cartel que nació en la primera mitad del siglo XX en una sierra mexicana es hoy una plataforma global del narcotráfico que interconecta núcleos de producción y consumo. Se calcula que los sinaloenses tienen 60.000 kilómetros cuadrados de sembradíos de marihuana y amapola en México. Son los principales mayoristas de cocaína sudamericana en Estados Unidos y en Europa. Controlan las rutas terrestres en Centroamérica. Trafican heroína de Oriente Medio. Con precursores químicos asiáticos cocinan en sus laboratorios toneladas de metanfetamina. Según la fundación InSight Crime operan en 50 países y sus negocios incluyen trata de personas, prostitución, robo de gasolina, tráfico de armas y lavado de dinero. A Guzmán, Forbes lo ha incluido entre las grandes fortunas del mundo. Y los capos históricos de la cúpula, además del líder máximo recién huido, permanecen en pie —o al menos no hay quien pruebe lo contrario—.
El principal lugarteniente de Guzmán, el experimentado Ismael El Mayo Zambada, 67 años, sigue libre tras medio siglo traficando sin pisar la cárcel. El otro socio de El Chapo con máximos galones, el supuesto muñidor de pactos del cartel Juan José Esparragoza El Azul, 66 años, es un espectro: en 2014 hubo rumores de que murió de un infarto pero desde entonces no ha habido una confirmación oficial de si es un capo difunto o un capo oculto que se hizo pasar por difunto.
Rafael Caro Quintero, 62 años, fue puesto en libertad en 2013 tras 28 años preso por el asesinato de un agente de la DEA y después de salir de la cárcel en México, y tras tremendo enfado de EE UU por su liberación, las autoridades mexicanas lo han vuelto a buscar sin éxito. Se especula que el conocido en sus tiempos como Narco de Narcos se esconde protegido por sus sicarios en la sierra de Badiraguato, la montaña árida y escarpada dónde nació el cartel de Sinaloa.
En una entrevista concedida en algún rincón de México por El Mayo al fallecido periodista Julio Scherer, Zambada le contaba al reportero cómo vivían los suyos en la sierra. Él, con su esposa, cinco mujeres a mayores, 15 nietos y un bisnieto: "Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra".
Cuando Guzmán fue detenido en 2014, en el interrogatorio le preguntaron por qué en vez de esconderse en una ciudad turística de Sinaloa como Mazatlán no se había ido a la sierra. El capo explicó que pensaba hacerlo después de ver a su mujer y a sus hijos, que estaban en Mazatlán. Más allá de que tuviese o no razones emocionales para no ir directo al monte, tal vez su captura no hubiese sido posible si El Chapo hubiese alcanzado la sierra en su enloquecida huida.
En la sierra de Sinaloa o donde quiera que sea, por tanto, y a la espera del desenlace de la gran evasión esta noche del Chapo, a los sinaloenses le quedan, en teoría, cuatro mandamases en activo o, al menos, probablemente vivos. Guzmán, Zambada, Esparragoza y Caro Quintero. Y también hay que contar con otro duro del cartel, más joven que ellos: Dámaso López Núñez, conocido como El Lic o El Licenciado, que ronda los 50 años de edad, expolicía judicial en Sinaloa.
Resulta una idea fantasiosa en extremo imaginar una cumbre en la sierra de Sinaloa de todos los capos históricos del cartel. Pero también era alta ciencia ficción pensar que Guzmán, el reo más preciado de México, podría emprender una segunda huida de prisión. La única señal inequívoca que deja este episodio hollywoodiense que continua la leyenda del sucesor histórico de Al Capone y Pablo Escobar es que a los sinaloenses no se les puede dar por menguados. Disgregados los antiguos carteles colombianos, descabezados en México Los Zetas, el Cartel del Golfo, la familia Beltrán Leyva y los Caballeros Templarios, con el grupo Jalisco Nueva Generación como brote de poder criminal más reciente, los sinaloenses reclaman el trono del Chapo y sus coroneles.
Leído en
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/07/12/actualidad/1436689888_925601.html
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