martes, 7 de julio de 2015

Raymundo Riva Palacio - El futuro de Manlio

El PRI perdió dos millones de votos en la elección del 7 de junio y dejó de gobernar a 10 millones de mexicanos. Perdió capitales y congresos estatales importantes, y sufrió descalabros fuertes en Nuevo León y Querétaro. Logró el control en el Congreso, con el peor resultado en votos y porcentajes en su historia, gracias a los 20 diputados sandía –que compitieron como verdes-, y a que Andrés Manuel López Obrador fragmentó el voto.

La lectura de la elección está llena de matices, y no puede verse en forma reduccionista, como parece ser la visión del presidente Enrique Peña Nieto, al plantear la mayoría en el Congreso, como un referéndum a sus reformas. No obstante, esta es la realidad del poder, una visión que dominará el escenario sobre qué hará el presidente con su equipo en el corto plazo y, en particular, con Manlio Fabio Beltrones, sobre quien hay tanta expectativas sobre dónde se acomodará.









El aún diputado Beltrones, reconocido como uno de los políticos más sofisticados, que recientemente en Sonora se colgó una medalla que se pensaba perdida, al llevar a Claudia Pavlovich a la gubernatura de Sonora, dijo antes de las elecciones que aspiraba a presidir el PRI. Era el único cargo que quedaría vacante tras la elección, donde colocó su mira con lo cual, paralelamente, buscó distender la relación con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, para cuyo cargo también lo candidateaban en la prensa política.

La ecuación de Beltrones, empero, era una antes del 7 de junio y otra después de la jornada electoral. El diputado decía públicamente que habría que hacer ajustes en la dirección del país para estar a la altura de los nuevos retos. Si el fondo de lo que planteó –se puede argumentar, por los resultados caso por caso- sigue siendo igual, no es ni el ánimo ni la manera como el presidente Peña Nieto ve el tablero, con su mayoría legislativa que le permitirá consolidar las reformas que logró en los primeros 18 meses de su gobierno. En este contexto, Beltrones pierde vapor.

La mayoría en el Congreso y el spin presidencial le quitan fuerza al diputado. Ya no le alcanza para plantarse como el candidato natural al PRI, cuya llegada al partido podría ser sólo de una decisión unilateral del presidente. “¿Al PRI?”, dijo un funcionario cercano a la casa presidencial, “¡ni locos! Pero tampoco lo podemos dejar suelto”. Beltrones tiene la capacidad política para jugar de rebelde, lo que seguramente le daría muchos seguidores. Pero es tan grande su capacidad política como su institucionalidad. Es impensable un Beltrones que decida jugar la carta independiente, como también es altamente improbable que rompa con el presidente.

Beltrones, educado en la cultura priista de la institucionalidad y respeto a la figura presidencial, seguramente irá a donde Peña Nieto le diga que le ayudará en la segunda parte de su sexenio. El presidente tampoco lo humillará, porque entiende –lo ha demostrado a lo largo de los años- que en la política no hay suma cero. El PRI, sin embargo, no parece estar en la mente del presidente como el destino de Beltrones. Hasta ahora, de acuerdo con lo poco que trasciende sobre este tema, Peña Nieto no le ha dado ninguna señal que el partido podría ser donde más lo necesite. De hecho, después de los resultados electorales y la necesidad de comenzar a perfilar la sucesión presidencial, a Peña Nieto podría convenirle más llevar al PRI a quien pueda incorporar en la terna final de sus sucesores. Beltrones hoy en día, definitivamente, no está en ella.

“Manlio aceptará lo que le proponga el presidente”, dijo un operador político que lo conoce hace décadas. ¿Lo que sea? “Lo que sea”. No será cualquier cosa, pero uno puede preguntar, ¿podría el presidente incorporarlo en una dependencia de alto relieve, donde sus resultados lo ayuden y, al mismo tiempo que no sea un lugar donde lo pongan a jugar inmediatamente la República de las Opiniones dentro de la sucesión presidencial? ¿Podría estar en la reserva estratégica de Peña Nieto? Tan puede ser, como puede no ser. Pero en la lógica de los escenarios, en función de los relevos y las necesidades que se avecinan en el corto plazo, ¿podría ser Beltrones el que concluya la reforma en el Seguro Social cuando su director actual, José Antonio González, una de las mentes técnicas más sofisticadas en el gobierno, salte a una posición mayor como se plantea en los escenarios de los ajustes? ¿Podría ir a la Secretaría de Educación, dentro de una eventual reformulación en donde la ventanilla del magisterio disidente regresara a esa dependencia al clausurarse la que actualmente tiene en Gobernación?

Estas dos ideas no dejan de ser elucubraciones. Las meditaciones de Peña Nieto son suyas y de nadie más. El presidente es él, y él será quien decida a quién cambia, por quién y cómo. Así lo hizo en el estado de México en su sucesión y así lo hará ahora. Al final, el poder no se comparte. A veces presta un poco y deja que se deleiten en su entorno. Pero él es quien tiene el mandato constitucional que le permite, entre muchas otras cosas, decidir en dónde quiere a Beltrones durante el resto de su sexenio. La presidencia priista, después de todo, mantiene inalterable su verticalidad.



rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

- See more at: http://www.ejecentral.com.mx/el-futuro-de-manlio/#sthash.FdSvouz7.dpuf

Leído en http://www.ejecentral.com.mx/el-futuro-de-manlio/




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Por favor, sean civilizados.