Aunque su intención fue la de robarle al PRI y al gobierno del DF la visita a México del papa Francisco en febrero de 2016, Andrés Manuel López Obrador sólo logró quemarle la agenda mexicana al prelado al darle el “beso del Diablo”. Ese encuentro buscado por el tabasqueño marcó la visita papal y metió a la alta jerarquía católica en la sucesión presidencial de 2018.
Asimismo, el mensaje de la foto, la medalla y la carta no es otro que la confirmación del oportunismo y conservadurismo de López Obrador: ganar cinco minutos de atención, aunque violando los considerados juaristas del Estado laico. Mientras la izquierda en España repudió la celebración del 12 de octubre porque ha querido ocultar un “genocidio indígena”, López Obrador se postró ante el poder terrenal de la iglesia católica y su príncipe extranjero que introdujo a sangre y fuego la evangelización en la Nueva España.
Si Juárez no hubiera muerto, algo más que gestos le hubiera hecho a López Obrador al verlo rendido ante el poder de la iglesia que impuso una religión imperial. En su texto Necesidad de cumplir las leyes de Reforma, Martín Luis Guzmán retrató el poder de la iglesia católica con una caracterización exacta: representa “el totalitarismo espiritual, regresivo y teocrático”. En Roma se le cayó la máscara juarista al tabasqueño.
Eso sí, el expresidente legítimo le dio sentido político a su negativa como jefe de gobierno, como dos veces candidato presidencial y como líder de un partido político “de izquierda” a apoyar los derechos de las minorías sexuales, el aborto y la normalización legal de las relaciones homosexuales, a pesar de que esas banderas han sido del PRD al que perteneció como presidente, como militante y como candidato.
La iglesia progresista, revolucionaria y disidente no está en Roma ni en el Vaticano sino en las comunidades sociales mexicanas donde la iglesia ha logrado construir un muro de contención social. Los papas Juan Pablo II y Francisco han reprimido a esa iglesia social. No por menos la intervención política terrenal del Vaticano en México desde la primera visita papal de 1979 logró llevar a México a la alternancia a la derecha panista religiosa y conservadora en 2000.
Otorgarle al papa Francisco el nivel de gestor de asuntos políticos mexicanos es tan sólo avalar la iglesia que prohijó al Padre Marcial Maciel, a los curas pederastas, a los sacerdotes en México aliados al narcotráfico, a las narcolimosnas, a la jerarquía de la guerra cristera y a la jerarquía católica que fue aliada sistémica del PRI. Pero sobre todo, López Obrador en Roma esta semana hizo añicos el Estado laico. Y de paso le dio al papa en Roma el beso del Diablo porque ahora verán a Francisco como promotor lopezobradorista.
Con su medalla, carta y saludo, López Obrador marcó la visita del papa Francisco como intervencionista en política mexicana, sobre todo buscando su apoyo y bendiciones para la sucesión presidencial.
Si bien se leen los gestos políticos, López Obrador ha convertido al papa Francisco, a la Iglesia Católica y a los intereses geopolítico proestadounidenes del Vaticano en un factor importante en la sucesión presidencial del 2018.
Por eso nada más quede rezar y que Dios nos agarre confesados.
Sólo para sus ojos:
* Dicen en los pasillos del poder que el equipo de Manlio Fabio Beltrones en el PRI le alcanzará para ganar las doce gubernaturas en el 2016. Y que tendría tiempo para dejar el PRI y pasar al gabinete ya con un lugar en la lista de aspirantes a la sucesión presidencial.
* Puebla se aleja del PRI y las broncas priistas en Oaxaca podrían beneficiar al PAN. Hay políticos oaxaqueños con el síndrome de Nerón: incendiar sus ciudades.
* El escándalo en torno al millón y medio de pesos que dejaron en la delegación Cuauhtémoc casi en oficialía de parte distrajo la atención de la denuncia de que el chofer de López Obrador, Nico, es director en la delegación. El manoseo físico del dinero impide una denuncia formal y una investigación pericial. Así que todo indica que fue un montaje al estilo tabasqueño.
* Vueltas y vueltas para desviar la atención del principal responsable de la fuga de El Chapo: el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). Agentes de esta oficina terminaron peor que la Federal de Seguridad.
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