Todos los días paso por la pequeña academia y no me acabo de animar para tomar clases del baile más sensual y complejo que se haya inventado. Y por supuesto que también lo canto y me estremezco al entonar aquello de “…sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada…” y así hasta enchinar el pellejo. Por cierto, hay tangos que parecen rancheras y rancheras a ritmo de bandoneón, para demostrar que en eso de los amores y desamores estamos hermanados. Yo he estado dos veces en Buenos Aires y la verdad fui muy bien tratado. Y eso que una de mis estancias fue para reportear la crisis económica terrible del año 2002, cuando aquello del corralito; igual la frase lapidaria con que los pobres de la periferia recibieron a los ricos venidos a menos que se mudaban a esos barrios: “Bienvenidos a la realidad”.
A propósito, a los argentinos de allá todavía no se les olvida la respuesta enchilada que mi amado Carlos Fuentes les aventó: “Es verdad, nosotros descendemos de los aztecas, pero ustedes descienden de los barcos”.
En cuanto a los argentinos de acá, mantenemos con ellos una relación dual, fundada en el mito de que nos tienen que caer gordos por arrogantes, a pesar de ser sus amigos. Algo así como el “te odio y te quiero, porque a vos te debo mis horas amargas, mis horas de miel”. En cuanto a la cultura, baste decir que el gigante Jorge Luis Borges dijo alguna vez que se congratulaba de haber escrito cuentos antes de haber
leído los de Juan José Arreola, porque de lo contrario nunca hubiera escrito ninguno. Así de contrastante, tanto como nuestros futboles, es nuestra relación. Yo en lo personal no tengo nada contra los argentinos y menos contra las argentinas.
Por lo pronto, desde allá, nos acaban de dar lecciones históricas: resulta que Mauricio Macri, un candidato independiente es ya presidente electo de Argentina. En una segunda vuelta se impuso a Daniel Scioli, el delfín de la presidenta Cristina Fernández, acabando una era de 12 años de kirchnerismo, esa extraña derivación del peronismo. Lo notable es que Macri ni es peronista ni es radical. Es decir, está lejos de los
principales partidos políticos argentinos.
En cambio, logró aglutinar a pequeñas agrupaciones sociales para integrar un frente cívico al que llamó Cambiemos, un poco al estilo de Podemos en España. Por supuesto que el carismático Macri no surgió de la noche a la mañana. Fue presidente del Club Boca Juniors, el equipo de futbol más popular de Argentina, y luego alcalde de Buenos Aires, la capital. También es cierto que en su victoria mucho influyó el
hartazgo de un gobierno populista que ha puesto al país al borde de la bancarrota.
Lo notable es que desde el sur nos mandan a México una señal inquietante: la posibilidad de que un candidato independiente llegue a la Presidencia de la República. Aquí ya se menciona a varios: desde luego Jaime Rodríguez “El Bronco” y Manuel Clouthier, pero también Miguel Ángel Mancera, si decide ir por esa vía sin la losa del PRD. Lo que plantearía un escenario inédito de tal vez una docena de candidatos y la
pulverización del voto. Por eso, una lección más: la ya indispensable segunda vuelta. Se me hace que mañana comienzo mis clases de tango.
Leído en
http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/clases-de-tango-1448436378
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