Era comprensible la alegría por la noticia, pero que los embajadores y principales cónsules se pusieran a cantar el himno nacional con el secretario de Gobernación, la canciller y los secretarios de Defensa y Marina por la captura de “El Chapo” Guzmán, fue un poco de pena. Como si México le hubiera ganado la guerra a un país enemigo. La crema del cuerpo diplomático y los baluartes de la seguridad nacional corroborando a capela que, a la patria querida, un soldado en cada hijo le dio.
De un poco de pena, también, fue la prestancia de la PGR al detallar la forma en que ha atendido las dos peticiones del Gobierno de Estados Unidos para que México le entregue a “El Chapo” en extradición. Y la frase que la PGR usó para rematar el comunicado y dejar en claro que ninguno de los amparos promovidos por la defensa “impide el inicio del procedimiento de extradición”.
Vistas así las cosas, el Gobierno mexicano hizo “la hazaña de detener al fugitivo más buscado, bla, bla”, y atenderá la solicitud de un estado requirente para cancelar la posibilidad de que “El Chapo” burle y humille por segunda ocasión al sistema de seguridad del presidente Peña Nieto.
Si la extradición se consuma, como perfila el comunicado de la PGR, el presidente Peña Nieto diluirá parte del éxito de la captura y perderá una oportunidad de oro para relanzar su proyecto de seguridad, y para decirle al mundo que México corrigió las fallas y, como lo demostró la aprehensión en Los Mochis, es un País con estándares internacionales, no sólo para dar con los delincuentes más temibles, sino para someterlos. Mandarlo a Estados Unidos es el camino fácil. Y el reconocimiento de que las autoridades mexicanas son incapaces de evitar una nueva fuga.
Una vez agotado el trámite de amparos, juzgados y tribunales colegiados, el documento para conceder la extradición a Estados Unidos tendrá que llegar al escritorio del Presidente de la República. Y es facultad discrecional de él concederla o no, determinar si procede o no.
Costaría comprender que la notoriedad de la captura, celebrada como gesta histórica por el cuerpo diplomático y el gabinete de seguridad, concluya en la claudicante entrega de un prisionero al Gobierno de Obama, quizá al de Trump.
Aproveche para relanzar los programas carcelarios, Presidente. Sírvase de la captura para borrar la imagen bananera que le estampó a su administración el escape por la regadera y el túnel. No lo entregue a Estados Unidos. El México institucional tiene que ser mucho más que “El Chapo”.
MENOS DE 140
Felicidades a @katedelcastillo por el trabajo con Sean Penn sobre “El Chapo” en @RollingStone. Extraordinario documento periodístico.
Leído en
http://www.vanguardia.com.mx/articulo/no-lo-entregue-estados-unidos-presidente
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