lunes, 14 de marzo de 2016

Raymundo Riva Palacio - El regreso de Kate

El próximo viernes, Kate del Castillo le contará su “experiencia” a Diane Sawyer, la querubín de la cadena de televisión ABC y una de las celebridades de la pantalla chica de la última generación. Será en una edición especial del programa de periodismo de investigación “20-20” –cuyo nombre proviene de la medida de la vista perfecta-, en donde según la publicidad que se está haciendo a esa transmisión, “Del Castillo, la mujer que está en el centro de la controversia con Joaquín El Chapo Guzmán, habla qué sucedió y los peligros que rodearon la caída de uno de los hombres más buscados en el mundo”.

Será, asegura ABC, “la primera entrevista de televisión” con la actriz mexicana, con lo que se cerrará el primer ciclo del blitz mediático de la señora Del Castillo que comenzó en la Ciudad de México el jueves pasado y voló a velocidad supersónica en el mundo.










El primer movimiento fue en el noticiero de Ciro Gómez Gómez Leyva en Radio Fórmula el jueves por la mañana, donde se presentó el padre de la actriz, Eric del Castillo, quien recién había estado el fin de semana anterior con su hija en su casa de Brentwood, una zona montañosa en el Cañón Sullivan en los suburbios de Los Angeles, junto con sus abogados penalistas, para lanzar los primeros mensajes que, en ese momento, parecían sólo los de un padre dolido e indignado por el trato público a su hija. “La chamaquearon”, fue un mensaje para subrayar ingenuidad en el episodio, porque su carácter, definió, es “temerario”. La satanizaron porque ejerció su libertad de expresión, que no es un delito sino un derecho, añadió. Con el micrófono a su disposición, envió un mensaje al gobierno mexicano: “Ya bájenle”.

Pero no parecerá haber sido, a la luz de lo que sucedió en los días siguientes, un movimiento espontáneo de alguien, como dijo el señor Castillo, molesto por todo lo que envolvía a su hija. Ese mismo día, el periódico New York Post, que con medio millón de ejemplares vendidos al día es el sexto de mayor circulación en Estados Unidos, publicó un adelanto de la entrevista cronicada que al día siguiente publicó la edición digital de la revista The New Yorker, donde la reportera Laura Italiano, comenzó su texto: “Se admiraban mutuamente, serían socios en una película y se cortejaban epistolarmente—y eso los colocaría a los dos en peligro”. El Post neoyorquino pertenece a News Corporation, propiedad de Rupert Murdoch, lo que no es un mero dato anecdótico.

Alrededor de la una de la mañana del viernes, el consultor en comunicación política y relaciones públicas Richard Grenell, escribió un tweet y adjuntó el vínculo a la entrevista en The New Yorker, con este mensaje: “Esta mujer es dura. Tiene los derechos de la historia de El Chapo y no se está echando para atrás”. Grenell es colaborador de la cadena de televisión Fox –hermana del New York Post-, y es uno de los pesos completos del mundo en su materia. También ha trabajado con estrellas de Hollywood. No hay información que permita saber si este consultor fue contratado por la señora Del Castillo, pero la dinámica que acompañó la entrevista en The New Yorker sugiere la existencia de un equipo de propaganda y relaciones públicas detrás de la actriz.

La entrevista con la señora Sawyer, sin embargo, no corrió por ese camino. De acuerdo con personas que conocen los detalles, la celebridad mediática la buscó hace aproximadamente dos semanas y la entrevista se grabó el jueves en la casa de Del Castillo en Brentwood. Probablemente la entrevista vaya dentro del mismo parámetro de lo que se publicó en The New Yorker, donde no se mete en temas que puedan afectarla legalmente, que es la frontera hasta donde llegó el texto que publicó la actriz este domingo en el semanario Proceso. La entrevista que hizo el periodista Robert Draper en The New Yorker, aporta más información y contiene réplicas de los protagonistas mencionados por la actriz, que permiten ver varias discrepancias importantes entre sus versiones.

La señora Del Castillo fue más ambigua y no tocó ninguno de esos detalles en su testimonio en Proceso, que arrancó con un alegato sobre la libertad de expresión para justificar su relación con El Chapo Guzmán. En The New Yorker se había quejado que al no considerarla Sean Penn como periodista e incorporarla como tal en el proyecto de la entrevista con Guzmán para la revista Rolling Stone, la dejó vulnerable, y la dejó fuera del amparo de la Primera Enmienda.

En sus testimonios ha sido cuidadosa de no afectar su defensa legal. La señora Del Castillo no está mal asesorada. La representa Harland Braun, el abogado de las celebridades de Hollywood y triunfador de casos complejos –a través de él Sawyer entrevistó a algunos de sus clientes-, como el del basquetbolista Dennis Rodman, tras sus controvertidos viajes a Corea del Norte, que causaron un escándalo internacional, y que evoca en algunos momentos el caso de la actriz mexicano-estadounidense.

Kate del Castillo ha regresado al escenario público, no para litigar su caso en los medios, sino para trazar lo que es su ruta de defensa y entrar en competencia con el gobierno mexicano para saber a quién la opinión pública le creerá más. Una vez más, la batalla es por las mentes.

Mañana: El misterio de Sean Penn

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