miércoles, 13 de septiembre de 2017

¡Que viva el cine mexicano! ¡Ajúa!



Septiembre, mes de la patria, y como cada quién tiene su propio concepto de patria, pues el mío es ver lo bueno y no centrarme en la realidad pública, prefiero vivir encuevada en mi realidad impersonal, oniríca tal vez, y como el cine sueños son,  decidí investigar el origen de nuestro cine.

Descubri que el cine llegó a México casi ocho meses después de su triunfal aparición en París. La noche del 6 de agosto de 1896, el presidente Porfirio Díaz, su familia y miembros de su gabinete presenciaban asombrados las imágenes en movimiento que dos enviados de los Lumière proyectaban en uno de los salones del Castillo de Chapultepec.

Don Porfirio era  un hombre de mente abierta, con un gran interés por la educación y el desarrollo científico de la época y recibió en audiencia  a Claude Ferdinand Bon Bernard y a Gabriel Veyre, los proyeccionistas enviados por Louis y Auguste Lumière a México, a la par de la gran afinidad afrancesada de Don Porfirio.



Después del afortunado debut privado, donde hasta Don Porfirio se echo su "palomazo" , convirtiendose en el primer "actor" mexicano,  el presidente de la república paseando a caballo en el bosque de Chapultepec (1896) resultaba indicativa de otra característica del nuevo invento: mostrar a los personajes famosos en sus actividades cotidianas y oficiales. La coronación de Nicolás II de Rusia había inaugurado esta tendencia pocos meses antes.

El cinematógrafo fue presentado al público el 14 de agosto, en el sótano de la droguería "Plateros", en la calle del mismo nombre (hoy Madero) de la ciudad de México. El público abarrotó el sótano del pequeño local (misma reacción que en París cuando debutó) y aplaudieron a rabiar cada una de las representaciones mostradas.por los franceses.  La droguería "Plateros" se localizaba muy cerca de donde, unos años después, se ubicaría la primera sala de cine de nuestro país: el "Salón Rojo".

Bernard y Veyre formaban parte de un pequeño ejército de camarógrafos reclutados por los Lumière para promocionar su invento alrededor del mundo. La táctica era simple, los camarógrafos-proyeccionistas solicitaban audiencia ante los jefes de gobierno de los países que visitaban, apoyados por el embajador francés en el lugar. De esta manera, el cinematógrafo hacía su entrada por la "puerta grande" ya que todos se manifestaban deseosos de  mostrarse modernos y de dar "entretenimiento" al pueblo. 










México fue el primer país americano que disfrutó del nuevo invento, ya que la entrada del cinematógrafo a los Estados Unidos había sido bloqueada por Edison, ya que este compro los derechos del Vitascope inventado por Thomas Armant y Francis Jenkins, algo similar al cnematógrafo, y  Edison  pensaba lanzarlo al mercado bajo el nombre de Biograph. Y para evitar la competencia bloqueo la llegada del invento de los Lumière, asi como el trumpetas, yoyismo puro.

Brasil, Argentina, Chile, Cuba, Colombia y las Guayanas fueron también visitados por enviados de los Lumière entre 1896 y 1897. Sin embargo, México fue el único país americano donde los franceses realizaron una serie de películas que pueden considerarse como las que inauguran la historia de nuestro cine.

Primeros cineastas


Hermanos Lumière
Como era de esperarse las primeras películas méxicanas eran breves, experimentales  y bastante repetitivas lo que aburre al público, al principio los Lumière no solo vendian el cinematrografo, también producian pero en 1987 se concretaron solo a vender aparatos.

Eso obligo el surgimiento de los primeros cineastas mexicanos. En 1898 se inició como realizador el ingeniero Salvador Toscano, quien se había dedicado a exhibir películas en Veracruz. Su labor es una de las pocas que aún se conservan de esa época inicial del cine. En 1950, su hija Carmen editó diversos trabajos de Toscano en un largometraje titulado Memorias de un mexicano (1950). Toscano testimonió con su cámara diversos aspectos de la vida del país durante el porfiriato y la revolución. Inició, de hecho, la vertiente documental que tantos seguidores ha tenido en nuestro país.

Otros cineastas de esa primera época fueron: Guillermo Becerril (desde 1899); los hermanos Stahl y los hermanos Alva (desde 1906) y Enrique Rosas, éste último realizador de un gran documental sobre el viaje de Porfirio Díaz a Yucatán: Fiestas presidenciales en Mérida (1906). Este filme fue, sin duda, el primer largometraje mexicano.

Inicios de cine ficción 

Si se entiende como cine de ficción a aquel que emplea actores para contar un argumento, habría que remontarnos hasta 1896 para encontrar el primer ejemplo de ello en nuestro cine.

Un duelo a pistola en el bosque de Chapultepec (1896) fue filmada en ese año por los franceses Bernard y Veyre, en base a un hecho real, ocurrido poco tiempo antes entre dos diputados en el bosque de Chapultepec.

Esta cinta levantó una ola de protestas en la prensa, debido a que el público interpretaba el evento como la filmación del hecho real. A pesar de que se anunciaba que el filme era una reconstrucción de los hechos, el público no distinguía todavía la diferencia entre realidad y ficción. El carácter realista del cine de la época hacía pensar que todo lo que se mostrara era, al ser capturado por la cámara, verdadero.


Salvador Toscano
Salvador Toscano filmó en 1899 una versión corta de Don Juan Tenorio. Este filme mostraba la ambivalencia con que se tomaba la ficción en esa época: era documental porque registraba la representación teatral de la obra, pero era ficción porque únicamente mostraba el desempeño de los actores.

En 1907, el actor Felipe de Jesús Haro realizó la primera cinta ambiciosa de ficción filmada en México: El grito de Dolores o La independencia de México (1907). El mismo Haro interpretó a Miguel Hidalgo y escribió el argumento. La película se exhibió, casi obligatoriamente, cada 15 de septiembre hasta 1910.


Enrique Rosas
Otros filmes de ficción de esa época fueron: El san lunes del valedor o El san lunes del velador (1906), cinta presumiblemente cómica dirigida por Manuel Noriega; Aventuras de Tip Top en Chapultepec (1907), cortometraje del ya mencionado Haro; El rosario de Amozoc (1909) primer filme de ficción de Enrique Rosas; y El aniversario del fallecimiento de la suegra de Enhart (1912) de los hermanos Alva, el más antiguo filme de ficción del cual todavía se conservan copias. Esta cinta es una comedia interpretada por los actores Vicente Enhart y Antonio Alegría, cómicos del teatro "Lírico", que muestra una marcada influencia francesa en su estilo de realización.

La revolución marcó un gran paréntesis en la realización de filmes de ficción en México. Con la finalización oficial del conflicto, en 1917, pareció renacer esta vertiente cinematográfica, ahora en la modalidad del largometraje.

De hecho, se considera que entre 1917 y 1920 hubo en México una época de oro del cine , situación que no se repetiría sino hasta tres décadas después. Curiosamente coinciden con circunstancias bélicas, la mejor época del cine silente mexicano inicia durante los años de la Primera Guerra Mundial, y la mejor época de nuestro cine sonoro coincide con la Segunda Guerra. En ambas situaciones se presentó una disminución en la importación de películas, resultado natural de la disminución en el número de filmes producidos por los países en guerra durante esos años. Lo que privilegio la industria nacional.

En 1917, la principal importación de filmes hacia México provenía de Europa. Estados Unidos no terminaba de afianzarse como un gran centro productor cinematográfico, aunque Hollywood ya comenzaba a perfilarse como la futura Meca del cine. Además, las relaciones tirantes entre México y Estados Unidos, junto con la imagen estereotipada del "mexicano bandido" en muchos de los filmes norteamericanos, provocaba un rechazo, tanto oficial como popular, hacia muchas de las películas estadounidenses de la época.


Pina Menichelli, arquetipo de Diva
Francia e Italia fueron los patrones a seguir para la "reinauguración" del cine mexicano de ficción en 1917. Ese año se estrenó en México El fuego (Il fuoco, 1915) filme italiano interpretado por Pina Menichelli, actriz que logró gran popularidad en nuestro país y que introdujo el concepto de "diva" del cine, anteriormente sólo utilizado para el teatro o la ópera.

El fuego (1915) inauguró una tendencia romántica-cursi que hizo furor en México y que influyó al cine de otros países, incluyendo Estados Unidos. El universo de las "divas" se componía de ingredientes que pronto se asimilaron en otras cinematografías: mujeres voluptuosas, escenarios suntuosos, historias pasionales y atrevidas. La propuesta italiana planteaba un cambio en la mentalidad de la época, producto inmediato de la guerra. El papel de la mujer se ampliaba en el cine, aunque sólo fuera como "objeto de pasiones amorosas." La nueva mujer -que obtenía el derecho al voto y que pronto se recortaría el pelo, se liberaría del corsé y se acortaría la falda- hacía su aparición en las pantallas cinematográficas.


Emma Padilla, primera Diva mexicana
La luz, tríptico de la vida moderna (1917) es el título del primer largometraje "oficial" del cine mexicano. El adjetivo "oficial" se debe a que pocos autores reconocen el trabajo de los yucatecos Carlos Martínez de Arredondo y Manuel Cirerol Sansores, quienes un año antes filmaron 1810 ó ¡los libertadores de México! (1916) el que probablemente sea el primer largometraje de ficción nacional. El hecho de haber sido filmado en Yucatán -junto con El amor que triunfa (1917)- lo ha relegado en contra de La luz, tríptico de la vida moderna (1917), filme realizado en la ciudad de México. Centralismo puro.

Producida por el francés Max Chauvet, y dirigida por J. Jamet -probable seudónimo del realizador Manuel de la Bandera- La luz, tríptico de la vida moderna (1917) ha sido atribuida al camarógrafo mexicano Ezequiel Carrasco, quien prolongó su carrera dentro del cine nacional hasta los años sesenta. Con un argumento que prácticamente era un plagio de la afamada El fuego (1915), el filme catapultó al estrellato nacional a la primera "diva" mexicana: Emma Padilla.


Mimi Derba,  primera directora mexicana.
Otros filmes famosos de esta primera época de oro fueron: En defensa propia (1917), La tigresa (1917) y La soñadora (1917), producidos todos por la Compañía Azteca Films. Esta firma, fundada por la actriz Mimí Derba y por Enrique Rosas, constituyó la primera empresa de cine totalmente mexicana.

En 1917, entusiasmada con la idea de hacer películas, Mimí Derba se dio a la tarea de fundar, junto al camarógrafo Enrique Rosas y con el apoyo económico de el general Pablo González, la compañía Azteca Films, firma que produjo durante ese año, cinco largometrajes inspirados en los dramas italianos. Las cintas en cuestión fueron: En defensa propia, Alma de sacrificio, La soñadora, En la sombra y La tigresa. En esta última la Derba dirige y actúa, convirtiéndose en la primera mujer directora de la historia de México, además de ser guionista de dos de ellas. Pese al esfuerzo y ante el poco éxito alcanzado, Derba y Rosas deciden liquidar la compañía en 1919.

Los temas que han acompañado a nuestra cinematografía nacieron también en los años de 1917 a 1920. Tepeyac (1917), filme que relacionaba extrañamente las apariciones de la Virgen de Guadalupe con el hundimiento de un barco en el siglo veinte, fue filmado por Fernando Sáyago. Tabaré (1917) de Luis Lezama, guarda una estrecha relación en su argumento con filmes como Tizoc (1957): el indio que se enamora de la rica heredera de piel blanca. Finalmente Santa, la prostituta creada por el escritor Federico Gamboa, hizo su primera aparición cinematográfica en la cinta dirigida por Luis G. Peredo en 1918. Otra versión de Santa (1931) iniciaría la era sonora del cine mexicano y marcaría el rumbo de uno de los principales arquetipos femeninos de nuestro cine: la prostituta o cabaretera.


Mención especial merece El automóvil gris (1919), sin lugar a dudas el filme más famoso de la época muda del cine mexicano. Filmado por Enrique Rosas,  el filme en realidad no es tal; es una serie de doce episodios que cuenta las aventuras de una famosa banda de ladrones de joyas que se hizo célebre en la ciudad de México hacia 1915.

Las series o "seriales" representaron las primeras incursiones del cine norteamericano en el gusto popular mexicano. Para 1919 se habían suavizado las fricciones con el vecino del norte, y el cine hollywoodense comenzaba a conquistar mercados en todo el mundo. Estos filmes por episodios habían nacido en Francia, alrededor de 1913, siendo el primero Fantomas de Louis Feuillade, una serie sobre el famoso ladrón elegante de las tiras cómicas.


El más popular de los "seriales" norteamericanos fue el titulado Los peligros de Paulina (The Perils of Pauline, 1914) el cual narraba las aventuras de una joven reportera -novedad para la época- que se metía en distintos líos debido a su profesión. Esta serie propugnaba el nuevo papel activo de la mujer en Norteamérica, además de ser una fuente de entretenimiento en las ya populares "matinées" cinematográficas.

De esta manera, El automóvil gris (1919) inauguraba el "serial" mexicano. La cinta (o cintas) poseía además un elemento novedoso y controversial: era el primer filme cuyo argumento se inspiraba claramente en hechos recientes, acontecidos en el país. En el evento original había estado involucrado un general carrancista Pablo González que fue socio de Rosas y de Mimí Derba en la formación de Azteca Films, y los personajes que aparecían en pantalla eran claramente identificables por el público.

Para completar la controversia, una de las escenas de la serie constituía una extraña mezcla de ficción y realidad: el fusilamiento de algunos miembros de la banda no era actuado, sino que Rosas había tomado la escena original filmada por él mismo, y la había incluido en la cinta. De esta manera, el filme aseguraba, de manera mórbida, su popularidad en el público.

El automóvil gris (1919) constituye un fenómeno curioso dentro de nuestra cinematografía. Hasta hace pocos años la cinta era exhibida regularmente, aunque mutilada, en cine y televisión. En 1933 fue sonorizada, arruinando gran parte de su originalidad. Los diálogos añadidos ridiculizan las actuaciones teatralizadas de la época y no aportan nada a la historia. En 1960, la cinta fue editada para convertirla en largometraje.  Se eliminaron muchas escenas que funcionaban como "puentes" para las acciones, de tal manera que el filme visible hoy en día en una versión confusa del "serial" original. El automóvil gris (1919) fue la última realización de Enrique Rosas, fallecido en 1920.

Cine sonoro


A pesar de que el sonido se incorporó al cine en 1927, no fue sino hasta 1931 cuando se realizó la primera cinta sonora mexicana: una nueva versión de Santa, dirigida por el actor español-hollywoodense Antonio Moreno e interpretada por  Lupita Tovar.

 Antes de Santa (1931) se habían filmado varias películas con sonido indirecto sincronizado a partir de discos. Estos intentos de cine sonoro no fueron populares en México, como tampoco lo habían sido experimentos similares en otras partes del mundo.

Santa (1931) fue, eso sí, la primera película mexicana que incorporó la técnica del sonido directo, grabado en una banda sonora paralela a las imágenes en la misma película. Esta técnica fue traída de Hollywood por los hermanos Roberto y Joselito Rodríguez, quienes habían inventado en Estados Unidos un aparato sincronizador de sonido muy ligero y práctico.

El apoyo de un equipo entrenado en Hollywood para la filmación de Santa (1931) no fue casualidad. Obedecía a todo un plan para establecer una industria cinematográfica mexicana, mismo que incluyó la fundación de la Compañía Nacional Productora de Películas.

Esta empresa adquirió unos estudios de cine existentes desde 1920 y se estableció como la compañía de cine más importante del país. La decisión de "importar" a casi todo el personal de la filmación se hizo con la idea de asegurar el éxito financiero de la película.

La década de 1920 a 1929 fue testigo de la transformación del mundo. La Primera Guerra Mundial había alterado radicalmente los valores de gran parte de la sociedad, y la gente trataba de olvidar el horror vivido hasta 1919. En los "alegres veintes" nacieron la radio, el jazz y las faldas cortas, así como el fascismo, el nazismo y la depresión económica norteamericana.


En 1927 el cine habló por primera vez. El cantante de jazz (The Jazz Singer, 1927) de Alan Crossland, se convirtió en la punta de lanza de una novedad cinematográfica: el sonido. A partir de ese momento, el cine apostó todo a las palabras y a la música, inaugurando una nueva era en su historia.

Después de 1920, el cine mexicano mantuvo una carrera dispareja en contra de la creciente popularidad del cine hollywoodense. Los nombres de Rodolfo Valentino, Tom Mix y Gloria Swanson competían, con gran ventaja, contra los de Carlos Villatoro, Ligia Dy Golconda y Elena Sánchez Valenzuela, por el gusto del público mexicano.

En general, muy poco se puede rescatar del cine mudo mexicano de los veintes. Quizás lo más importante de esa década para nuestro cine fue la preparación que obtuvieron distintos actores, directores y técnicos mexicanos en el cine de Hollywood.

Entre los directores, Fernando de Fuentes, Emilio Fernández, Roberto y Joselito Rodríguez, recibieron su educación cinematográfica en Hollywood. De esta manera, el cine mexicano se preparaba para lo que sería la época de oro. 



Inicios de la industria mexicana


La industria del cine mexicano nació en una época de gran efervescencia social, política y cultural en nuestro país. La revolución comenzaba a ser una etapa de la Historia, aunque sus protagonistas todavía regían el destino político de la nación.

En 1928, el general Plutarco Elías Calles había fundado el Partido Nacional Revolucionario (PNR), antecedente directo del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Entre 1928 y 1934, Calles se mantuvo en el poder desde el Partido, aunque México tuvo tres presidentes en ese mismo período: Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez y Emilio Portes Gil.

Con la llegada al poder de Lázaro Cárdenas en 1934, la inestabilidad política del país comenzó a desaparecer. Cárdenas fue el primer presidente que se mantuvo en el gobierno por seis años, el mandato establecido por la Constitución de 1917.

El ambiente intelectual mexicano se encontraba dividido entre la revolución y el socialismo. La revolución rusa de 1917 había impreso una huella tan importante como la revolución mexicana en el pensamiento de algunos intelectuales de nuestro país. México vivía el esplendor del Muralismo, un movimiento estético con una carga ideológica de izquierda que nunca se ocultó.

Literatura, música, poesía, fotografía y pintura, fueron artes que tuvieron un gran desarrollo en la década de los treinta. Silvestre Revueltas, Xavier Villaurrutia, Carlos Pellicer, Salvador Novo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Frida Kahlo, María Izquierdo, Tina Modotti, Manuel y Lola Álvarez Bravo, entre otros grandes artistas, formaban parte del panorama artístico e intelectual del México moderno. Un común denominador en la temática de sus obras fue la revisión de la revolución mexicana.

En este ambiente, no es extraña la tendencia que siguió el cine mexicano una vez establecidas las bases de la industria cinematográfica nacional. Política y arte apuntaban hacia la revolución como tema principal, y ese fue el camino que siguió la nueva industria.


La revolución mexicana contribuyó enormemente al desarrollo del cine en nuestro país. Por circunstancias cronológicas, la revolución fue el primer gran acontecimiento histórico totalmente documentado en cine. Nunca antes un evento de tal magnitud había sido registrado en movimiento. La Primera Guerra Mundial, iniciada cuatro años después del conflicto mexicano, fue documentada siguiendo el estilo impuesto por los realizadores mexicanos de la revolución.

La vertiente documental y realista fue, por razones claras, la principal manifestación del cine mexicano de la revolución. Aunque el cine de ficción comenzaba a popularizarse en Europa y Norteamérica, el conflicto armado mexicano constituyó la principal programación de las salas de cine nacionales entre 1910 y 1917.

El público se interesaba en estos filmes por su valor noticioso. Era una forma de confirmar y dar sentido al cúmulo de informaciones imprecisas, contradictorias e insuficientes, producto de un conflicto armado complejo y largo. Los filmes de la revolución pueden considerarse como antecedentes lejanos de los noticiarios televisivos de hoy en día.

Los cineastas de la revolución procuraban mostrar una visión objetiva de los hechos. Para no tomar partido, los camarógrafos filmaban los preparativos de ambos bandos, hacían converger la acción en la batalla y, en muchos casos, no daban noticia del resultado de ésta. Esto lo hacían debido a la incertidumbre por el curso de los acontecimientos.

En muchos casos, los ejércitos contendientes tenían su propio camarógrafo. Los hermanos Alva siguieron a Madero, mientras que Jesús H. Abitia acompañaba a la División del Norte y filmaba los acontecimientos desde el punto de vista de los ejércitos de Álvaro Obregón y Venustiano Carranza. Se dice que Pancho Villa contaba con sus propios camarógrafos norteamericanos, y que incluso llegó a "coreografiar" la batalla de Celaya en función de la cámara de cine.

Independientemente de las distintas prácticas cinematográficas, la revolución fue para el cine mexicano un evento fotogénico excepcional. Sin lugar a dudas, la estética provocada por este conflicto imprimió su huella en el desarrollo posterior de nuestra cinematografía. Prueba de ello son los filmes de la llamada época de oro que tanto le deben a la revolución en su postura estética.

Primeros clásicos


La naciente industria del cine mexicano produjo, entre 1932 y 1936, unas cien películas entre las que destacan varias consideradas hoy en día como clásicos del cine nacional.

En pocos años, la cinematografía mexicana se afianzó en el gusto nacional y comenzó, inclusive, a exportarse a los países de lengua española. 1936 marcaría el inicio de la completa internacionalización del cine mexicano, con la filmación de Allá en el Rancho Grande (1936) de Fernando de Fuentes.

Fernando de Fuentes realizó, además, otros tres filmes que se consideran precursores de la época de oro: El prisionero 13 (1933), El compadre Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935). Estas películas revelan que de Fuentes dominaba las técnicas norteamericanas de filmación, y que además demostraba una sobriedad increíble para la época en el tratamiento del tema de la revolución. De hecho, los filmes de Fernando de Fuentes son prácticamente los únicos realizados sobre ese tema que no exaltan en ningún momento la gesta revolucionaria, y que incluso llegan a criticarla.

En 1933, el ruso-chileno Arcady Boytler y el mexicano Raphael J. Sevilla filmaron La mujer del puerto (1933) con Andrea Palma, película que contribuyó a la consolidación del personaje de la prostituta dentro de nuestro cine. Con una atmósfera heredada del expresionismo alemán, La mujer del puerto (1933) sorprendió al México de la época por lo fuerte de su temática, que aludía al incesto, y por su buena realización.

Janitzio (1934) de Carlos Navarro, Dos monjes (1934) de Juan Bustillo Oro y Redes (1934) de Fred Zinnemann y Emilio Gómez Muriel, son otros de los filmes destacados de la época. Chano Urueta, Gabriel Soria, Juan Orol y Miguel Zacarías son algunos de los directores que iniciaron su carrera en esos años previos a la época de oro.

El cine hispano-hollywoodense


La cercanía de Hollywood con nuestro país fue un factor importante que permitió la integración de varios compatriotas a la industria fílmica norteamericana. Dolores del Río, Ramón Novarro, Lupe Vélez y Lupita Tovar fueron algunos de los actores mexicanos que se codearon en esa época con los más famosos de Hollywood. La falta de sonido en el cine eliminaba la barrera del idioma.

El retorno a México de algunos de los prestigiados "mexicanos de Hollywood" no correspondió tanto a un súbito sentimiento nacionalista por parte de ellos, sino a la necesidad de asegurarse un futuro dentro del cine. La llegada del sonido traía consigo algo más que la posibilidad de incluir canciones en las películas: significaba la "muerte" de la carrera de muchos actores.

Aparte de los problemas sufridos por actores que no contaban con una voz acorde a su personalidad cinematográfica, el principal problema de los extranjeros que actuaban en Hollywood era el idioma o, cuando menos, el acento. Los actores y actrices extranjeros interpretaban, en muchas ocasiones, el mismo tipo de papeles que los norteamericanos, por lo que el acento extranjero era algo imposible de mantener bajo la nueva era del sonido.


Dolores del Rio
Otra cara del problema, quizás la más grave para las compañías productoras, era de carácter mercantil. Antes de la llegada del sonido las películas podían venderse en todo el mundo sin ningún problema. Los "intertítulos" de algunas escenas de los filmes (letreros que interrumpían la acción para presentar un diálogo o una explicación) eran sustituidos al llegar a su destino por letreros escritos en el idioma local. El sonido eliminaba estas prácticas.

Una solución efímera que propuso Hollywood fue la realización de versiones en varios idiomas de sus filmes importantes. Así, entre 1928 y 1939, Hollywood filmó varias veces una misma película para asegurar su presencia en los mercados extranjeros.

Con el tiempo la práctica comprobó ser contraproducente. El público extranjero rechazaba las versiones en su lengua natal, porque los actores no eran los que ellos querían ver en la pantalla. En el llamado "cine hispano" de Hollywood (las versiones en español) el problema se agudizó por la gran cantidad de acentos de los actores, algo que nunca tomaron en cuenta los productores hollywoodenses.

Aún así, el "cine hispano" sirvió como plataforma de entrenamiento para los actores y realizadores mexicanos que se incorporaron a la industria nacional a partir de Santa (1931). Funcionó también como una etapa de transición para evitar el despido masivo de actores que habían perdido su lugar en el firmamento de estrellas de Hollywood.

El intercambio cultural más que restar suma, ahora todos los actores latinos quieren triunfar en USA, como dice Salma Hayek,  a conquistar Frijolhollywood,  Ja.. 

La influencia de Eisenstein


Dentro de los aspectos formales, es de gran importancia destacar la influencia del cine ruso en la creación de las imágenes que conformaron al cine mexicano. El papel de Hollywood en la creación de nuestro cine se explica fácilmente por la cercanía geográfica, y por la importancia de la industria del cine estadounidense. Pero la influencia estética rusa merece una explicación particular.

La corriente cinematográfica creada en Rusia en los veintes, constituyó el primer movimiento artístico propio del cine. Influidos enormemente por las aportaciones del norteamericano Griffith al lenguaje cinematográfico, los rusos desarrollaron una propuesta ideológica a través de un medio nunca antes utilizado: el cine.

Para 1930, las aportaciones cinematográficas de Serguei Mijailovich Eisenstein y Vsevolod Pudovkin habían sido reconocidas mundialmente. La huelga (1924), El acorazado Potemkin (1925), La madre (1926) y Octubre (1927) eran ya piedras angulares en la historia del arte cinematográfico.


Entre 1930 y 1932, Eisenstein estuvo en México con el fin de filmar una película que sería un vasto fresco sobre el país: ¡Que viva México! (1930-1932). El cineasta soviético venía patrocinado por algunos intelectuales estadounidenses de izquierda, y había estado en Hollywood donde no pudo realizar ningún filme.

¡Que viva México! (1930-1932) no pudo ser concluida porque los patrocinadores de Eisenstein le retiraron el financiamiento y se quedaron con el material filmado. Sin embargo, las imágenes capturadas por el director soviético pudieron ser apreciadas en distintos filmes que se realizaron a partir de ellas.

La estética visual de ¡Que viva México! (1930-1932) tuvo una gran influencia en el cine nacional. Los bellos paisajes, las nubes fotogénicas y la exaltación del indígena fueron tres elementos sobresalientes de esta propuesta estética. Este estilo fue visto como derivado de la pintura muralista, especialmente de la de Diego Rivera.  Y muy utilizado en el cine nacionalista de "El Indio" Fernández y la fotografía de Gabriel Figueroa.

Cine contemporáneo


El reconocimiento del cine mexicano a nivel internacional es inobjetable, pero ya pasadas las turbulencias bélicas que catapultaron el cine mexicano, la industria filmica debido adaptarse a la "paz", a un paternalismo gubernamental parsimonioso y corto de miras que mermo la producción pública y le dio manga ancha a la iniciativa privada para producir churros barratos y comerciales.

Actualmente tenemos el empuje de una generación de directores nacidos en los sesenta y setenta que tuvieron que emigrar para demostrar sus capacidades, hablamos de un Guillermo del Toro, de los Cuarón, de Iñarritu,  de un Lubezki, pero dentro de México también hay talento pero no muy apoyado, pero el cine mexicano esta vivo, y buscando opciones que logren vencer nuestro malinchismo, la llamada época de oro puede regresar, si  se dan cuenta que entretener es una minita pero necesita inversión, talento y esfuerzo.

Al margen de esta crisis habitual del cine nacional  ( que por ser habitual ya no es crisis, sino coma ) pasadas  las épocas de Oro, tanto silente como sonora, su peor momento fue en  el sexenio de López Portillo que confió a su hermana Margarita la desmantelación  mediante la anulación sistematica de apoyos, y la destrucción física de la cineteca nacional donde se perdieron joyas irrecuperables, y si le agregamos la indiferencia del gris Miguel de la Madrid, es comprensible que el cine de calidad se convirtió en cine de ficheras, y narcos. al margen de todo eso, todavía se le mueve la patita, esta vivo y necesita respiración artificial, y sobre todo apoyo del público, pero también buenos guionistas que vendan historias acordes a las realidades actuales.

Desde mi óptica, se debe incentivar el cine independiente, y dejar el concepto estereotipado de que el cine es un reflejo de lo que somos como sociedad, haciendonos el  poco favor a los  simples pobladores del país de generalizar, de ser simplistas y  encasillarnos en cine delincuencial y narco, no somos delincuentes, somos inacabados y adolescemos de educación,  si hay violencia, inseguridad, corrupción, pero ese lado oscuro también tiene su contraparte de luz, y a esa parte le tenemos que dar relevancia y no mantenerla en el olvido. 

Contenidos, cultura, somos lo que digerimos, consumamos en positivo, y no sigamos consumiendo cine chatarra.


¡VIVA MÉXICO!







Ahora:  CACAROOOO!!!









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