Como todas las cruzadas, la de Felipe Calderón Hinojosa también descansa en una serie de mitos. A la credulidad, al fanatismo, a la ignorancia apuestan quienes dirigen la guerra santa; la verdad y la razón son las primeras bajas en este tipo de confrontación.
El formidable aparato propagandístico gubernamental; la complicidad de los medios electrónicos, han convertido, luego de un bombardeo inclemente, estos mitos, en dogmas de fe para muchos millones de mexicanos.
El miedo y la zozobra generalizados, resultado de la violencia y la inseguridad, que las acciones emprendidas por Calderón y su gobierno desde hace más de cuatro años, en lugar de aminorar han acrecentado, terminan de hacer el trabajo de los propagandistas.
Muchos ciudadanos, sin creerse los dogmas que la propaganda establece, se pronuncian, atenazados por la angustia, por soluciones radicales e inmediatas y se suman a los crédulos apoyando, incondicionalmente, al que promete “mano dura”, al que mas sangre —de otros; de los malos— ofrece.
El primer mito que hay que desmontar es que es esta, realmente, una guerra contra el crimen organizado y contra el narcotráfico. La evidencia demuestra que esta cruzada sólo ha fortalecido a los cárteles, al tiempo que ha vulnerado, casi irremediablemente, nuestra soberanía.
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