sábado, 19 de noviembre de 2011

AMLO 'reloaded' por Jorge G. Castañeda





Desde hace más de dos años en distintas tribunas he insistido en que a pesar de consejos, deseos y buenas intenciones de la comentocracia, políticos y empresarios, el candidato de la izquierda unida iba a ser AMLO. A quienes veían en Ebrard una esperanza de modernización/renovación de la izquierda; o una opción ciudadana; o una candidatura socialdemócrata -en lo personal nunca pude descubrir el origen de esas virtudes- les insistí que había un pequeño problema con esa tesis: se llama AMLO.

No existió posibilidad alguna de que Ebrard le arrebatara la candidatura del PRD. Pero de haberse dado AMLO ya tenía el plan b: Convergencia y el PT. Que eso hubiera llevado a la izquierda al "precipicio", como dijo Ebrard, es posible pero irrelevante: era una amenaza, un chantaje contra el cual no había antídoto posible. Ebrard siempre lo supo y llevó la posibilidad de su candidatura lo más lejos que pudo por dos motivos. Primero, no ser un "lame duck" antes de tiempo y perder el control de la ciudad; segundo, para lograr el mayor número de posiciones en las demás boletas del 2012. Pensar otra cosa era ingenuo, mañoso o simplemente la evidencia de una de las idiosincrasias mexicanas más socorridas, sobre todo en política: lo que deseo va a suceder sólo porque lo deseo.

Hay varios perdedores en esta aventura y varios ganadores también. Entre los ganadores destacan el propio AMLO y quienes estuvieron a su lado durante su travesía por el desierto. También figuran aquellos rivales de AMLO en la contienda presidencial que piensan que Ebrard hubiera sido un candidato más fuerte, pero que supieron jugar. Y, por último, aquellos que sostienen que México no necesita una izquierda reformista, globalizada, democrática y "aggiornata". Sino más bien una izquierda pura y dura, casi revolucionaria, que no ande con las medias tintas de chilenos, uruguayos y brasileros.

Los perdedores son más numerosos. Primero, los que se hicieron ilusiones y jugaron contra el Peje y hoy regresarán con la cola entre las patas o serán desterrados del edén tabasqueño. En segundo lugar, aquellos que por creer y querer que Ebrard fuera el "deus ex machina" de la izquierda, de la ciudadanía y del país no buscaron o construyeron una opción que podía no ser tan atractiva como Ebrard, pero que hubiera tenido un mérito: existir. Quisiera destacar el caso de un personaje que por el poder y habilidad que implica, y por la enorme oportunidad que desaprovechó, es digna de ser reseñada. Me refiero a Elba Esther Gordillo. Como escribí en Enfoque hace casi seis meses, Elba iba a dejar sus cartas tapadas hasta último momento, pero el último momento llegó antes de lo esperado. No construyó una alternativa ciudadana e independiente por esperar a Ebrard, ya sea con el PRD o con Nueva Alianza. Hoy, ante lo que parece ser la victoria de Josefina Vázquez entre panistas, tampoco tiene la opción del PAN: después de lo que ambas se han dicho no parece probable que se reconcilien y marchen juntas. Tal como dicen los medios, lo más probable es que Nueva Alianza y Elba se vayan con el PRI y Peña hoy mismo, pero es un momento en que Peña puede ponerse sus moños pues llega a la negociación, con quien sea, con 20 puntos sobre sus rivales. Todos sabemos que ese margen se va a estrechar durante la campaña, pero una cosa es negociar con esos 20 puntos y otra con los 7 u 8 que quizás tenga dentro de unos meses. Es el riesgo del tacticismo: sin estrategia no hay rumbo.

Apuesto a que muchos de los que sí le encontraron atributos de renovador de la izquierda, del Lula mexicano, en Ebrard; hoy van a descubrir esas virtudes en el propio AMLO. Van a congratularse de que ya fue a Estados Unidos y España; que se reúne con empresarios; que ya tiene un discurso para las clases medias; que se va a comprometer a no hacer plantones ni mandar a las instituciones al "diablo". Allá ellos. Lo único que muere después de la esperanza es el autoengaño.




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