domingo, 4 de marzo de 2012

LA TREGUA DEL PRESIDENTE.



por Federico Berrueto.

Es común que en elecciones, no en la vida, haya mucho más perdedores que ganadores. Para la persona del candidato y del partido todo depende de cómo se procese la derrota. Toda democracia registra muchos ganadores mediocres que en los hechos han desmerecido su victoria y ha habido grandes, muy grandes perdedores.
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La pregunta que importa hoy es hasta cuándo durará la tregua del presidente Calderón. Estos días el debate se ha desviado con el tema de las encuestas. Por cierto, superficial, y se eluden temas elementales como es la asignación que se hace de la muy elevada no respuesta. La carrera de caballos a todos fascina; no requiere pensar mucho. La cuestión es si los comicios se desarrollarán en condiciones normales o si las autoridades serán parte de la guerra. Escalar la competencia a ese nivel envilece la contienda y hace que el enfrentamiento se lleve a todos los espacios, incluyendo al judicial penal.

Las cosas están dadas para una elección ejemplar, no obstante la amenaza de la violencia o el deficiente modelo comunicacional por la legislación electoral. Así ocurre porque los partidos y sus candidatos son mejores y están más habilitados para actuar con inteligencia respecto al pasado. Incluso López Obrador se ha plantado en términos de mayor moderación a manera de responder a sus detractores y a la exigencia misma de los electores. También eso explica el entendimiento entre el Presidente y el PRI; nadie quiere que la guerra escale. A diferencia del pasado, ningún candidato apuesta a la polarización como camino a la victoria. La duda es la tregua del Presidente.

 Analistas muy respetables y de indiscutible honorabilidad se pronunciaron por el derecho del Presidente para actuar en el marco de la elección. Quizás lo hagan pensando en lo que ocurre en otras naciones, especialmente en el país vecino al norte. Nuestra historia y el sistema político son radicalmente distintos. Lo que representa el Presidente lo inhibe a sumarse a la contienda. Quizá debiera el mandatario ser una figura política más o que existiera un sistema político de poder desconcentrado como en EU, pero el hecho es que si el Presidente se involucra en la elección e involucra las decisiones de gobierno será la manzana envenenada para una elección justa.

 Es deseable que la tregua del Presidente se extienda. Pero también deben actuar en consecuencia gobernadores, el jefe de Gobierno del DF y alcaldes. No se trata de que se inhiban de ejercer sus derechos políticos, defiendan lo realizado y que actúen con acierto para mejorar la posición del partido al que pertenecen. Pero hay límites que establece la ley y un sentido de ética del servicio público. La guerra no debe extenderse a todo y todos.

No hay lugar al catastrofismo. Ni siquiera en el escenario que todavía a algunos aterra, de que AMLO ganara la Presidencia. Las pasiones están a flor de piel y la tarea de la propaganda es exacerbar emociones y, especialmente, temores. El único miedo genuino de un partido es perder la elección, cuestión mayor en la coyuntura, menor en amplia perspectiva; no hay triunfos perennes ni derrotas fatales. Quizá lo sean para los candidatos, pero aun así, en sus biografías o en sus personas, no tiene por qué quedar registro de fracaso. Es común que en elecciones, no en la vida, haya mucho más perdedores que ganadores. Para la persona del candidato y del partido todo depende de cómo se procese la derrota. Lo que no se asimila, se lleva toda la vida. Toda democracia registra muchos ganadores mediocres que en los hechos han desmerecido su victoria y ha habido grandes, muy grandes perdedores.

 El miedo a perder es distinto al terror de que gane el competidor, sobre todo, cuando esto se traslada al terreno de la manipulación y propaganda, para así ofrecerlo a los incautos. La libertad deja espacio para las campañas de contraste, también, aunque indeseables, para las llamadas campañas negras. No es la ley ni el policía lo que las puede contener, es la madurez del electorado y la de los mismos contendientes la que determina los límites. Destilar odio a partir del anonimato o del vocero pagado es un recurso cobarde, pero al que hay que acostumbrarse.

 Las elecciones y sus campañas se desenvuelven en los extremos de fanáticos y de interesados. En medio está la abrumadora mayoría que sólo anhela un mejor gobierno, una mejor política para que las cosas sean mejores para ellos y sus familias. El México bárbaro es una leyenda desacreditada por la realidad y el tiempo. Lo que existe es el submundo de la violencia y del crimen. Muy preocupante por su tamaño y porque su origen es el agotamiento del pacto social vigente. Es insuficiente, aunque indispensable, la solución de corte institucional. La respuesta más certera, pero la más complicada está en el orden estructural, que apunta a un nuevo modelo de país y de relación entre pobres y ricos, gobierno y sociedad, políticos y ciudadanos, centro y periferia.

 Hay muchas tareas, muchos problemas para que el presidente Calderón se pierda en una contienda que en muchos sentidos le es ajena.

Twitter: @berrueto
fberruetop@gmail.com
Leído en: http://impreso.milenio.com/node/9123399

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