Arnoldo Cuéllar Ornelas |
Vicente Fox nunca fue consistente. Fue un político de ráfagas con una suerte endemoniada. Quizá por eso pudo protagonizar el gran cambio político de México a fines del siglo XX, un cambio que se agotó en sí mismo, en la pura alternancia, sin llegar nunca a producir una transición.
La gran fuerza con la que Fox irrumpió en la escena nacional fue moral.
Frente al robo de urnas y la manipulación del voto, que eran la esencia del control electoral priista; sin complicidades como la de Elba Esther Gordillo (esa vendria después); sin el respaldo oculto de los gobernadores priistas, el ranchero guanajuatense capitalizó la lucha de más de una década de Cuauhtémoc Cárdenas y concretó la primera derrota presidencial del invencible PRI.
Después, Fox consideró que su trabajo estaba hecho, justo cuando apenas debía empezar. Se dedicó a “disfrutar” la presidencia, la frivolizó a extremos inverosímiles, mostro su olímpica ignorancia de las funciones del estado, se asustó y se entregó a toda clase de manipulaciones, incluyendo la de su futura esposa, Martha Sahagún.
Hoy, desfondado política y moralmente, viviendo de una fama que se escurre entre los dedos, salvo por los ángulos patéticos, el primer presidente no priista de la era moderna se ve aquejado de un oportuno realismo político que le hace convertirse en vocero del regreso del PRI, ese orquestado fenómeno político que administran por igual las víboras prietas del viejo priismo y las tepocatas de la telecracia nacional.
Fox no razona lo que significa el regreso del PRI. Es natural, porque de lo contrario tendría que reconocer su enorme fracaso como conductor de una alternancia sin transición y como responsable de lesa traición a la democratización de México.
Habemos quienes pensamos que lo único que está tratando de salvar el ex presidente son algunas de las ayudas que el presupuesto federal otorga para la manutención del Centro Fox, un tema sobre el que, por cierto, tampoco hay ninguna transparencia.
Por si algo faltara, el sesudo analista y observador de la realidad que es Vicente Fox ya erigió su dictamen sobre el movimiento #Yo Soy 132: “Yo no creo en la generación espontánea, simple y sencillamente no creo posible que cien jóvenes o 500 jóvenes o mil jóvenes se pongan de acuerdo de la noche a la mañana… alguien armó esto detrás.”
Fox no cree en la generación espontánea. Entonces, ya ni siquiera cree en sí mismo.
Leído en: http://www.zonafranca.mx/vicente-fox-un-estudio-de-caso/
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